WikiLeaks se mantiene comprometido a publicar información para el público, incluso aunque aquellos en el poder prefieran que no vea la luz pública
Por Julian Assange.
En los meses recientes, WikiLeaks y yo, personalmente, hemos estado bajo una presión enorme para que dejemos de publicar lo que la campaña de Hillary Clinton habla sobre sí misma, consigo misma. Esta presión ha venido de los aliados de la campaña, incluida la administración de Obama, y de liberales que están ansiosos sobre quién será el presidente electo de EU.
En la víspera de las elecciones, es importante volver a explicar por qué hemos publicado lo que tenemos.
El derecho a recibir y difundir verdadera información es el principio que guía a WikiLeaks –una organización que tiene un personal y una misión más grande que yo mismo. Nuestra organización protege el derecho del público a estar informado.
Esta es la razón por la cual, independientemente del resultado de la elección Presidencial de 2016, el ganador real es el público de EU, que está mejor informado como resultado de nuestro trabajo.
El público de EU se ha involucrado con las publicaciones de WikiLeaks que tienen que ver con las elecciones y cuyo número supera los cien mil. Millones de estadounidenses han revisado las filtraciones y han intercambiado citas entre sí y con nosotros. Es un modelo abierto de periodismo con el que los guardianes de las instituciones no están cómodos, pero está en perfecta armonía con la primera enmienda (NdR: la que se refiere a la libertad de expresión).
Publicamos material que nos envían si tiene importancia política, diplomática, histórica o ética, y si no ha sido publicado en ningún otro lugar. Cuando tenemos material que satisface estos criterios lo publicamos. Teníamos información que encajaba en nuestra línea editorial y que estaba relacionada a las campañas de Sanders y Clinton (DNC Leaks) y la campaña política de Clinton y su fundación (Emails de Podesta). Nadie niega la importancia pública de estas publicaciones. Habría sido poco razonable que WikiLeaks escondiera ese archivo del público durante una elección.
Al mismo tiempo, no podemos publicar lo que no tenemos. Hasta la fecha no hemos recibido información sobre la campaña de Trump, ni de Jill Stein, ni de Gary Johnson, ni de ningún otro candidato que satisfaga nuestra línea editorial antes mencionada. Como resultado de la publicación de los cables de Clinton y la indexación de sus correos somos vistos como expertos en los archivos de Clinton. Por esa razón es natural que las fuentes de Clinton acudan a nosotros.
Publicamos tan rápido como nuestros recursos nos lo permiten y tan rápido como el público puede absorberlo.
Ése es nuestro compromiso con nosotros mismos, nuestras fuentes y el público.
Esto no se debe a un deseo personal de influir en los resultados de la elección. Los candidatos demócratas y republicanos han expresado hostilidad contra los informantes. Apoyé, cuando inició, la campaña de Jill Stein, candidata del Partido Verde, porque su plataforma expresaba la necesidad de proteger a los informantes. Este es un problema muy cercano a mi corazón debido al trato inhumano y degradante de la administración de Obama hacia una de nuestras supuestas fuentes, Chelsea Manning. Pero las publicaciones de WikiLeaks no son un intento de que Jill Stein resulte electa, o una forma de cobrar venganza por el trato de la señorita Manning.
Publicar es lo que hacemos. Retener la publicación de tal información hasta después de la elección habría significado favorecer a uno de los candidatos en prejuicio del derecho de saber del público.
Después de todo, esto es lo que ocurrió cuando el New York Times retuvo evidencia de la vigilancia masiva de la población de EU durante un año, previo a la elección de 2004, negándole al público un entendimiento crítico del presidente en turno, George W Bush, lo que probablemente ayudó a su reelección. El actual editor del New York Times se ha distanciado de esa decisión y con justa razón.
El público estadounidense defiende la libre expresión más apasionadamente, pero la Primera Enmienda sólo se mantiene viva mediante su ejercicio continuo. La Primera Enmienda explícitamente impide que el Ejecutivo intente restringir la habilidad de hablar y publicar libremente. La Primera Enmienda no privilegia a los medios tradicionales (con sus anunciantes corporativos y dependencias en las facciones de poder en turno) por encima del modelo de WikiLeaks de periodismo científico o la decisión de un individuo de informar a sus amigos mediante las redes sociales. La Primera Enmienda nutre la democratización del conocimiento. Con el Internet ha logrado su completo potencial.
Sin embargo, hace algunas semanas, en una táctica que recordaba a la campaña del «Temor rojo» (NdR: miedo y aversión hacia los comunistas, socialistas, anarquistas y otros disidentes), del Senador McCarthy, WikiLeaks, Jill Stein, Glenn Greenwald y el principal adversario de Clinton fueron «pintados con una gruesa brocha roja». La campaña de Clinton, cuando no estaba difundiendo información claramente falsa, apelaba a fuentes sin nombre o a dichos especulativos y vagos de la comunidad de inteligencia para sugerir una nefasta alianza con Rusia. La campaña no fue capaz de mostrar esa evidencia sobre nuestras publicaciones—pues no existía ninguna.
Al final, aquellos quienes han intentado dar una mala imagen a nuestro trabajo innovador a lo largo de los pasados cuatro meses para intentar inhibir el entendimiento del público quizá porque es vergonzoso para ellos — una razón para censurar que la Primera Enmienda no tolera. Sin éxito han tratado de afirmar que nuestras publicaciones son incorrectas.
El récord de autenticidad de WikiLeaks, que lleva una década de duración, se mantiene. Nuestras principales publicaciones han logrado pasar por los filtros de compañías como Google. No todos los días se puede probar matemáticamente que tus publicaciones son perfectas, pero este es uno de esos días.
Hemos soportado críticas intensas, principalmente de los simpatizantes de Clinton, por nuestras publicaciones. Muchos de ellos se frustran porque no respondemos a estas críticas de manera sistemática, o porque no refutamos una cantidad de falsas narrativas sobre las motivaciones de las fuentes de WikiLeaks. Finalmente, si WikiLeaks respondiera a todos y cada uno de las afirmaciones falsas, estaríamos empleando recursos en actividades que no son nuestro trabajo principal.
WikiLeaks, como todas las publicaciones es responsable ante a sus financiadores. Esos financiadores son ustedes. Nuestros recursos provienen completamente de contribuciones del público y de ventas de libros. Esto nos permite tener los principios, libertad e independencia que no tienen otros medios influyentes. Pero también significa que no tenemos los recursos de CNN, MSNBC o la campaña de Clinton para refutar constantemente las críticas.
Y si la prensa obedece a consideraciones por encima de informar al público, entonces ya no estamos hablando de una prensa libre, y no estamos hablando de un público informado.
WikiLeaks se mantiene comprometido a publicar información que informe al público, incluso aunque muchos, especialmente aquellos en el poder, prefieran que no vea la luz pública. WikiLeaks debe publicar. Debe publicar y ser condenado si hace falta.
Traducido de WikiLeaks.