In memoriam
Joan Baez: Here´s tou your
Su controvertido juicio atrajo una enorme atención internacional, con críticos acusando al fiscal y al Juez Webster Thayer de conducta impropia, y de permitir que sentimientos anti-italianos, anti-inmigrantes y anti-anarquistas predispusieran al jurado. Algunos prominentes americanos, tales como Felix Frankfurter y Upton Sinclair apoyaron públicamente a los comités ciudadanos de Sacco y Vanzetti en una oposición no exitosa al veredicto. Las ejecuciones de Sacco y Vanzetti generaron protestas masivas en Nueva York, Londres, Ámsterdam y Tokyo, huelgas a través de Sudamérica y disturbios en París, Ginebra, Alemania y Johannesburgo.
Sacco era un zapatero nacido en Torremaggiore, Foggia que emigró a los Estados Unidos a los diecisiete años.2 Vanzetti era un pescadero nacido Villafalletto, Cuneo que llegó a los Estados Unidos a los veinte años.3 Se dice que el juez en el caso, Webster Thayer, le dijo al jurado: "Este hombre, (Vanzetti) aunque no haya en realidad cometido ninguno de los crímenes que se le atribuyen, es sin duda culpable, porque es un enemigo de nuestras instituciones".4 No hay registro de este comentario en la transcripción completa del juicio.
Sacco y Vanzetti
Sacco y Vanzetti enfrentaron un juicio por homicidio en Dedham, Massachusetts por los asesinatos de South Braintreee, con Webster Thayer presidiendo de nuevo (Thayer pidió ser asignado al caso). Conscientes de la reputación de los galleanistas de construir bombas de dinamita de extraordinario poder, las autoridades de Massachusetts tomaron medidas para defenderse de un posible ataque con bombas. Trabajadores cubrieron el tribunal de Dedham, donde el juicio tendría lugar, con placas aislantes de hierro (pintados de manera que combinaran con los de madera del resto del edificio) y pesadas puertas corredizas de acero que protegerían esa sección del tribunal en el caso de un ataque con bombas. Cada día del juicio, Sacco y Vanzetti eran escoltados dentro y fuera de la sala con una guardia fuertemente armada.
Vanzetti declaró de nuevo que había estado vendiendo pescados en el momento en que Braintree era robada. Sacco decía que había estado en Boston para obtener un nuevo pasaporte del consulado italiano. Según su versión, habría almorzado con algunos amigos en la parte norte de Boston, los cuales testificaron a su favor. Antes del juicio, el abogado de Sacco, Fred Moore, intentó por todos los medios contactar al empleado del consulado con el cual Sacco decía haber hablado en la tarde del crimen. Un amigo de Moore lo encontró en Italia. El empleado dijo que recordaba a Sacco por la fotografía inusualmente grande que presentó. El empleado también recordaba la fecha — 15 de abril de 1920. El amigo de Moore intentó que el empleado regresara a Estados Unidos para testificar, pero él, estando enfermo, se rehusó. Lo que pudo haber sido una coartada por un empleado respetable fue reducido a un testimonio escrito que fue leído en voz alta en la corte y rápidamente cuestionado por la fiscalía, la cual argumentó que la visita de Sacco al consulado no podía establecerse con seguridad. También mencionaron que los compañeros con los que almorzó eran anarquistas.
Mucho del juicio se centró en evidencia material, notablemente balas, pistolas y una gorra. Los testigos de la fiscalía declararon que la bala calibre .32 que había matado a Berardelli era de una marca tan obsoleta que las únicas balas similares que se podían localizar para hacer comparaciones eran aquellas en los bolsillos de Sacco.Sin embargo la evidencia balística, que fue presentada con exhaustivo detalle, era equívoca. Katzmann, después de prometer en un inicio que no intentaría relacionar ninguna bala fatal con el arma de Sacco, cambió de parecer después de que la defensa preparara pruebas de tiro con el arma. Sacco, asegurando no tener nada que ocultar, permitió que su arma fuera probada, con expertos de ambos lados presentes, durante la segunda semana del juicio. La fiscalía relacionó las balas disparadas por la pistola con aquellas tomadas de uno de los guardias asesinados. En la corte, dos expertos de la fiscalía juraron que una de las fatales balas, rápidamente llamada Bala III, coincidía con aquellas de la prueba. Dos expertos de la defensa dijeron que las balas no coincidían. Años más tarde, los abogados de la defensa sugerirían que la bala fatal había sido sustituida por la fiscalía. Haciendo notar que los testigos juraban que uno de los ladrones vaciaba su arma en Berardelli, preguntaron como es que sólo una de las cuatro balas encontradas en el fallecido podía venir del arma de Sacco.
