Encarcelado en Lecumberri en 1968 con otros líderes del Movimiento Estudiantil, compartió su celda con José Revueltas, cuyo centenario se celebra este año. Ahí empecé a leer a Revueltas y no he parado
, recuerda. ¿Cómo fue vivir 24 horas del día con José Revueltas en una celda en la que apenas podían moverse? Dozal Jottar vio al gran escritor, comer, dormir y escribir El apando. Conserva varios de sus manuscritos y conoce su obra mejor que nadie. Cuando se le pregunta cómo era el preso Revueltas, Martín responde desde el brillo de sus ojos: Lo que más me impresionaba eran sus pesadillas; por las noches gritaba desesperado y yo sólo atinaba a agarrarle los pies para despertarlo
. Martín atesora en su memoria de elefante, los libros, las palabras, las notas, los consejos, las lecturas de su extraordinario compañero de celda.
Su apasionado reclamo al secretario de Educación, Víctor Bravo Ahuja en el sepelio de José Revueltas, lo muestra como un luchador innato. Despeinado y rojo de furia, Martín se trepó a una de las tumbas para preguntarle a Bravo Ahuja: ¿No se da cuenta que no queremos oírlo, señor?
Sus palabras fueron las mejores que se oyeron el 15 de abril de 1976 en el Panteón Francés. Martín Dozal transformó la tristeza en un mitin: ¡Viva Revueltas!
¡Muera el gobierno burgués!
“¡Cantemos La Internacional!” ¡Despidamos a Revueltas como un revolucionario!
El hospital Adolfo López Mateos tiene entre sus pacientes a un protagonista y testigo de una mala etapa de nuestro país, un maestro que es parte de nuestra memoria histórica pero también un hombre que sabe reír y llorar y beber y celebrar la vida porque la ama como a las muchachas que enamoró en Veracruz, en Tepito, en la Roma y en Iztapalapa y en tantos otros lugares por los que pasó. ¡Y que seguirá enamorando a sus 72 años como a Edith Negrín!
En este deseo de recuperación para Martín Dozal hay que destacar la excelente atención del doctor Jaime Díaz Castillo, subdirector del López Mateos, así como la de todo el personal médico y las enfermeras en la sala de urgencias. A ellos se les reconoce su humanidad en un mundo cada vez más deshumanizado. A Martín su inteligencia y lucidez, porque hombres como él no se dan todos los días.