Por Leopoldo Santos Ramírez*
El examen o prueba planteada como obligación para los maestros dentro de la denominada reforma educativa ha encontrado una enconada resistencia en los estados de la República donde se ha aplicado, rechazo de los profesores que la ven como amenaza a sus derechos laborales. Lo relevante consiste en que las amenazas cumplidas de represión no desanimaron la insurgencia del magisterio y en lugar de disminuir está escalando niveles que no se alcanzaron durante la discusión de la ley de profesionalización docente en los órganos legislativos. Previsiblemente, por ser la sede principal de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE), los enfrentamientos más fuertes ocurrieron este fin de semana en Oaxaca a pesar del despliegue masivo de la Policía Federal, las policías estatales y municipales. Pero igual, el fin de semana anterior a éste, también fue pródiga en manifestaciones y actos de resistencia civil que las autoridades federales y de los estados fueron incapaces de evitar. A cada paso de las autoridades educativas para imponer la prueba, la resistencia crece fundamentalmente entre mentores de educación básica que constituyen la mayoría del profesorado de este país. En efecto, de un millón 587 mil 526 docentes del sistema público, un millón 50 mil 540 pertenecen al nivel de educación prescolar, primaria y secundaria (cifras del Sistema Educativo Nacional 2014-2015). Es decir, los profesores del sistema educativo público del nivel básico constituyen 66 por ciento del total de docentes del sistema por encima de los porcentajes que alcanzan los profesores de educación media superior, educación superior y de los profesores de capacitación para el trabajo.
Pero los datos también revelan algo hasta ahora no puesto en claro por la Secretaría de Educación, y es el ritmo que llevan en cuanto a las pruebas. Aurelio Nuño no informa la cuestión fundamental respecto de cuántos maestros con nombre y apellido han presentado la prueba ni cuántos la han pasado, dándole el estatus de secreto de Estado a esa información que es de interés público. Esto hace posible que fanfarronee con porcentajes difíciles de creer, pues la observación de los profesores participantes en los exámenes y la de quienes resisten da una perspectiva diferente. Lo cierto es que de los convocados sólo una pequeña parte se han presentado al examen, pues las convocatorias no incluyen sino a una parte mínima del universo total de docentes. A este ritmo será difícil examinar al millón y medio de maestros antes que se decidan las candidaturas para las presidenciales de 2018 y Nuño estaría entregando resultados muy parciales para esas fechas. Quizá los estrategas de la reforma estén pensando en alguna argucia para acelerar el proceso, pero el riesgo es que en la medida que lo hagan la resistencia magisterial también crecerá, si tomamos en cuenta que la resistencia en lugar de disminuir aumenta. Esta situación es uno de los principales escollos en la aplicación de las pruebas. Incluso la resistencia se está extendiendo a otros sectores y un ejemplo son las casi 10 mil firmas de apoyo que ha alcanzado la carta de Manuel Gil Antón a través de Change.org. Por supuesto que a uno y otro lado de la actual contienda política entre maestros, SEP y autoridades judiciales y gubernamentales hay cuestiones que le restan a ambos bandos. Es importante considerar la complejidad de ese millón y medio de docentes actuando en las diversas partes del país. No es una base homogénea, sino que en ella hay grupos que arribaron a una mayor escolaridad incluso de posgrado. Agrupados en conjuntos responden a diferentes intereses políticos de carácter familiar. Entre ellos se mueven quienes están ligados a los partidos tradicionales, PRI, PAN y PRD. Otros están unidos a las familias de la gigantesca estructura sindical y a la gran estructura burocrática educativa y forman un grupo compacto de militantes disciplinados. Por su parte en la base magisterial sobresalen grupos minoritarios, como la coordinadora, que han elaborado un discurso pedagógico, político y laboral frente a la embestida de la reforma. Pero la gran masa del profesorado ha sido indiferente por su condición social. Tienen doble plaza, carrera magisterial y para mantener su estatus trabajan jornadas por horas en secundaria o preparatoria después de salir del turno de la primaria. Por eso su apatía, pero eso tiende a cambiar, porque por primera vez en muchos años sienten pasos en la azotea. Esa masa es precisamente la que está ingresando a la resistencia. El problema es que no tienen una dirigencia reconocida y el diálogo con las bases del sistema del bachillerato es nulo. En estas circunstancias ayudan poco las diferencias entre los líderes de la Coordinadora Nacional, que también son reticentes a las alianzas con grupos sociales externos a su ámbito. Con todo esto lo que estamos presenciando es una escalada gubernamental a la cual los profesores están respondiendo subiendo las apuestas. La inteligente resistencia de los maestros oaxaqueños del fin de semana que acaba de pasar es una prueba de que pueden enfrentar a las fuerzas públicas y torearlas. Pero esto no puede ser indefinido, pues es necesario reconocer el fracaso de la reforma educativa y al mismo tiempo exigir que desde arriba se ponga un alto a los disparates y el gobierno se siente a discutir con los docentes la verdadera reforma educativa que el pueblo necesita. Y entonces sí: ellos acudirán conscientes y sin temor a una evaluación verdadera, aquella que en realidad evaluará a todos los mexicanos.
* Miembro del Centro de Estudios de América del Norte de El Colegio de Sonora