Más dudas aún rodeaban al arma de Vanzetti. Ya que todas las balas encontradas en la escena eran calibre .32 y el arma de Vanzetti era calibre .38, no había evidencia directa que relacionara al arma de Vanzetti con la escena del crimen.17 La fiscalía argumentaba que había pertenecido originalmente al guardia asesinado y que había sido robada durante el robo. Nadie testificó ver a alguien tomar el arma, pero el guardia, quien llevaba $15,776.51 en efectivo en las calles, no tenía su arma cuando fue encontrado muerto. La fiscalía rastreó el arma hasta una zapatería en Boston donde el guardia la había tirado unas semanas antes del homicidio. La defensa fue capaz de generar dudas al demostrar que en dicha zapatería nadie había recogido el arma y que la viuda del guardia le había dicho a un amigo que tal vez no hubiera sido asesinado si hubiera recuperado su arma. Sin embargo, el jurado creyó la versión de la fiscalía.
La pieza final de evidencia material de la fiscalía era una gorra que decían había pertenecido a Sacco. Éste se probó la gorra en la corte y, de acuerdo a dos artistas de dos periódicos que publicaron cartones al día siguiente, era demasiado pequeña. Pero Katzmann insistió en que la gorra le quedaba a Sacco y continuó refiriéndose a ella como suya.
La controversia que siguió desacreditaba a los testigos de la fiscalía que identificaban a Sacco en la escena del crimen. Primero, una bibliotecaria llamada Mary Splaine, precisamente describía a Sacco como el hombre que vio disparando desde el auto en fuga. Sin embargo el interrogatorio de la defensa reveló que Splain se había negado a identificar a Sacco en el interrogatorio previo y que había visto al auto en fuga a media calle de distancia. Mientras que algunos otros señalaban a Sacco o a Vanzetti como los hombres que habían visto en la escena del crimen, muchos más testigos, tanto de la fiscalía como de la defensa se negaron a hacerlo.
Después de deliberar por sólo tres horas y hacer una pausa para cenar, el jurado regresó con el veredicto de culpables. Las personas que apoyaban a Sacco y Vanzetti insistían en que habían sido condenados por sus ideas anarquistas, sin embargo cada jurado aseguró que el anarquismo no había tenido un papel en la decisión. El asesinato en primer grado en Massachusetts era un crimen capital. Sacco y Vanzetti estaban destinados a la silla eléctrica a menos de que la defensa pudiera encontrar nueva evidencia.
Apelaciones, protestas y negaciones continuaron por los siguientes seis años. Mientras la fiscalía defendía el veredicto, la defensa, guiada por el abogado radical Fred Moore, revelaba muchas razones para dudar. Tres testigos clave de la fiscalía admitieron haber sido coaccionados para identificar a Sacco en la escena del crimen. Pero cuando fueron confrontados con el fiscal Katzman, cada uno cambió de nuevo su historia, negando cualquier coerción. En 1924, la controversia continuó cuando se descubrió que alguien había cambiado el barril del arma de Sacco por el de otra Colt automática usada para la comparación.18 Otras apelaciones se centraban en el líder del jurado y en el experto en balística de la fiscalía. En 1923, la defensa interpuso un acta notarial de un amigo del líder del jurado en la que juraba que antes del juicio, el hombre había dicho de Sacco y Vanzetti, "Maltidos sean, ¡deberían ahorcarlos de cualquier manera!" El mismo año, un capitán de policía del estado se retractó de su testimonio en el juicio que relacionaba el arma de Sacco a la bala fatal. El Capitán William Proctor dijo que nunca intentó implicar la conexión y que en repetidas ocasiones le dijo a Katzmann que no existía tal conexión pero que la fiscalía había dirigido el interrogatorio del juicio de manera que ocultaba su opinión.
