Los compuestos añadidos a los alimentos y las bebidas pueden causar efectos inmediatos e identificables, o provocar daños que se manifiestan a mediano o largo plazo.
Por ello, la única alternativa para proteger nuestra salud y la del entorno es la prevención
Por El Poder del Consumidor*
A
Aceite mineral. Sustancia de uso industrial (para compresores, por ejemplo) que también se incluye en algunos productos para la piel. Sorpresivamente y sin dar aviso al público, Bimbo comenzó a usarlo como ingrediente en las mantecadas Tía Rosa. Una revisión de la normatividad de organismos de Naciones Unidas como la FAO y la OMS, así como la estadounidense FDA, reportó que este aceite no está permitido como ingrediente y su uso está limitado; en grandes cantidades tiene efectos laxantes y al parecer una parte se acumula en algunos órganos; además, es sólo aceite ya que no contiene micronutrientes. Asimismo, no hay una norma Codex (internacional) referente al aceite mineral para consumo humano porque no está pensado para ello, pero está considerado como un adulterante de grasas vegetales y animales, por lo cual la norma mexicana NMS-F-156-1970 determina la calidad que debe tener el aceite mineral en aceites y grasa vegetales. Esto significa que su uso no está permitido en productos comestibles, lo cual fue confirmado en la norma de aceite de maíz comestible.
Aditivos. Son sustancias (sobre todo químicas) que se añaden a los alimentos y bebidas procesados para sustituir ingredientes naturales, para dar una apariencia natural al producto, para abaratar el proceso de producción y para alargar la permanencia del producto en anaqueles. Se trata de saborizantes, endulzantes (edulcorantes), colorantes, emulsificantes, conservadores y otros. La ingestión frecuente de estas sustancias puede provocar diversos daños en la salud así como alteraciones en la conducta.
La mayoría de estos compuestos comienzan a ser usados sin suficientes pruebas que demuestren su inocuidad. Esto ha quedado demostrado con la prohibición de 35 aditivos en menos de 30 años, los cuales ya estaban siendo ingeridos por los consumidores cuando surgió evidencia científica independiente de sus nocivos efectos. La regulación de los aditivos en los alimentos, que resultaba endeble, se debilitó aún más a partir de la década de 1990, cuando la autoridad estadounidense dejó de evaluarlos y delegó esa responsabilidad a las empresas. Desde entonces, las empresas determinan si un aditivo es seguro.
Esto ha propiciado que ocurran casos como el uso de diacetyl para dar el sabor a mantequilla a las palomitas para horno de microondas. En 2007 surgió evidencia de que este saborizante podría dañar los pulmones de los consumidores. Fue entonces que las empresas que lo añadían a las palomitas anunciaron que lo reemplazarían. El diacetyl es uno de los miles de aditivos que se han incorporado en los alimentos procesados sin efectuar una evaluación imparcial de sus riesgos.
Otro problema causado por los aditivos es la alteración de la conducta. Un estudio de la Universidad de Southampton que alimentó a 300 niños durante seis semanas con alimentos y bebidas que contenían aditivos y colorantes de uso frecuente identificó el desarrollo de hiperactividad y problemas de atención. Estos trastornos se manifiestan en distracción (de moderada a severa), ansiedad, inestabilidad emocional e impulsividad. En su manifestación crónica, este problema puede afectar todas las relaciones sociales que establece el individuo. > ver aditivos alteran la conducta
Ante estos resultados, la Agencia de Estándares en Alimentos del Reino Unido recomendó a los padres de familia que percibieran en sus hijos problemas de conducta que les redujeran el consumo de alimentos con el aditivo benzoato de sodio (como la Coca Cola, la Pepsi, diversas bebidas de fruta y una larga lista de alimentos procesados que lo usan como conservador) y que también suspendieran el consumo de productos con colorantes.
En México, según datos de la Secretaría de Salud, los trastornos de hiperactividad y déficit de atención están entre los motivos más frecuentes de consulta en clínicas psiquiátricas, pediátricas, psicológicas y en escuelas, pues se estima que en México este problema afecta a millón y medio de niños y a tres millones de adultos.
El Hospital Infantil de México ha documentado que al reducir a la mitad el consumo de refrescos con colorantes, saborizantes artificiales y cafeína (todos ellos aditivos) en niños hiperactivos, mejora su comportamiento hasta en el 42% de los casos (“Los refrescos y su impacto en la nutrición de los niños”).
Por su parte, el Parlamento Europeo ha señalado: “El crecimiento del número de los aditivos utilizados en los alimentos significa una gran cantidad de pequeños riesgos acumulados para la seguridad de los alimentos que no es fácil evaluar y que puede crear efectos sinérgicos entre diversas sustancias. Debe limitarse el total de los aditivos autorizados para los alimentos”. Y es que cada año surgen 10 mil nuevos productos alimenticios, algunos con nuevos aditivos y muchos de ellos con nuevas combinaciones de aditivos.
