AMLO habló sobre León Tolstói, autor del texto que leyó Beatriz Gutiérrez Müller, quién decía que «sólo siendo buenos podemos ser felices «
Regeneración, 30 de abril del 2020. El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) felicitó a las niñas y niños de México, acompañado de la doctora Beatriz Gutiérrez, quien leyó un cuento.
En el marco del Día de niño, el mandatario habló sobre León Tolstói, autor del texto, quién aseguró que «sólo siendo buenos podemos ser felices «, refirió AMLO.
«Y a mi me gusta mucho eso, el que podamos definir qué es la felicidad,porque la felicidad no es tener dinero, tener cosas materiales, comprar camisas, vestidos de marca», reflexionó.
En su mensaje, el Ejecutivo reiteró que no se necesitan lujos y ropa de marca para alcanzar la felicidad, sino que basta con estar bien con uno mismo y con el prójimo, con la conciencia en paz.
El presidente destacó la moraleja de La camisa del hombre feliz, al que describió como un cuento bellisímo.
¡Felicidades niñas y niños de México! pic.twitter.com/SYhIXPaftv
— Andrés Manuel (@lopezobrador_) April 30, 2020
Esta mañana en conferencia de prensa, López Obrador aseguró que ante la contingencia sanitaria por el Covid-19 los menores son los que más han ayudado al estar en casa y estudiando a distancia, y reconoció su paciencia.
«Muchas felicidades a los niñas, niños de México, hoy 30 de abril, nuestra felicitación a todos los niños, más en estos momentos que ellos han estado ayudando portándose bien, estudiando a distancia mientras los papás están cuidándose y cuidándolos en las casas, ellos han ayudado mucho porque han tenido paciencia.
LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ
León Tolstói
En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor.
Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas en caravanas de lejanos países. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba.
Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.
El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar devolver la
salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció:
—Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor. Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad.
Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la tierra, pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor, y quien lo tenía se quejaba de los hijos.
Sin embargo, una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea:
—¡Qué bella es la vida! Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares ¿qué más podría pedir?
Al enterarse en palacio de que, por fin, habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente:
—Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida!
En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante.
Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, mas, cuando por fin llegaron, traían las manos vacías:
—¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre!
—Señor -contestaron apenados los mensajeros-, el hombre feliz no tiene camisa.