El documental es un retrato extraordinario de la artista que se derrumbó frente a los ojos del mundo.
Regeneración 28 de febrero del 2016.- La trágica historia de Amy Winehouse, resumidas en 128 minutos, hoy están nominadas para el Oscar a mejor documental. Los miembros de la Academia han tenido la distintiva tarea de decidir si por pericia, montaje, singularidad, esfuerzo o poder de conmoción, Amy: The Girl Behind The Name, del director inglés de origen indio Asif Kapadia, merece quedarse con la estatuilla. Nada inocente: si bien Amy -película- fue calificada por la crítica como impecable, rotunda y original para el género, su contenido perturbador genera acusaciones y peleas entre sus protagonistas desde su estreno en Cannes en mayo de 2015, y no deja descansar en paz a la convulsa, excéntrica, brillante, ordinaria niña judía del norte de Londres que, sin rodeos, murió sola, asesinada entre todos.
El peor riesgo de partir siendo joven, famoso y rebelde es que uno deja su biografía en manos de los demás. En el caso de Winehouse -cinco Grammys en una noche, la voz del jazz en el siglo XXI, un potencial de talento comparado por Tony Bennett al de Dinah Washington-, el homenaje de Kapadia terminó siendo tan rotundo y potente que ninguno de sus protagonistas quiso hacerse cargo del revuelo que causaron sus intimidades expuestas al sol.
Cuando Mitch, padre de Amy, vio el resultado de la cinta puso el grito en el cielo, se desentendió del proyecto que inicialmente había apoyado y amenazó a sus responsables con iniciar acciones legales por difamación y calumnias. «Les dije que eran unos desgraciados, que deberían avergonzarse de ellos mismos. Me retratan como un codicioso indiferente. Cometí errores, sí, pero no amar a mi hija no fue uno de ellos», dijo. Las imágenes reunidas para el director por Paul Bell, un topo-detective que se pasó un año buscando material prácticamente inédito de backstages, grabaciones de estudio, escenas domésticas tomadas con celulares, videos familiares y descartes de reportajes resignados en su momento, muestran al padre, por ejemplo, forzando externaciones para que la cantante cumpliera, pasada de drogas y alcohol, con los millonarios compromisos artísticos ya asumidos.
El señor Winehouse había dejado a su familia cuando Amy tenía 9 años. Ella contaba: «Papá nunca estaba cerca en los momentos importantes. Mamá crio a sus hijos sola». Pero cuando Amy alcanzó la fama, él se volvió su agente personal y era quien decidía si la joven debía internarse o no. Mitch aceptó hablar para el cineasta después de ver Senna, su premiado trabajo sobre el automovilista. «Pensé: esto es brillante, vamos a estar en buenas manos.» Hoy, furioso y arrepentido, se dedica a despotricar contra Kapadia, escribir libros, promover la fundación que honra la memoria de su hija y ayuda a jóvenes adictos, y planea producir como réplica su propio documental.
Para Nicky Shymansky, primer manager de Amy cuando tenía 16 años, «la película trae de nuevo la importancia de su legado». Prefiere no dirigir dedos acusadores. En todo caso, por ser quien cuidó de ella en sus peores momentos y quien desde los primeros síntomas propuso ingresarla para rehabilitación, se carga al hombro la autocrítica que todos deberían haber hecho. «Cuando recibí la llamada de Asif dudaba de que él fuera capaz de hacer un retrato exacto de lo que había ocurrido sin que nadie intentase callarlo por alguna parte -detalló-. Me costó mucho decidirme. Desde que ella murió sólo se produjeron cosas sensacionalistas alrededor de su historia. Me pareció sorprendente que un equipo de profesionales respetados quisiese averiguar lo que realmente ocurrió. Decidí sincerarme con ellos porque me hicieron sentir lo suficientemente cómodo.» Shymansky fue uno de los cien entrevistados que durante un año se fueron sentando frente a Kapadia, sin cámaras, con un micrófono, bajo una luz tenue, a charlar sobre Amy sin preguntas arregladas ni rutina preparada. Cuando vio el resultado, admite, se sintió triste y enojado, «tal como me sentí durante los últimos diez años. Me enfada cómo fue tratada Amy por la gente, todavía no he asimilado que mi amiga se volviese tan famosa, que enfermase y haya muerto. Todos los que estuvimos a su alrededor somos perdedores. Todos estamos jodidamente perdidos y nada va a traerla de nuevo».
Genio y figura
Juliette Ashby, amiga íntima desde la infancia de la cantante rompió el silencio para el documental, pero además se dedicó a promocionarlo junto al director en varios programas de televisión. Para ella, el retrato que se presenta de Winehouse es de candidez y belleza, ayuda a mejorar su imagen como ícono musical y destaca, más allá de sus periódicos escándalos, el enorme legado que le hizo a la música. «Estoy cien por ciento segura de que verán en ella a una mujer fantástica, talentosa, graciosa, amada e inteligente. Amy era una bellísima persona», opinó. A un piso de Camden, la cantante se había ido a vivir a los 18 años con Juliette. Tras una adolescencia que alternó bulimia con antidepresivos, se fue de la casa materna para «fumar marihuana, tomar alcohol y escribir canciones todo el día». Juliette insiste: «Me gusta el documental porque revive un montón de recuerdos de ella y la muestra como una chica normal, que es lo que era».
Del marido de Amy, Blake Fielder -según Mitch Winehouse, «la mayor escoria de los bajos fondos a quien Dios le ha dado aliento»- Kapadia obtuvo el testimonio más brusco y valioso. Su relato en off mientras se ven las imágenes de la pareja caminando por el Soho de Londres, sucios, alienados, tajeados y ensangrentados después de haber reincidido con un coctail de crack, alcohol y ketamina, dan pena y abruman. Cuando se estrenó la película, Fielder dijo a la revista Times: «No soy el villano de la historia, me parece una falta de respeto dar a entender que actué como un titiritero maquiavélico. No arruiné su vida, ella tenía otras adicciones antes de conocerme». El chico, hoy en recuperación dice que arrastra su vida como puede tras haber sido el gran y malsano amor de la infortunada chica. Por estos días ha manifestado querer reconciliarse con su ex suegro: «Me gustaría hablar con Mitch genuinamente y pedirle perdón por la parte que me toca, pero no voy a hacerme cargo de la muerte de Amy».
La película de Kapadia, quien hoy prepara un trabajo sobre Diego Maradona, es el documental inglés que más recaudó y el más visto en la historia del Reino Unido. En enero comenzó a verse por Netflix. A cinco años de su muerte, la figura de Winehouse sigue generando ganancias por millones. Cíclicamente el mundo necesita artistas como ella, genios de plazos cortos, que al irse dejen una estela de dólares y conventillo cruzado para seguir alimentando el mito.
Vía La Nación