Resulta incomprensible que el uso de ciertos aditivos en medicinas requiera una advertencia sobre sus posibles efectos, pero esto no se aplique al incluirlos en alimentos.
Además de las alteraciones de conducta, los aditivos suelen provocar reacciones alérgicas y de intolerancia. Sus síntomas más comunes son aquellos que afectan al aparato respiratorio (asma y rinitis) y a la piel (urticaria, dermatitis de contacto, etc.).
B
Benzoato. Es un grupo de ingredientes que incluye benzoatos, el ácido benzoico y los ésteres de dicho ácido. Se elabora químicamente a partir del tolueno, una sustancia altamente tóxica responsable de daños al sistema nervioso central y potencialmente cancerígena. Se usa como conservante en los productos ácidos porque actúa en contra de las levaduras y las bacterias, y además tiene alta solubilidad.
Es empleado en vinos y cerveza, refrescos y jugos, mermeladas, jarabes, yogur, gelatinas, chicles y caramelos, salsas y productos de panadería. Aunque se le ha considerado un aditivo seguro, algunos estudios señalan que produce problemas en la piel como dermatitis atópica, urticaria y angioderma, sobre todo en asmáticos y personas sensibles a la aspirina y a la tartracina. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria recomienda prohibir el uso del propilparabeno (que ha afectado las hormonas sexuales y los órganos reproductores masculinos de ratas) y abandonar el uso de p-hidroxibenzoatos en los suplementos dietéticos líquidos. En los años de 1990 se descubrió que el ácido benzoico y los benzoatos, junto con el ácido ascórbico (vitamina C) y bajo condiciones peculiares, llegaban a producir el cancerígeno benceno. De hecho, se encontraron niveles de benceno superiores a los permitidos en EUA en jugos de fruta que tenían agua mineral (CO2). Esta situación se ha repetido posteriormente en refrescos con vitamina C. Al parecer, ciertos metales como el hierro y el cobre pueden producir benceno a partir de los benzoatos. Por otro lado, en 2007 un estudio sugirió que el benzoato puede ocasionar daños a nivel celular, al desactivar partes vitales del ADN; este problema, relacionado habitualmente con el envejecimiento y el alcoholismo, puede llevar a una cirrosis del hígado y a enfermedades degenerativas como el Parkinson. Asimismo, la Agencia de Estándares en Alimentos del Reino Unido identificó que, en combinación con colorantes químicos como la tartracina, el benzoato de sodio es un detonante de hiperactividad y déficit de atención en los niños. El mayor problema de los benzoatos es el incremento en el consumo de productos enlatados y refrescos, lo cual lleva a superar con facilidad la ingesta diaria máxima recomendada (10 mg por cada kg de peso). Esto puede generar a largo plazo problemas de salud como enfermedades crónicas e incluso algunos tipos de cáncer. El benzoato es uno de los conservadores más usados en los refrescos en México, país con el mayor consumo estas bebidas por persona. Se puede encontrar al benzoato como: benzoato de sodio o benzoato sódico o E211, benzoato de potasio o benzoato potásico o E212, para-hidroxibenzoato de eptilo E209, ácido benzoico o E210, entre otros.
C
Ciclamato de sodio. Este aditivo químico que es 30 veces más dulce que el azúcar refinada. Fue retirado de los alimentos en Estados Unidos en septiembre de 1969 por ocasionar cáncer de vejiga en ratas. Aunque este descubrimiento ha sido controversial y a pesar de que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) recibió en 2003 una nueva solicitud del Laboratorio Abbott para permitir el uso comercial del ciclamato de sodio, hasta el momento este compuesto sigue prohibido en ese país. En México, fue autorizado su uso en junio de 2006 para facilitar la estrategia comercial de Coca Cola con el lanzamiento de su producto Coca Zero. Ante la polémica por la inclusión de ciclamato de sodio como endulzante en ese producto, el secretario de Salud, José Ángel Córdova, estimó que “tal vez sería necesaria una etiqueta con la advertencia para niños y jóvenes, y sobre todo para las personas con bajo peso, porque serían las más afectadas”. El Poder del Consumidor solicitó incluir en dicha advertencia a las mujeres embarazadas, ya que existen estudios científicos que advierten que esta sustancia puede cruzar la barrera de la placenta y alojarse en el feto.
