En Sudán semanas de movilizaciones populares, los militares masacran manifestación pacífica por la democracia, al menos 112 muertos y centenas de heridos
Regeneración, 24 de junio el 2019. Sudán vive largas jornadas de movilizaciones populares, tras el derrocamiento de una presidencia de 30 años que fue desplazado por los militares tras masivas protestas.
Lo que se registra son escenas de movilizaciones y de represión por parte de los militares.
Tras 30 años de gobierno único, lo que piden los manifestantes es democracia.
Por su parte Estados Unidos ha enviado a los militare de Sudán 3 mil millones de dólares.
La represión y la solidaridad
Desde la destitución militar en abril de 2019 del presidente Omar Al-Bashir tras 30 años en el poder, los intentos de los manifestantes a favor de la democracia de negociar una transición a un gobierno civil con el Consejo Militar de Transición de Sudán han fallado, han perdido velocidad y luego fracasaron.
El 3 de junio, las Fuerzas de Apoyo Rápido de Sudán lanzaron un brutal ataque contra manifestantes pacíficos en Jartum, la capital.
Las Fuerzas de Apoyo Rápido se componen de veteranos de las milicias del conocido “Janjaweed”, grupo paramilitar operado por el gobierno de Bashir que llevó a cabo el genocidio en Darfur.
La represión de dos días frente al cuartel general militar en Jartum dejó 112 muertos y más de 700 heridos, incluidos 12 niños.
Los médicos dicen que hasta 70 personas sufrieron violación durante el ataque.
A los muertos los lanzaron al río Nilo desde el puente del Nilo Azul durante la noche, según múltiples denuncias.
Es difícil verificar los números exactos pues no hay una cooperación cohesionada con las autoridades.
Retomando lo dicho por Global voices
Memoria colectiva, Mohammad Mattar, de 26 años
Mohammad Mattar, de 26 años, es uno de muchos manifestantes que murió por disparos de las Fuerzas de Apoyo Rápido durante la vigilia.
Había viajado a casa a Jartum desde Londres, donde se había graduado como ingeniero.
Le dispararon cuando protegía a dos mujeres durante las protestas, según varias denuncias que circulan en medios sociales.
Los amigos de Mattar iniciaron una campaña de medios sociales en la que pedían a los usuarios que cambiaran la foto de su perfil con matices de azul en solidaridad con la lucha de los manifestantes a favor de la democracia.
Dicen que el color favorito de Mattar era el azul y es el color que tenían las fotos de su perfil el día que murió.
Y una “ola azul” ha inundado las plataformas de medios sociales.
El color azul ha llegado a simbolizar a todos los que han perdido la vida en el levantamiento.
“Mattar era bueno, amable… tenía un corazón blanco”, dijo un amigo en un video de la BBC sobre Mattar y la campaña de medios sociales.
Abdullah Al Fazh dijo que Mattar era la “clase de persona que solamente conoces una vez en la vida”.
MIlitares represores
Por su parte, en Viento Sur, se amplía la narrativa de lo que ocurre en el país africano.
En la madrugada del lunes 3 de junio, fuerzas paramilitares atacaron la acampada situada frente a la sede del Alto Mando del Ejército en Jartum, disparando contra los manifestantes y poniendo fin a seis meses de revuelta en gran medida pacífica.
Los soldados cruzaron las barricadas que protegían la acampada, pusieron fuego a las tiendas y dispararon y golpearon a los manifestantes.
Testigos informan de que los soldados abrieron fuego indiscriminadamente, arrojaron cadáveres de manifestantes al Nilo y violaron a dos de las médicas presentes en la acampada.
En 48 horas, el número de muertos ascendía al centenar, y se recuperaron decenas de cadáveres del Nilo.
Otros 500 resultaron heridos en lo que solo puede calificarse de masacre premeditada.
Explica que la acampada reprimida delante del cuartel general del ejército se había convertido en el centro neurálgico de la revolución sudanesa, donde estudiantes y trabajadores estaban concentrados para protestar contra el régimen militar desde comienzos de abril.
Encabezada por la Asociación Profesional Sudanesa, la confederación de sindicatos que el régimen había declarado ilegal, la revuelta conservó un carácter no violento y bien organizado, y culminó con una huelga general de dos días a finales de mayo.
Sin embargo, dos meses después de las manifestaciones iniciales que obligaron a dimitir al dictador Omar al Bashir, los revolucionarios seguían reclamando la misma demanda principal:
poner fin al gobierno militar en Sudán y formar un gobierno civil de transición que organice elecciones libres y democráticas.
Las negociaciones con el ejército se estancaron, pues los militares se negaron a perder el control.