No hace falta Trump: Latinoamérica construye sus propios muros

Inmensos muros son utilizadas para separar a ricos de pobres. Perú, Brasil, México y Argentina, aún los edifican.

 

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Regeneración, 2 de julio de 2016.- El muro de Berlín era una vergüenza. Pero el evento se repite aún, 27 años después de la caída de la llamada Cortina de Hierro.

Esta clase de sucesos el mundo entero los conoce bien, pero las historias mínimas siempre quedan fuera de los grandes titulares. “Nadie habla sobre la cantidad de suicidios que ocurrieron a la caída del Muro. Simplemente porque no podían cogerle el ritmo a un cambio tan brutal y tan repentino”, cuenta a RT el filósofo venezolano Carlos Fernández, testigo presencial de aquel noviembre de 1989 en Alemania.

No obstante, las lecciones escritas en millones de páginas, los muros que dividen a los pueblos no han dejado de levantarse.

En el civilizado mundo del siglo XXI pueden enumerarse los siguientes muros: el que divide Ceuta y Melilla, Cisjordania, Irlanda del Norte, uno entre las dos Coreas, otro entre Arabia Saudita e Irak; Sahara Occidental tiene su muro, y también hay estas divisiones en la frontera de India y Pakistán, entre Kuwait e Irak y en Uzbekistán.

 

¿Libre de pecados?

A pesar de haber sido declarada como una “Zona de Paz”, en 2014 por los mandatarios de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), América latina no escapa a la instalación de muros entre sus habitantes, que siguen siendo un reflejo de las profundas desigualdades existentes en la región.

“Lo que se sabe menos y se ve menos es que esas inmensas fortalezas sirven también para separar a los ricos de los pobres […] En América Latina, donde la desigualdad siempre ha sido particularmente patente, la construcción de muros se ha acelerado estos últimos años”, escribe Tarik Bouafia en el portal Rebelion.

 

Tristes ejemplos

Se debe a George W. Bush, presidente de Estados Unidos entre 2001 y 2009, la paternidad del muro fronterizo destinado a separar a su nación de la vecina México.

Se trata de una mega barrera que tiene 1.050 kilómetros de extensión. Es decir, cubre el 33,3% del total de la línea fronteriza, que se extiende por 3.185 kilómetros.

Levantada para frenar la inmigración ilegal, solo ha conseguido la muerte de cerca de 6.000 personas mientras intentaban traspasarla.

Pero a pesar de los constantes reclamos mexicanos hacia los estadounidenses, a los internos de la Ciudad de México, la zona conocida como Santa Fe, en Cuajimalpa, se convirtió en uno de los lugares más exclusivos. Allí, se puede comprender la abismal diferencia entre ricos y pobres.

Se trata de barreras de hormigón con alambres de púas que cortan calles y que fueron específicamente edificadas para separarlos de los barrios pobres, explica un reporte de La Información.

En Brasil, una parte de la favela Vila Autódromo en Río de Janeiro, fue tirada abajo para dar paso a la Villa Olímpica. Allí se edificó un gigantesco muro de hormigón, para evitar cualquier intrusión al perímetro donde vivirán los deportistas durante un par de semanas, denuncian sus habitantes, en un portal comunitario de noticias.

Ya con anterioridad, el Gobierno de Río había construido un muro de tres metros de alto, rodeando varias favelas, para proteger un bosque natural de la ‘cidade maravilhosa’. El muro fue bautizado como: ‘Ecolímites’.

Por su parte, los peruanos llaman “muro de la vergüenza” a una monumental barrera que separa a los ricos y a los pobres de Lima.

El muro, con una extensión de 10 kilómetros de largo, separa la lujosa urbanización Las Casuarinas de uno de los barrios más deprimidos de la capital peruana: Pamplona Alta.

Más al sur, la capital de Argentina muestra lo suyo. Poco antes de asumir como presidente, Mauricio Macri decidió ocultar de la vista pública una de las ‘villas miserias’ más colosales de Buenos Aires: la Villa 31 y 31 Bis.

La valla tiene dos metros de alto y se extiende por 550 metros.

 

Derribar los muros

Cuando se cumplieron 25 años de la caída del muro alemán, el papa Francisco pidió derribar los muros que aún existen en el mundo y propiciar la “cultura del encuentro”.

Según el filósofo Carlos Fernández, siempre se nos dice que esos muros se levantan en nombre del progreso, “pero como decía Facundo Cabral, el progreso lo realizan los inteligentes en contra de la gente feliz“.

 

Ernesto J. Navarro.