Según una encuesta reciente, es el político más popular de Estados Unidos, pero en lugar de adoptar su mensaje, el establishment demócrata sigue resistiéndolo
Por Trevor Timm
The Guardian / El Diario (España
(25 de marzo del 2017).-Si nos guiamos por los números, Bernie Sanders es el político más popular de Estados Unidos de lejos. Pero por extraño que parezca, el Partido Demócrata, sin poder en el país y cada vez más intrascendente, aún se niega a aceptar a Sanders y a sus ideas. Y es cada vez más patente que lo hacen por su cuenta y riesgo.
Según una encuesta de la cadena Fox News difundida esta semana, Sanders tiene más de 28 puntos netos de imagen positiva entre la población estadounidense, mucho más que el resto de políticos electos en ambos extremos del espectro. Sanders es aún más popular con los tan cotizados “independientes”, entre los que tiene increíblemente más de 41 puntos netos de imagen positiva.
Esta encuesta no revela nada extraño. Presten atención a este gráfico del Huffington Post que mide la evolución de la imagen positiva de Sanders desde que logró la atención nacional en 2015, en el comienzo de su camino hacia la nominación demócrata. Cuanta más gente lo conocía, más lo querían. Exactamente lo contrario de lo que sus críticos decían que iba a ocurrir cuando competía con Clinton.
Uno podría pensar que, viendo esas cifras, los políticos demócratas estarían desesperados por ser vinculados con Sanders, especialmente si tenemos en cuenta que el Partido Demócrata tiene hoy menos popularidad que el Republicano y hasta que Donald Trump. Pero en lugar de aceptar de buena gana el mensaje de Sanders, el establishment demócrata sigue resistiéndolo cada vez que puede y parece empeñado en no cambiar la forma de pensar para recuperar el apoyo de grandes sectores del país.
Hace unos días el sitio online Politico publicó un artículo sobre el nerviosismo que sienten varios funcionarios del Partido Demócrata por la posibilidad de que los partidarios de Sanders trunquen sus esfuerzos para recuperar los gobiernos de los estados del Sur. Temen que la presión para que los candidatos adopten las políticas populistas de Sanders puede jugarles en contra, pero parecen no haberse dado cuenta de que Sanders también tiene una buena llegada en algunos de esos estados.
Profeta en tierra de Trump
El efecto que provoca Sanders en los votantes de Trump se pudo apreciar en una apasionante reunión de autoridades y ciudadanos celebrada hace unos días en West Virginia en la que Chris Hayes, presentador de MSNBC, ofició de anfitrión junto a Sanders. En ese lugar, la denominada “tierra de Trump”, la multitud terminó dándole una emocionante ovación a Sanders después de que dijera que la atención sanitaria era un derecho de todas las personas y que EEUU era el único país industrializado del mundo que no considera la asistencia sanitaria un derecho universal.
La preocupación de los políticos demócratas por los candidatos para las próximas elecciones de 2018 es otro ejemplo reciente de esta situación: con el único fin de mantener al partido fuera de la influencia Sanders, el establishment presentó violentamente otro candidato para competir contra Keith Ellison, el elegido por Sanders para dirigir el Comité Nacional Demócrata (CND).
El Partido Demócrata se ha negado una y otra vez a cuestionar el peso que tienen las grandes corporaciones en el ámbito público. Ni siquiera ha querido volver a un decreto de la era Obama, rescindido el año pasado, que prohibía el dinero de los grupos de presión como forma de financiación del CND. A pesar de la enorme popularidad que ganó el gobierno al garantizar asistencia médica para todos, todavía no han escuchado el pedido de Sanders de impulsar un plan de seguro médico universal en respuesta al intento del Partido Republicano de desmantelar el Obamacare.
Los demócratas parecen más que satisfechos de poder echar toda la culpa de las elecciones de 2016 a Rusia y a James Comey. No han hecho ningún tipo de autocrítica sobre las causas profundas del difícil escenario que enfrentan: no sólo perdieron el poder en la presidencia, también en las Cámaras del Congreso, en las gobernaciones y en las legislaturas de todo el país.
Como informó en febrero Politico acerca de la estrategia post-Trump, “los asesores demócratas dicen que en algún momento tendrán un mensaje económico positivo para que lo usen los demócratas del cinturón industrial”. El problema, de acuerdo con Politico, es que “según los asesores, el foco está puesto en tratar de matar al gigante y en lograr que los votantes que pusieron a Trump en la Casa Blanca entiendan por qué fallarán sus políticas”.
En otras palabras, los demócratas están repitiendo la misma estrategia errada que Clinton planteó en los últimos meses de su campaña. Durante una entrevista con la revista New York, el propio Sanders lo explicó esta semana con su característico estilo directo cuando le preguntaron si los demócratas se podrían adaptar a la nueva realidad política. “Hay algunas personas en el Partido Demócrata que quieren mantener el status quo; preferirían hundirse en el Titanic, siempre y cuando tengan asientos en primera clase”, respondió.
A largo plazo tal vez termine llegando el cambio para los demócratas, les guste o no. Los partidarios de Sanders intentan silenciosamente hacerse con posiciones locales del partido en todo el país. Aunque perdió la carrera por el control del CND, Ellison estuvo increíblemente cerca de lograrlo. Más cerca de lo que llegó Sanders en la carrera contra Clinton. Y los partidarios de Sanders ya están preparando candidatos para enfrentar en las primarias a los demócratas con un cargo que no se están oponiendo a Trump con la firmeza necesaria.
Una cosa es segura: los demócratas que se niegan a cambiar lo hacen por su cuenta y riesgo.
Traducción de Francisco de Zárate