Colorantes. Desde hace tiempo se han señalado a los aditivos y en especial a los colorantes como factores que provocan alteraciones de conducta como hiperactividad y déficit de atención, especialmente en los niños. Esto fue corroborado por la Universidad de Southampton que realizó un estudio, a petición de la Agencia de Estándares en Alimentos del Reino Unido, con 300 niños durante seis semanas. Ante los resultados, la Agencia recomendó a los padres de familia que percibieran alteraciones de conducta en sus hijos que les redujeran el consumo de productos con colorantes, como los E102, E104, E110, E122 y E129. En México, los trastornos de hiperactividad y déficit de atención afectan a millón y medio de niños y a tres millones de adultos. Estos trastornos se manifiestan a través de la distracción (de moderada a severa), ansiedad, inestabilidad emocional e impulsividad. En su manifestación crónica, este problema puede afectar todas las relaciones sociales que establece el individuo. (ver Tartracina)
D
DDT. A lo largo de décadas, este compuesto fue usado para combatir la presencia de insectos trasmisores de diversas enfermedades e incluso fue rociado directamente a las personas. La Organización Mundial de la Salud y los gobiernos promovieron su uso masivo, argumentando que no representaba ningún riesgo a la salud. Sin embargo, en 1962 Rachel Carson publicó La Primavera Silenciosa donde demostró que este insecticida causaba graves impactos a lo largo de la cadena alimenticia e incluso mermaba las capacidades de reproducción. Las corporaciones Monsanto, Velsicol, American Cyanamid y el propio Departamento de Agricultura de los Estados Unidos emprendieron una campaña difamatoria contra Carson. Pero una década después fue reconocido el potencial tóxico del DDT y fue prohibido en los Estados Unidos. En varios países se sigue usando para erradicar insectos.
Los alimentos retienen esta sustancia, que pasa a las células grasas del cuerpo de quien ingiere dichos alimentos y desde ahí provoca su efecto nocivo.
Diacetyl. Este aditivo fue utilizado para dar el sabor a mantequilla a las palomitas para horno de microondas hasta que en 2007 se anunció que podría ser causa de daños en los pulmones. Ese año fue documentado el caso de un consumidor frecuente de estos productos que desarrolló una merma en su capacidad respiratoria, similar a la que sufrieron los obreros que trabajaban en la fabricación de este saborizante. Para evitar demandas, las mayores empresas productoras de palomitas en Estados Unidos anunciaron la sustitución del diacetyl. El producto que se comercializa en México proviene de estas empresas y contiene el aditivo denunciado por sus efectos en salud.
E
Edulcorantes. Sustancias químicas que sustituyen al azúcar. En Europa, está prohibido el uso de varios edulcorantes en productos dirigidos a niños o mujeres embarazadas. El Hospital Infantil de México ha analizado las alteraciones de conducta infantil y su relación con las bebidas ingeridas y ha concluido que “se asocia el comportamiento agresivo destructivo del niño con el consumo de azúcares. Existen evidencias de que, en niños hiperactivos, al disminuir el consumo de estos elementos en un 50% (eliminando colorantes, saborizantes artificiales y cafeína) mejora su comportamiento hasta en el 42% de los casos” (texto: “Los refrescos y su impacto en la nutrición de los niños”).
F
Ftalatos. Sustancias químicas utilizadas para hacer flexible el PVC. No obstante que son cancerígenos y se desprenden muy fácilmente del PVC, se utilizan en los juguetes y especialmente en mordederas, chupones y otros artículos que los bebés se llevan a la boca. Por ello, la Unión Europea prohibió el uso de estas sustancias en juguetes para menores de tres años, mientras en otros países incluido México se tolera su presencia en artículos para bebés sin siquiera informar al consumidor acerca de los riesgos.
H
Falsa harina integral. La harina integral esta es la opción más saludable de panes y galletas, ya que tras la molienda del cereal se conserva su cascarilla y su germen, lo cual permite aprovechar íntegramente los nutrientes del cereal, de ahí el nombre de integral que se da a esta harina.
Desafortunadamente, la empresa panificadora Bimbo ha engañado a los consumidores al comercializar productos que dicen ser de harina “integral” pero en realidad son de harina convencional refinada. Por ello, organizaciones de consumidores de Perú, Chile y México denunciaron públicamente a esta corporación, por engañar con dolo a los consumidores.
M
Melamina. Sustancia con que fue adulterada la leche en China y que en 2008 ocasionó daños renales a 53 mil niños, muchos de ellos menores de dos años, de los cuales más de 10 mil debieron ser hospitalizados (un centenar en estado grave) y cuatro murieron. La melamina es un químico empleado en la fabricación de pegamentos, plástico y resina, así como en la manufactura de papel; ingerirla ocasiona insuficiencia renal, problemas gástricos, asma y fibrosis pulmonar; estudios de laboratorio la asocian al desarrollo de cáncer y tumores.
