Por Iván Restrepo*/La Jornada
El dinero que el gobierno ha gastado en resolver los problemas que aquejan a las dos cuencas hidrográficas más importantes de Jalisco asciende a cientos de millones de pesos. Las promesas de los funcionarios federales, estatales y locales de que les devolverán su esplendor, también se cuentan por docenas. Igual son numerosos los pronunciamientos oficiales en los que anuncian que aplicarán la legislación que contempla sancionar a quienes contaminen el agua y pongan de esa manera en peligro la salud pública. La realidad muestra que las cuencas del río Grande de Santiago y la del lago de Chapala cada vez están peor y son fuente de enfermedades y desequilibrios ambientales.
De ello dio cuenta nuestra reportera Angélica Enciso el 7 y 9 de febrero pasados. Con datos muy precisos ilustra lo que sucede en dos sitios que antaño fueron ejemplo de biodiversidad y belleza natural. Ahora no hay duda de que unos cuantos kilómetros de los más de 500 que recorre el Santiago a través de Jalisco, Nayarit, Zacatecas, Guanajuato, Durango y Aguascalientes, antes de desembocar en el océano Pacífico, pueden calificarse de limpios. Lo común es que sea el basurero de diversas industrias, las actividades agropecuarias y de servicios y los asentamientos humanos que albergan una población cercana a los 9 millones de habitantes, concentrados especialmente en la ciudad de Guadalajara y su área metropolitana. Y por si fuera poco lo anterior, las presas levantadas en su trayecto modificaron las condiciones naturales de la cuenca. El resultado no puede ser más lamentable: la del Santiago es una de las más contaminadas del país, junto con las del Pánuco, Papaloapan, Coatzacoalcos, Atoyac y Balsas. Y por supuesto, la del Lerma-Chapala.
Uno de los lugares donde es más visible el deterioro del río Santiago se localiza en El Salto. Aquí se concentran desde hace 50 años los residuos provenientes de industrias que sobresalen por su peligrosidad, como la química, la farmacéutica y la metalúrgica, que se combinan con las aguas negras provenientes de la zona metropolitana de Guadalajara. La legislación que ordena tratar previamente las aguas negras antes de arrojarlas a los ríos se ignora aquí olímpicamente. Desde siempre. No debe extrañar entonces que aumenten los problemas de salud entre decenas de miles de habitantes. Una muestra más de que el derecho constitucional a la salud es letra muerta. No pueden las autoridades federales, las de Jalisco y los municipios afectados, alegar que desconocen lo que sucede. Cuentan con estudios muy puntuales elaborados por reconocidas instituciones de investigación en los que se documentan los daños ocasionados a la población y al medio ambiente. Además enlistan las medidas que deben tomarse para evitar que la cuenca del Santiago sea el basurero de poblaciones y actividades económicas.
La otra región de Jalisco con severos problemas es donde se localiza el lago de Chapala, con más de 6 mil kilómetros cuadrados, y que comparten siete municipios de Jalisco y dos de Michoacán. Desde hace 25 años buena parte del agua del lago sirve para abastecer la demanda de líquido de Guadalajara, Tlaquepaque, Tonalá y Zapopan. A la sobrexplotación de los recursos que le dieron esplendor en el pasado (especialmente el agua, la pesca y la agricultura) se agregan la deforestación de las zonas aledañas, el azolve del vaso de captación y la contaminación. Para Chapala también abundan los diagnósticos y las recomendaciones de los expertos. Comenzando por hacer cumplir rigurosamente el marco legal vigente para prevenir y controlar la contaminación. Y sin faltar las destinadas a lograr el desarrollo urbano sustentable de las poblaciones que rodean el lago.
Suman seis sexenios (De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña) de inversión pública, planes y programas para garantizar el buen estado del río Santiago y el lago de Chapala. Sin embargo, la situación es cada vez más crítica, como se comprueba en los reportajes de Angélica Enciso. Igual que en otras partes de México, en Jalisco es letra muerta el principio legal de que quien contamina paga. Y mucho más que el daño que ocasiona.
México, Regeneración, 16 de febrero del 2015
Foto: Greenpeace
Fuente: La jornada