Aumentando la creciente convicción de que Sacco y Vanzetti merecían un nuevo juicio estaba la conducta del juez Webster Thayer. Durante el juicio, muchos habían notado que Thayer parecía despreciar al abogado de la defensa Fred Moore. Thayer frecuentemente le negaba las mociones a Moore, diciéndole al abogado californiano como se aplicaba la ley en Massachusetts. En al menos dos ocasiones en la corte, Thayer explotó contra él. Una vez le dijo a los sorprendidos periodistas que "¡Ningún anarquista de pelo largo de California llevaría la corte!" De acuerdo a testigos que más tarde firmaron actas notariadas, Thayer también reprendió a miembros de sus exclusivos clubes, llamando a Sacco y a Vanzetti "¡Bolsheviki!" y diciendo que "los castigaría bien y propiamente". Siguiendo el veredicto, el reportero del Boston Globe, Frank Sibley, que había cubierto el juicio, escribió una protesta al fiscal general de Massachusetts condenando el favoritismo de Thayer. En 1924, después de haber negado las cinco peticiones por un nuevo juicio, Thayer confrontó a un abogado de Massachusetts en su alma mater, Dartmouth. "¿Vio lo que hice con esos bastardos anarquistas el otro día?" dijo el juez. "¡Creo que eso los detendrá un poco! ¡Que vayan a la Corte Suprema ahora y que vean lo que les pueden sacar!" El arranque permaneció en secreto hasta 1927 cuando su publicación aumentó la sospecha de que Sacco y Vanzetti no habían recibido un juicio justo.
Por su parte, Sacco y Vanzetti parecían a momentos desafiantes o desesperados. En la edición de Protesta Umana de junio de 1926 publicada por su Comité de Defensa, llevaba un artículo firmado por Sacco y Vanzetti en el que apelaban por represalias por parte de sus colegas. En una referencia al manual de fabricación de bombas de Luigi Galleani (titulado La Salute è in voi!), el artículo concluía: Recuerden, La Salute è in voi!. Sin embargo, ambos, Sacco y Vanzetti escribieron docenas de cartas expresando su sincera inocencia. Sacco, en su rara prosa, y Vanzetti en su elocuente pero minado inglés, insistían en que habían sido entrampados porque eran anarquistas. Seguidores, historiadores y otros que siguen convencidos de su inocencia, señalan a estas cartas como prueba. Cuando las cartas fueron publicadas después de sus ejecuciones, el periodista Walter Lippman escribió: "Si Sacco y Vanzetti era bandidos profesionales, entonces los historiadores y biógrafos que intenten deducir su carácter de documentos personales podrían de una vez evitarlo. A través de cada prueba que conozco para juzgar el carácter, estas son cartas de hombres inocentes".
Ni Sacco ni Vanzetti tenían antecedentes penales, pero eran conocidos por las autoridades como militantes radicales y adherentes de Luigi Galleani quien se había visto envuelto en el movimiento anarquista, huelgas, agitación política, y propaganda contra la guerra. Sacco y Vanzetti clamaban ser víctimas del prejuicio social y político y ambos decían ser sentenciados injustamente por el crimen del cual se les acusaba. Sin embargo, no intentaron distanciarse de sus compañeros anarquistas ni de su creencia en la violencia como un arma legítima contra el gobierno. Como Vanzetti dijo en su último discurso al Juez Webster Thayer:
"No le desearía a un perro o a una serpiente, a la criatura más baja y desafortunada de la tierra — no le desearía a ninguno de ellos lo que he sufrido por cosas de las que no soy culpable. Pero mi convicción es que he sufrido por cosas de las que soy culpable. Estoy sufriendo porque soy un radical, y sí soy un radical; he sufrido porque soy italiano, y sí soy italiano… Si me pudieran ejecutar dos veces, y si pudiera renacer dos veces, viviría de nuevo todo lo que ya he vivido". (Vanzetti habló el 19 de abril de 1927, en Dedham, Massachusetts, donde su caso estaba siendo llevado en el tribunal del Condado de Norfolk, Massachusetts.1)
Mientras, en la prisión de Dedham, Sacco conoció a un convicto portugués llamado Celestino Madeiros. Más tarde, en 1925, Madeiros dijo haber cometido el crimen del cual Sacco era acusado. Madeiros, cuya vaga confesión contenía muchas anomalías, llevó a los abogados de la defensa a una banda que muchos piensan cometieron los asesinatos de Braintree. Antes de abril de 1920, el líder de una banda, Joe Morelli y sus hombres habían robado zapatos de algunas fábricas en Massachusetts, incluyendo las dos en Braintree donde los asesinatos ocurrieron. Morelli, descubrieron los investigadores, tenía un asombroso parecido con Sacco, tan asombroso que muchos testigos de ambas partes identificaron erróneamente su foto como la foto de Sacco. Cuando fue interrogado en 1925, Morelli negó cualquier involucramiento pero seis años después, se dice que se lo confesó a un abogado de Nueva York. Y en 1973, apareció más evidencia contra la banda de Morelli cuando las memorias de un gángster citó al hermano de Joe como el culpable en los asesinatos de Braintree. Sin embargo, la apelación para un nuevo juicio basado en la confesión de Madeiros fue negada por el juez Thayer. Las siguientes apelaciones a la Suprema Corte Judicial de Massachusetts también fueron negadas.
