Por Javier Guzmán* El azúcar es un ejemplo claro de como la industria agroalimentaria controla lo que comemos y lo que se cultiva en aras de un único propósito: sus beneficios son proporcionales a la esclavitud agraria en algunos territorios, a los desastres medioambientales y al mal estado de salud de la población.
UN CULTIVO Y MUCHOS IMPACTOS
Sabemos que las dietas tradicionales fueron en gran parte reemplazadas por otras con una mayor densidad energética, lo que significa más grasa, principalmente de origen animal, y más azúcar añadido en los alimentos, unido a una disminución de la ingesta de carbohidratos complejos y de fibra .En el caso del azúcar, su elevado consumo cuatro veces superior a lo recomendado (la OMS recomienda no superar los 25 gramos de azúcares por persona adulta al día), suele pasarnos desapercibido. Más del 75% del azúcar que ingerimos nos llega incorporado en alimentos elaborados, que faltos de información clara, están cargados de azúcar. Un azúcar invisible al servicio de grandes corporaciones.
El azúcar (de caña o de remolacha) es un producto paradigmático de los sistemas alimentarios globalizados, y contiene en su interior prácticamente todos los elementos que definen y ejemplifican tales sistemas.
Especulación financiera.
El azúcar es una de las materias primas alimentarias con las que se especula en los mercados financieros.
Salud.
Ingerimos azúcar en gran cantidad de alimentos, algunos insospechados, lo que responde a uno de los grandes cambios nutricionales de los últimos 50 años. Sus efectos negativos sobre la salud están más que demostrados
Impactos ambientales.
Las plantaciones de caña de azúcar son monocultivos a gran escala que se rigen por las normas de la industria y han sido responsables de la reducción de la biodiversidad, de ríos contaminados, de la erosión de suelos fértiles, del uso masivo de pesticidas y fertilizantes, de la contaminación del aire por la quema de la caña, y del daño a los arrecifes de coral.
Acaparamiento de tierras.
El aumento de la demanda de los productos agrícolas que se cultivan a gran escala, como el azúcar, es una de las causas de que ahora estos terrenos se utilicen para el cultivo comercial, en lugar de dedicarse a la pequeña producción agrícola, de estar al servicio de las comunidades locales o de cumplir su importante papel dentro de los ecosistemas.
En concreto, un reciente estudio de Amigos de la Tierra Internacional cifraba en más de 5 millones las hectáreas usurpadas en 11 países de África para la producción de agroetanol, combustible derivado de la caña de azúcar.
Desde el año 2000 se han adquirido, a través de más de cien transacciones de tierras a gran escala, al menos cuatro millones de hectáreas para la producción de azúcar. En algunos casos, estas adquisiciones han supuesto la violación de derechos humanos, la pérdida de medios de subsistencia y el hambre para el campesinado y la agricultura familiar.
Un trabajo esclavizado.
Además, la sustitución de sistemas de agricultura campesina por grandes explotaciones trae consigo el empleo ingente de personas trabajadoras agrarias en situaciones que muchas veces vulneran los derechos humanos. El trabajo en las plantaciones de caña de azúcar en los países productores es considerado uno de los más duros del mundo. Las y los trabajadores están expuestos a altos niveles de riesgo y durante la época de zafra llegan a trabajar hasta 12 horas diarias con unos salarios inferiores a 2 euros/día.
EL PODER DE LA AGROINDUSTRIA
El azúcar es un mercado multimillonario, exactamente supone 47.000 millones de dólares al año. Durante siglos ha sido la sustancia más importante del mercado mundial, un comercio dominado por un pequeño grupo de compañías transnacionales británicas, francesas, alemanas y estadounidenses, algunas de las cuales llevan en este sector desde los tiempos de la esclavitud. Actualmente los 10 primeros países productores de azúcar representan aproximadamente el 75% de la producción mundial.
También hay nuevos actores en la industria del azúcar, sobretodo en la producción de etanol. Los gigantes del comercio de granos, que hasta hace poco no estaban demasiado involucrados en producir caña de azúcar o remolacha azucarera, ahora se están incorporando de forma agresiva a la industria. Cargill, que ya controla el 15% del comercio mundial del azúcar, realizó recientemente grandes inversiones en la producción de caña de azúcar en Brasil y México, y emprende proyectos conjuntos en refinerías y/o en etanol en Siria, India y El Salvador. Incluso ADM, el rey del etanol de maíz de Estados Unidos, hizo su primera gran inversión en caña de azúcar brasileña en 2008.
La producción de azúcar está limitada por el establecimiento de cuotas a los Estados Miembros de la UE. España tiene asignadas 498.480 toneladas de azúcar repartida solo entre dos empresas, AB Azucarera Iberia, S.L con 378.480 y ACOR con 120.000. Como el consumo actual es de 1.300.000 toneladas, para cubrir la demanda restante la industria productora española refina azúcar de caña en crudo que importa de terceros países
DE LA MESA AL DEPÓSITO
La industria azucarera halló parte de su resurrección en la demanda de agrocombustibles (impulsada por normativas como la de la UE), en concreto del agroetanol y derivados. Países como EE.UU o Brasil encabezan una alta y creciente demanda de estos productos que hacen que se creen nuevas zonas productoras o se reactiven las existentes. Al azúcar se le añade, por tanto, un nuevo uso aparte del alimentario, lo que eso permite también vincular a la industria alimentaria con la energética y con las nuevas políticas de verdeo y falso ambientalismo: “En Brasil el azúcar es el rey. En el campo, en la mesa, en la carretera y en el laboratorio”, así empezaba un artículo del Financial Times el 28 de abril, donde se afirmaba que para la administración brasileña este tema es uno de sus ejes prioritarios. Es una gran descripción.
LOS MECANISMOS DE UN GRAN NEGOCIO
¿Cómo consigue la industria mantener e incrementar cada vez más este negocio a costa de nuestra salud y el resto de impactos ambientales, laborales y sobre el derecho a la alimentación?
• Publicidad desregulada. En primer lugar controlando y manteniendo absolutamente desrregulada la publicidad alimentaria y, fundamentalmente, la dirigida a la población infantil. Se calcula que el 20% de la publicidad emitida a lo largo del día por televisión es de comida o bebida y se concentra en las horas de programación infantil.
• Etiquetado incomprensible. Mediante un sistema opaco, insuficiente y calculadamente complicado, se facilita la incorporación de azúcar a gran cantidad de alimentos.
• Mantenimiento de precios baratos para alimentos malsanos. Que el precio de un alimento afecta a su consumo es una evidencia. Si una dieta malsana es más barata que una dieta sana, entonces la explicación económica de la obesidad y sus efectos aparece como un elemento importante a tener en cuenta. A ésto contribuyen las agresivas políticas de marketing alimentario de las empresas productoras y de distribución, ya que es muy habitual encontrar promociones, descuentos, etc., que terminan reduciendo los precios de una gran variedad de alimentos no alineados con las políticas de salud pública.
• Influencia en los Gobiernos. La industria azucarera es uno de los lobbies más potentes a nivel agroalimentario. Su estrategia fundamental es conseguir el aval científico y el aval de las administraciones públicas para sus discursos, propuestas y productos, pues saben bien que la base científica es un pilar fundamental en los contextos legislativos y de consumo, por eso la Industria alimentaria ha creado y desarrollado un potente brazo académico.
* Director de VSF · Justicia Alimentaria Global
FOTO: http://filantropiaycambio.blogspot.mx/
(Regeneración, 17 de octubre del 2014)