En un buen día, el pintor y muralista Enrique Chiu consigue avanzar varios metros lineales sobre el muro fronterizo que separa a Estados Unidos de México. La brisa del mar, que se atisba en el horizonte, lo acompaña en esa obra épica que inició en solitario en diciembre pasado.
Regeneración, 16 de julio de 2017.- En entrevista para La Jornada, el artista dijo que “al principio, este proyecto fue una idea que emprendí en solitario, porque parecía una locura, asegura Chiu al recordar el día que encendió la mecha pintando el tramo del muro en la zona de Playas de Tijuana, a espaldas del Toreo, “donde las láminas oxidadas y enmohecidas afeaban el paisaje.
“Pero conforme ha pasado el tiempo, este proyecto se me ha salido de las manos, porque mucha gente ha querido sumarse. Este proyecto se convirtió de repente en un movimiento. En una forma de organización y protesta espontánea”.
A fines de diciembre, el pincel de Enrique Chiu se ha multiplicado a través de una obra colectiva. Ciudadanos de a pie y artistas que han llegado desde Japón, Alemania, Nueva Zelanda o España se han sumado a la causa del Muro de la fraternidad.
“Artistas plásticos que vienen desde distintos puntos de México o del mundo trabajan colectivamente con inmigrantes, con parroquianos y gente que a veces sólo puede pintar con los pies…
“Ese muro es símbolo de rechazo, de exclusión. Nosotros los mexicanos, los hispanos, los latinos somos los que nos topamos con esa pared. Con ese muro de incomprensión”, aseguró Chiu, quien ha conseguido impulsar un movimiento de solidaridad para convertir parte del muro fronterizo con Estados Unidos en un mural de dimensiones épicas.
Obra a la medida de las peores crisis
Una obra a la medida de una de las peores crisis de migración de sur a norte. De un éxodo que apuran el hambre, la pobreza o la violencia. Un mural como testimonio de esa asimetría entre el norte y el sur. Como vergonzante frontera entre la riqueza y la pobreza.
Este es un mural dedicado a la migración. A toda esa gente que sólo busca una vida mejor. Que se arriesga mucho. O que ha sido deportada y separada de su familia, aseguró al evocar los comienzos de un proyecto que empezó con 20 mil pesos y la colaboración de algunos amigos.
“Hemos ideado este mural a grande y pequeña escala. El mural a gran escala es para que la gente lo vea de lejos. Pero también dejamos mensajes pequeños que son leídos por esos migrantes que todos los días se esconden entre la hierba o que se pierden entre el polvo y el lodo. Les dejamos mensajes de aliento, de esperanza.
“En las zonas más inhóspitas. Les dejamos escritos mensajes de esperanza para infundirles valor. Les decimos fuerza, animo, valor, ten confianza en ti mismo. Hay gente que pone mensajes de contenido religioso. Como ten fé o Dios está contigo.
En muchos sentidos, el muro es un obstáculo pero también un símbolo que apela a la conciencia de millones de seres humanos dentro y fuera de México y Estados Unidos: Hemos tenido a gente de toda condición. Gente con discapacidades. A mí me emociona que haya venido gente en silla de ruedas. Esa participación vale mucho para mí, aseguró al resaltar el carácter social y colectivo de este proyecto que ha trascendido fronteras.
“Por eso evito a toda costa a políticos que sólo vienen a tomarse la foto”.
El entusiasmo que ha despertado el proyecto del Muro de la fraternidad ha encontrado aliados en otras ciudades fronterizas como Ciudad Juárez, Tecate, Naco o Reynosa, donde un nutrido grupo de organizaciones, artistas y fundaciones han mostrado su disposición a colaborar con donaciones y mano de obra para extender este gran mural a lo largo de la frontera.
Nos proponemos pintar al menos un tramo en cada ciudad fronteriza. Si pudiéramos lo pintaríamos todo. Pero eso es imposible. Como imposible es blindar la franja fronteriza como ha prometido el presidente Donald Trump, aseguró.
“Al principio, los agentes de la patrulla fronteriza y de Inmigración y Aduanas nos veían con recelo. Nos decían que ni se nos ocurriera pintar de su lado. A nosotros nos daba risa.
Y algunos incluso nos decían que simpatizaban con nuestro proyecto, dijo al desmenuzar una mínima parte de las anécdotas que se han tejido como rosario de sueños truncados y de limitaciones que compensan la buena voluntad de miles de voluntarios desde diciembre pasado.
Pero para mí, el valor principal de este proyecto es el de la participación social. De artistas, de inmigrantes que han sido deportados. De aquellos que no han podido pasar la frontera. De esos que han quedado lástimados en el camino. La participación de toda esta gente es la que más valor tiene para mí, aseguró Enrique Chiu, artista que se ha propuesto desafiar con su pincel el muro de Donald Trump.
Con información de: La Jornada