Víctor Flores Olea
Una mujer del norte dijo al terminar el discurso de Andrés Manuel López Obrador el pasado domingo 20 de marzo en el Auditorio Nacional: “ahora sí tenemos programa, táctica y estrategia, y líder para llegar a la Presidencia en 2012”. Esta mujer mostró más perspicacia política que un buen número de los escritos que se han publicado en la prensa y aparecido en los medios electrónicos, claro que en ella estaba ausente el veneno de los intereses con que se formulan otras opiniones. Sabiendo además escuchar y leer, en lo que tampoco se han mostrado muy duchos buena cantidad de “comunicólogos”.
El hecho es que el más importante acontecimiento político de los últimos tiempos se dio precisamente en el Auditorio Nacional ese domingo 20 de marzo. Afirmación de liderazgo político, desde luego, pero además sostenido por un programa de acciones de gobierno que ni remotamente han pergeñado los otros candidatos que también se apuntan al relevo presidencial. En el caso de Andrés Manuel López Obrador hay presencia y sustancia, si se quiere aun más lograda y redonda que en 2006. Muchos dirán más equilibrada y pertinente, una idea de Proyecto de Nación más sólido y contundente.
Tal programático Nuevo Proyecto de Nación ha sido elaborado por distinguidos pensadores y especialistas (excluido el que esto escribe), pero sobre todo ha sido tomado con gran sensibilidad y talento por AMLO, según podrán comprobar quienes lean su discurso de la ocasión, del que ha sustraído “50 acciones indispensables para la regeneración nacional”.
Porque de eso se trata: no sólo de proponer una plataforma político electoral, sino un conjunto de normas y valores que se refieren a la ética política y a la moral social y personal, un programa que no únicamente tiene como base y objetivo el triunfo electoral que por necesidad es cuantitativo, sino una reconstrucción del país que se refiere a lo cualitativo y que considera como piedra angular de esa refundación los valores y cultura del México profundo, de las comunidades indígenas, rurales y urbanas, y de todos aquellos nacionales que luchan en distintas trincheras para rehacer el tejido social del país tan desgarrado y degradado en los últimos tiempos.
Ante este “nuevo modo de hacer política”, que se exponía en el Auditorio Nacional, las peripecias lamentables que ocurrían a no demasiadas cuadras de distancia, en el Congreso del PRD, “autoreducían” a su mínima expresión el significado de ese partido, “autoenanizando” su presencia. No es que careciera de importancia el destino del PRD, pero en manos de “los Chuchos” su significado disminuye, se hace irrelevante como medio de “regeneración nacional”, que en el fondo es lo que está en juego, lo que verdaderamente importa para el 2012.
Para su discurso, Andrés Manuel López Obrador decidió sintetizar en 50 compromisos el amplio programa contenido en “El Nuevo Proyecto de Nación”. Claro que hay temas que él había mencionado en 2006, lo cual es natural porque tales objetivos no se han cumplido y siguen siendo vigentes, más aun, buen número de ellos se han pervertido y resulta más urgente que nunca reivindicarlos, realizarlos.
Recordemos algunos: la lucha electoral por la presidencia tendría como objeto último alcanzar una democracia en que efectivamente el gobierno sea del pueblo y para el pueblo. Es decir, luchar contra una de las distorsiones mayores de la actual vida pública: los representantes políticos lo son mucho más de los negocios y los intereses económicos que de las necesidades sociales.
El estricto respeto a la Constitución es no sólo un principio necesario de legalidad (y de no corrupción), que deben cumplir estrictamente todos los poderes de la Unión, subrayando la especial responsabilidad del poder judicial.
El Presidente de la República estaría sometido a la revocación del mandato, a los tres años de su ejercicio, además de que el gobierno se definiría por aceptar los múltiples diálogos que le propondrían los ciudadanos, y en favor de la tolerancia, la pluralidad, diversidad y transparencia del nuevo México.
El Ejército y la Marina gradualmente se retirarían de la guerra contra el narco, y no se les utilizará nunca para resolver conflictos sociales y menos para reprimir al pueblo. En materia internacional, recuperaríamos el prestigio que hemos tenido en América Latina y ante la comunidad internacional.
Con Estados Unidos prevalecerá el respeto a las soberanías y se revisará el TLC para corregir desequilibrios, al mismo tiempo que se protegerán invariablemente los derechos humanos y laborales de los migrantes. Los medios de comunicación se democratizarán y se romperán los monopolios tanto de la telefonía como de la televisión.
Se defenderán los derechos de los trabajadores y se impulsará la democracia sindical, terminando con los cacicazgos vigentes.
En lo hacendario se cumplirá con el mandato constitucional de un cobro progresivo, es decir, quien gana más paga más. En la economía se privilegiará la producción sobre la especulación. Se terminarán los privilegios de la alta burocracia. Se construirán 5 refinerías, en vez de importar gasolina. Se impulsarán las pequeñas y medianas empresas y se terminarán los monopolios.
Este programa se compromete también a conservar el patrimonio histórico, artístico y cultural de la nación, y por supuesto a preservar la diversidad y riqueza del patrimonio natural.
Inclusive una lectura rápida del programa nos convence que la realización de estos compromisos daría nacimiento a una República nueva y renovada, regenerada, como dice Andrés Manuel López Obrador. ¿Quién ha sido entonces el verdadero peligro para México?