Los tejedores forman redes y las redes dan lugar a tejidos, como los de los organismos vegetales y animales, que son estructuras formadas por células distribuidas regularmente y funcionan de manera coordinada. En la arena social, las células equivalen a las comunidades, cooperativas, nodos o núcleos, que al asociarse dan lugar a una organización superior por su extensión o por el número de participantes. Resulta obvio afirmar que estos tejidos, telas y telares ciudadanos han sido potenciados por las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. ¿Son estas metáforas y alegorías meros discursos intelectuales, o simples ejercicios de la imaginación? Veamos las evidencias que nos da 2015.
En México, durante estos casi 12 meses tuvo lugar una sorpresiva secuencia de sucesos cuyo objetivo implícito o explícito fue justamente el tejido de relaciones entre actores y sectores de ciudadanos en resistencia. Estos acontecimientos reunieron a cientos de organizaciones de escala comunitaria, municipal o microrregional en ejercicios de reciprocidad, que permitieron o facilitaron la comunicación, el intercambio de experiencias y la solidaridad, e indujeron la creación de organizaciones o redes más amplias e influyentes. Los hechos también abonaron algo inédito o poco frecuente: pusieron en contacto directo a pensadores y a actores sociales, a académicos y a organizaciones, a universidades y a pueblos.
Este autor registró y/o participó (en) una docena de foros auspiciados por organismos civiles, frentes ciudadanos o instituciones académicas que lograron la confluencia de movimientos sociales en resistencia o proyectos alternativos de carácter socioambiental. Todos, en conjunto, contribuyeron al empoderamientociudadano, al poder social. Entre los más destacados pueden citarse las varias reuniones realizadas por Serapaz, organismo de la sociedad civil, los talleres interculturales auspiciados por al menos dos redes académicas (la Red de Socioecosistemas y Sustentabilidad y la Red sobre el Patrimonio Biocultural), el magno encuentro de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo sobre agroecología y economía campesina, que reunió a unos 800 participantes de todo el país, y finalmente el seminario Tejiendo Voces por la Casa Común, que aglutinó una secuencia inédita de foros y conversatorios en sedes de Oaxaca, Cuautla, Cuernavaca, Guadalajara y la ciudad de México.
Mención especial merece el primer Congreso Internacional sobre Comunalidad, realizado en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, porque como señalé en una entrega anterior (http://www.jornada.unam.mx/2015/10 /27/opinion/016a1pol) logró visibilizar y posicionar un concepto que fue, es y será clave en las resistencias ciudadanas y en el tránsito hacia una nueva civilización. También deben citarse a escala latinoamericana dos congresos que reunieron a miles de participantes académicos y de la sociedad civil, el de etnobiología, en Colombia, y el de agroecología, en Argentina. En ambos casos fueron los líderes campesinos e indígenas y los taitas, sabedores, curanderos y marakames, es decir, los sabios tradicionales, quienes ocuparon las sesiones centrales. En todos estos foros quedó garantizada una nueva modalidad, basada en el tejido de relaciones, que hace realidad no sólo el diálogo intercultural, sino nuevas alianzas cuyo objetivo político es fortalecer las resistencias ciudadanas y consolidar en territorios concretos los proyectos alternativos a la civilización moderna, tecnocrática e industrial. De manera paralela a estos encuentros, y como acción y reacción a ellos, están los territorios de una decena de regiones bajo control social, y los triunfos jurídicos ante los cultivos transgénicos.
Es el poder ciudadano o social que avanza firme y sigiloso, con sus pies de paloma
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A la memoria de Eugenio Bermejillo, incansable tejedor de sueños.