En México, la melamina fue popular como recubrimiento que daba resistencia a los muebles. En 2007, 22 empresas chinas comenzaron a añadir la melamina a la leche para espesarla y además falsear los controles de calidad al hacerla parecer con más proteínas de las que realmente tenía. Y es que la melamina posee grandes concentraciones de nitrógeno, que es el indicador de proteínas en la leche. En este engaño participaron incluso las mayores empresas del ramo: Mengniu, Yili, Guangming y Sanlu. En abril de 2008, Kwok Wai Cheong, gerente financiero de Mengniu, se mostraba complacido de que las ganancias de su empresa habían aumentado 30% el año anterior y explicaba:
“La leche está de moda, gracias a que el gobierno hace campaña sobre los beneficios del consumo de lácteos para la salud”.
Pero en ese entonces ya había denuncias por daños a la salud, las cuales fueron ocultadas hasta que en septiembre estalló el escándalo. China pretendía tener en 2008 el mayor incremento mundial en la producción de leche y alcanzar los 38 mil millones de litros, por eso las empresas productoras estaban diluyendo con agua la leche y simulaban que no perdía proteínas añadiendo melamina.
Así, la contaminación con ese químico se extendió a las leches infantiles, a derivados lácteos y a productos que contienen leche en polvo, como bombones, chocolates, helados, cereales, galletas y dulces (incluido el popular caramelo “White Rabbit”).
Esto provocó el cierre de fronteras asiáticas y europeas a todos esos productos y la indignación de socios comerciales que en 2007 ya habían recibido embarques de alimentos y pasta dental tóxicos, así como comida para mascota con melamina (se estima que esto último provocó sólo en Estados Unidos daños a miles de perros y otras mascotas, y la muerte de cientos de ellos). La reincidencia de China llevó a extremar precauciones.
Ante el riesgo de que los lácteos contaminados fueran insumos de productos elaborados en otras naciones, Japón puso también bajo vigilancia a los productos procedentes de Corea del Sur, Tailandia, Indonesia, Malasia, India, Filipinas, Singapur, Vietnam, Mianmar, Taiwán y Hong Kong… En contraste, el gobierno de México tardó semanas para adoptar medidas, a pesar de que en el país se vendían productos chinos como el dulce “White Rabbit”.
Tartracina. Es un colorante artificial, amarillo brillante. Se utiliza en productos de repostería (pasteles, pan de dulce, galletas), derivados cárnicos (chorizo, jamón, mortadela), sopas preparadas, conservas vegetales, helados, caramelos y otros alimentos. También se usa como sustituto de azafrán. Aunque está permitida en más de 60 naciones, los países nórdicos han prohibido su uso (como todos los colorantes sintéticos) por sus efectos nocivos sobre la salud, en especial entre la población vulnerable. Alrededor del 0.1% de la población sana puede tener alergia a la tartracina, proporción que se eleva al 4% entre los asmático y hasta el 10% entre los alérgicos a la aspirina. El rechazo a la tartracina se puede manifestar como urticaria, que llega a volverse crónica. Asimismo, estudios científicos han demostrado que también puede causar asma y rinitis alérgica. Además, cada vez más estudios demuestran la influencia de la tartracina en la hiperactividad infantil, por ello los médicos aconsejan eliminar este y otros colorantes artificiales de las dietas infantiles. Algunos alimentos la mencionan de distinta manera: Tartrazina, Tartrazine, Amarillo No. 4 (Yellow N° 4), E102 (Europa), CI 19140 (Color Index, denominación mexicana).
Transgénicos. Nombre común de los inciertos “organismos genéticamente modificados”, los cuales son generados en laboratorios mediante biotecnología (ramificación técnica de la biología a escala genética). En principio, los transgénicos contradicen cualquier procedimiento natural de alteración, modificación o mejoramiento genético de los organismos vivos, ya que mezclan elementos de especies que jamás se combinarían de manera natural, es decir, combina genes de virus o bacterias con plantas, semillas o verduras.
Los biotecnólogos están sumamente entusiasmados con estos experimentos, pero más lo están las empresas que han patentado los contenidos genéticos resultantes con lo que ya son dueños de estas formas de vida que pretenden expandir por todo el mundo y además pueden exigir el pago de regalías, por ejemplo, a los campesinos cada vez que siembren semillas transgénicas. El gran problema es que aún se desconocen los efectos a mediano y largo plazo de tales alteraciones genéticas, tanto sobre la salud humana como en el equilibrio ecológico.
Diversos estudios realizados en Europa han demostrado que la siembra de transgénicos contamina genéticamente a los sembradíos vecinos de productos tradicionales y causa alteraciones en la ecología local. Varias organizaciones internacionales han propuesto etiquetar debidamente a los transgénicos, para que los consumidores puedan distinguirlos y con la información necesaria decidan si desean ingerirlos, pero las empresas productoras se han negado a ello e incluso han cambiado el término de estos productos por “organismos vivos modificados” e incluso “organismos vivos mejorados”, en un intento por confundir a los consumidores.
Regeneración, 21 de julio del 2015. Fuente: El Poder del Consumidor