Las cadenas productivas de cultivo y comercialización de coca eran monopolizadas hasta entonces por los holandeses desde sus colonias del sureste asiático y por los comerciantes japoneses, sus principales competidores, afirma el historiador estadounidense Paul Gootenberg, en el ensayo “Cocaína Andina-El proceso de una droga global”.
En ese contexto, Estados Unidos necesitaba de un mercado accesible para la creciente demanda de hojas de coca de la Coca-Cola, empresa que ya para 1910 se había convertido en una “actora privilegiada” de la política exterior de Washington -recuerda Gootenberg- y que impuso una “estructura monopólica de la industria de la cocaína” en Perú.
La producción de coca en los Andes peruano era legal y con incentivos que desalentaron su cultivo clandestino, recuerda Gootenberg en el ensayo, editado en Argentina por el sello universitario Eudeba.
Pero esa actitud “tolerante” de Estados Unidos concluyó al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando desaparecieron sus competidores asiáticos, detalla el autor.
“El dominio norteamericano se tradujo en la ‘exportación de prohibiciones’ y con ella, en reacción, la consolidación hemisférica de una cadena ilícita de cocaína de los Andes,ya establecida para los 60″, afirma Gootenberg, codirector de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Nueva York.
Al mismo tiempo que se intentaba prohibir en el extranjero, “el uso recreativo de la cocaína en los Estados Unidos fue creciendo poco a poco a lo largo de la década del 60 a medida que los suministros cada vez mayores de los mafiosos cubanos exiliados ayudaban a que la naciente cultura cocaínica de posguerra saliera lentamente del gueto racial o latinizado de los años 50″, explica Gootenberg.
La presidencia de Richard Nixon (1969-1974) fue un “punto de inflexión” porque lanzó una “guerra contra las drogas” a escala mundial que incluyó la creación en 1973 de la “enorme agencia de drogas, la Drug Enforcemente Administration (DEA)”.
Gootenberg define a la DEA como “una burocracia internacionalizada con poderes internos que ha sido asociada con el proyecto de Nixon de alentar un Estado represivo más grande”.
El historiador estadounidense sostiene que Nixon -al contrario de sus afirmaciones públicas contra el tráfico de drogas- “contrató secretamente a exiliados cubanos para trabajos sucios -algunos terminaron involucrados en el escándalo Watergate- que se codeaban con organizaciones cubanas de derecha que manejaban el tráfico de cocaína en los años 60″.
“Miami se convirtió en un floreciente puerto de entrada para la cocaína bajo la mirada de Nixon”, asevera el historiador norteamericano, que estudió en las universidades de Chicago y Oxford y es autor de varios ensayos sobre América Latina y el narcotráfico.
Gootenberg explica que, por otra parte, hubo quienes elogiaron el “realismo social” de Nixon porque utilizó en gran escala la metadona (opiáceo sintético) para contener la oleada del crimen urbano adjudicado “al problema afroamericano con la heroína que se había multiplicado diez veces durante los años 60″.
También aceptó ese sucedáneo “para calmar los miedos ante el aumento del abuso de drogas por parte de los contrariados veteranos de Vietnam que volvían al país”, concluye Gootenberg.
(Con información de ANSA)