El 8 de abril de 1927, con sus apelaciones agotadas, Sacco y Vanzetti fueron finalmente sentenciados a muerte en la silla eléctrica. Una protesta mundial surgió y el gobernador Alvin T. Fuller finalmente accedió a posponer las ejecuciones y a establecer un comité para reconsiderar el caso.
A pesar de grandes protestas y huelgas en todo el mundo, Celestino Madeiros, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron ejecutados en la silla eléctrica el 23 de agosto de 1927. La ejecución provocó disturbios en Londres y Alemania. La Embajada de los Estados Unidos en París fue rodeada por manifestantes y la fachada del Moulin Rouge fue dañada. Ambos Sacco y Vanzetti se negaron a recibir a un sacerdote pero se dirigieron tranquila y orgullosamente a sus muertes. Las palabras finales de Sacco fueron "Viva la anarquía!" y "Adiós, mia madre". Vanzetti, en sus últimos momentos, amablemente agradeció a los guardas con un apretón de manos por su amable trato, leyó una declaración proclamando su inocencia y finalmente dijo, "Deseo perdonar a algunas personas por lo que me están haciendo ahora a mi".
Sus compañeros galleanistas no tomaron la noticia de las ejecuciones con ecuanimidad. Uno o más seguidores de Galleani, especialmente Mario Buda, eran sospechosos de ser los perpetradores del infame y mortal atentado de Wall Street de 1920 después de que los dos hombres fueron inicialmente apresados. En el funeral de la calle Hanover, una corona anunciaba Aspettando l’ora di vendetta (Esperando la hora de la venganza). En 1921, una granada enviada al embajador estadounidense en París explotó, hiriendo a su valet. Otras bombas que fueron enviadas a las embajadas de Estados Unidos fueron interceptadas. En 1926, la casa de Samuel Johnson, el hermano del hombre que había llamado a la policía la noche del arresto de Sacco y Vanzetti (Simon Johnson), fue destruida por una bomba.
Siguiendo la sentencia de Sacco y Vanzetti en 1927, un paquete bomba dirigido al gobernador Fuller fue interceptado en la oficina postal de Boston. Tres meses más tarde, explotaron bombas en el metro de Nueva York, en una iglesia de Philadelphia y en el hogar del alcalde de Baltimore. Uno de los jurados en el juicio de Dedham perdió su casa en una explosión a la media noche. Menos de un año después de las ejecuciones, una bomba destruyó el frente del hogar del ejecutor Robert Elliott. Aún en 1932, el juez Thayer fue víctima de un intento de asesinato cuando su hogar fue destruido en una explosión. Después del atentado, Thayer vivió permanentemente en su club en Boston, protegido las 24 horas del día hasta su muerte.
Sacco y Vanzetti, un filme documental ganador del premio de la Academia que presenta entrevistas con Howard Zinn, Anton Coppola y Studs Terkel, y las voces de Tony Shalhoub y John Turturro, fue exhibido en teatros a través de los Estados Unidos en el 2007 y está disponible en DVD. La música fue compuesta y dirigida por John T. La Barbera. Este filme ganó el premio John E. O’Connor por mejor filme histórico de la Asociación Histórica Americana.
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