Por Mikel Arizaleta | Rebelión
1.- Höss
Se recoge en el tomo 11, pag. 438 del protocolo de “El proceso de Nuremberg” (Der Nürnberger Prozess). Estamos en el 15 de abril de 1946. Se llama al estrado de acusados, como testigo, a Rudolf Franz Ferdinand Höss, y tras el juramento de rigor: “Ich schwöre bei Gott, dem Allmächtigen und Allwissenden, dass ich reine Wahrheit sagen, nichts verschwiegen und nichts hinzusetzen werde” (juro ante Dios, omnipotente y omnisciente, decir la pura verdad sin callar o añadir nada) comienza el interrogatorio por parte del Sr. Kauffmann.
Höss narra que ha sido comandante de Auschwitz de 1940 al 43 y en ese tiempo afirma haber mandado a la muerte a cientos de miles de personas y no haber registrado jamás sus nombres por estarle prohibido, los datos solamente los poseía un hombre apellidado Eichmann, encargado de la organización y recolección de las personas, y que fue Eichmann quien le dijo que en total en Auschwitz fueron más de dos millones los judíos aniquilados entre hombres, mujeres y niños. Hoy cifran los historiadores entre tres y medio y cuatro y medio los millones los muertos en Auschwitz. Fue el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo.
Höss entró en el partido nazi en 1922 y miembro de las SS desde 1934. En 1924 fue condenado a una pena de reclusión menor por haber decidido en una reunión secreta (Fememord) matar a un enemigo político dentro de sus filas. En 1934 participa en la dirección del campo de concentración de Dachau (como jefe de bloque, jefe de sumarios, administrador de las propiedades de los presos) hasta 1938. En el 38 es destinado al campo de concentración de Sachsenhausen y ejerce como comandante de Auschwitz desde mayo de 1940 al 1 de diciembre de 1943. Auschwitz llegó a albergar en sus instalaciones a la vez hasta unos 140.000 presos entre hombre y mujeres. En el verano de 1941 Himmler convoca a Höss a Berlín y le comunica que Hitler ha ordenado la “Endlösung der Judenfrage”, la solución final a la cuestión judía. Y afirma en el estrado: “las SS llevaron a cabo la orden, porque si en estos momentos no lo hubiéramos hecho más tarde el pueblo judío habría destruido al pueblo alemán”. Y para realizarla eligió Auschwitz por ser “técnicamente el más idóneo”. Y se le obligó a guardar absoluto silencio por ser “asunto secreto del Reich”; “me recalcaron que no hablara de esto ni con mi superior directo, con el Sr. Glücks. Quedaba entre Himmler y él”. Ni siquiera lo comentó a su superior, Glücks, en ese momento inspector de los campos de concentración y bajo las órdenes directas del Führer. Cuatro semanas después vino Eichmann a Auschwitz para hablar conmigo la puesta en práctica del plan
El 27 de enero de 1945 los presos de Auschwitz fueron liberados por el ejército soviético. Hoy hace 70 años. Höss fue capturado por los aliados, fue juzgado en Nuremberg y condenado a muerte. Fue ahorcado en 1947 delante del crematorio de Auschwitz I.
2.- Magda
Magda Hollander-Lafon nació en Hungría en 1927, hija de una familia judía. Su padre Adolfo fue maltratado por fascistas húngaros y murió en un geto. A finales de mayo de 1944 Magda fue deportada a Auschwitz con su hermana más joven, Irene, y su madre Esther. Irene y Esther fueron gaseadas de inmediato. Más tarde Magda laboró y sobrevivió a penalidades en diferentes campos de trabajos.
Tras la guerra estudió y se convirtió en psicóloga de niños. Hoy vive en Francia y Lisa Ehrich le ha entrevistado. Magda, tras mucho pensarse y después de muchos años de silencio y rumio, ha escrito un libro sobre su vida titulado “Cuatro cachitos de pan. Un himno a la vida”. “Ya no sueño con Auschwitz. He soñado durante muchos años, pero aquello pasó ya. Ya no me veo como víctima sino como testigo del holocausto, que lucha para que no vuelva a pasar. Por eso narro mis recuerdos, que los había dejado ya de lado”.
