Narcos ya no viven en mansiones, prefieren casas discretas, pero con jacuzzi y terraza

Los capos de la droga prefieren vivir en complejos habitacionales de clase media alta en el país y no llamar la atención con lujosas mansiones, pero, no han podido renunciar al jacuzzi y la terraza pues el primero les sirve para relajarse y el segundo, lo utilizan para tener a la vista a todas las mujeres que llevan a sus casas.

Regeneración, 9 de julio de 2017.– Hasta hace unos años, en ciudades como Zapopan, Jalisco, o Culiacán, en Sinaloa, era emblemático encontrar grandes mansiones construidas de una manera muy peculiar, con materiales caros como el mármol y grandes columnas.

Los vecinos decían que en esas casas vivían capos de la droga, quienes en las décadas de los ochenta, noventa y principios de este siglo dieron rienda suelta a su riqueza construyendo este tipo de mansiones.

En 2014, el grupo de autodefensas en Michoacán llegó hasta las mansiones de líderes del cártel de los Caballeros Templarios, ahí descubrieron piscinas, baños con jacuzzi, ropa de marca exclusiva, grandes habitaciones, enormes columnas, salas con pantallas planas, garajes para un gran número de autos y muebles sumamente costosos.

Sin embargo, aquellos tiempos han quedado atrás, ahora los narcos usan un perfil más bajo. Dejaron atrás las grandes mansiones para comprar casas más discretas, en barrios privados donde puedan mezclarse con habitantes comunes.

Por ejemplo, la detención de Dámaso López «El Lic» uno de los presuntos sucesores del «El Chapo» Guzmán al frente del Cártel de Sinaloa, se realizó en un lujoso departamento de una torre de condominios en una colonia de clase media alta en la capital del país.

Otro caso es el de Alfredo Beltrán Leyva «El Barbas», quien fue abatido en 2009 por la Marina también en una casa de un fraccionamiento privado y no en una gran mansión.

Un arquitecto de la Universidad de Guadalajara que pidió omitir su nombre relata que las casas de las generaciones pasadas de narcos que vivieron en la Zona Metropolitana de Guadalajara como Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo del extinto, Cártel de Guadalajara, tenían grandes portones, decoración excesiva «pero sin valor artístico», una serie de muros que «no respetaban la armonía».

El arquitecto señaló que, para los narcos, poseer una casa con el mayor lujo posible era «un sueño realizado, mostrar poder excesivo con el dinero porque ellos creen que lo grande es lo poderoso. Esos cuartos gigantes llenos de mármol. Lo peor es que compran voluntades, con dinero corrompen autoridades, constructores, arquitectos y reglamentos».

En Guadalajara, durante mucho tiempo se le atribuyó a Caro Quintero la propiedad de una casona en las avenidas Américas y Pablo Neruda, en la exclusiva zona de Providencia, pero después de haber sido abandonada fue demolida y ahora es un terreno baldío.

En México, las autoridades federales han incautado propiedades relacionadas con el narco para después subastarlas o mantenerlas bajo resguardo.

«Ha habido una evolución desde aquellas casas de los años 80 que eran unas mansiones con unos terrenos grandísimos en las cuales se podía identificar a narcos pesados. Hoy te puedo decir que son más discretos», explicó Juan Carlos Ayala, investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa y uno de los grandes conocedores de los cárteles en ese estado.

Los últimos rastros de estas grandes mansiones están en Michoacán, con el Cártel de los Caballeros Templarios. A principios de 2014, los grupos de autodefensas irrumpieron en las mansiones de Enrique «Kike» Plancarte, en el municipio de Múgica.

Los excesos y lujos en que vivían fueron plasmados por el fotógrafo francés Jerome Sessini.

Por ejemplo, en el municipio de Parácuaro, aseguraron una casona de un capo identificado como ‘El Botas’. Aquí, los autodefensas se encontraron con acabados rústicos, alberca y techos altos, donde plasmó su firma para dejar claro de quién era la propiedad.

Tanto Ayala como el arquitecto, señalan que ahora, los narcos viven en casas más modestas, pero no están dispuestos a renunciar al jacuzzi.

Un experto en bienes raíces dijo que casi todos los fraccionamientos privados que se han construido en los últimos años cuentan con jacuzzi, una comodidad que los clientes exigen.

«Pero eso no significa que todos los que compran aquí sean delincuentes», indicó.

Ayala señala que la terraza es una zona a la que los narcos no quieren renunciar pues, aunque «el jacuzzi para ellos es un lugar para relajarse, pero la terraza es un espacio que les sirve también para relajarse y tener ahí a la vista a todas las mujeres que llevan a sus casas».

«Lo que buscan ahora son las cosas de marca y artículos lujoso, pero de diseñador o de marca, como los carros, por ejemplo. Por fuera las casas son normales como las de cualquier persona, pero por dentro están llenas de lujo y siguen teniendo esos sótanos y puertas falsas donde esconden dinero y armas».

Además, dijo, los capos también buscan no cometer el error de sus antecesores y perder millones de pesos en casas incautadas por la Fiscalía.

Con información de Infobae