Tres días duró aquel largo viaje en un vagón de animales desde Hungría a Auschwitz. Llegamos una fría mañana de neblina y nos separaron. Josef Mengele, aquel médico de triste recuerdo, a mi hermana Irene y a mi madre Esther les mandó a la izquierda, a la cámara de gas. A mí, que me calculó 18 años y apta para el trabajo me indicó el camino de la derecha. Tras un proceso de desinfección indigno y humillante nos metieron en una barraca en cuarentena. Desde el primer día me di cuenta de lo que allí pasaba. A la pregunta de dónde están mi madre y mi hermana, la jefa de la barraca señalando con el dedo la chimenea humeante del crematorio me dijo: “Ellas son ya humo”. El trato fue vejatorio, indigno, a palos y latigazos. Gravado en el recuerdo y en la vida le quedó durante años el rostro y el comportamiento bestialmente inhumano de la jefa, de Edwige, que siendo mala con todas tenía una inquina especial contra las mujeres mayores, que al golpearles con el látigo les gritaba: “¡Cuándo vais a reventar de una vez, glotonas inútiles! ¡La compasión es un crimen!”
Magda necesitará años para superar el rencor y la rabia, que como ponzoña ha envenenado su vida. En Auschwitz-Birkenau a veces nos ordenaban los nazis llevar piedras de una parte a otra sin ton ni son ni sentido alguno. Teníamos que amontonar los cadáveres y llevar en carretillas la ceniza hasta arrojarla en un estanque. Vi arder cuerpos, su olor resultaba insoportable. Fuimos humilladas, golpeadas, heridas, lastimadas a latigazos. Hicieron con nosotras los que les vino en gana. El objetivo es que la palmáramos cuanto antes. Y aunque estábamos dispuestas a morir jamás creí que tenía tal capacidad de aguante y superación. Me descubrí a mí misma. Allí la muerte era tan real como el odio y el miedo.
Teníamos hambre y no se nos daba de comer, estuve al borde de la muerte por sed. Y cuando una tiene hambre o sed es capaz de hacer cosas imposibles. Hoy hay que hacerse la pregunta: ¿Y yo cómo me hubiera comportado en esas circunstancias? ¿Yo qué hubiera hecho? En el campo de concentración había momentos, increíbles, como por ejemplo los domingos por la tarde en los que no teníamos que trabajar. Alimentábamos el espíritu recitando poesías y nos olvidábamos en dónde estábamos. Nos transportábamos a otro universo. ¡Increíble la capacidad humana para evadirse y buscar consuelo donde hay muerte y miseria! Mediante la poesía y la música alimentábamos la esperanza en nuestros corazones. Cambiábamos nuestro pan y nuestra hambre por un trozo de papel, por un lápiz para tratar de dejar huella y librar a otros de este horror. ¡Increíble!
Un día soleado de verano las SS permiten erigir una tribuna de madera en una calle del campo de concentración. Las presas rapadas tocan op. 77 en R-mayor de Johannes Brahms, un concierto de violín. Magda se siente arrebatada, las presas ríen y lloran, pero el sol castiga inmisericordioso y quien tras el concierto todavía tiene fuerzas puede retirarse al barracón sobrevive, de quien no se ocupan los esbirros de las SS y los perros. Los nazis nos trataban como basura y deshecho, sólo entre las presas podías hallar cierta solidaridad.
3.- 70 años después
70 años después, dándose uno una vuelta por el mundo, analizando la vida y el acontecer diario, las órdenes impartidas por los gobiernos, viendo las guerras, visitando a los presos encarcelados de las democracias del mundo, las matanzas diarias, los drones, las bestialidad humana, el hambre, la desigualdad, ese 1% poseyendo el 99% de la riqueza del mundo, 70 millones poseyendo más que 7000 millones … sólo cabe, como Magda en su libro, apelar a esa chispa tierna y de humanidad que habita en las personas para ir desterrando de las vidas esos campos de concentración que, por desgracia, siguen floreciendo 70 años después de Auschwitz. Y uno mira de nuevo a Nuremberg, no buscando un juicio de los vencedores sobre los vencidos (Nuremberg no se montó para hacer justicia sino para castigar algunos crímenes de algunos vencidos, pero no también los numerosos crímenes de los vencedores) sino de los explotados sobre los explotadores, sobre los depredadores de la dicha humana.