Canto al petróleo mexicano: Efraín Huerta en su centenario

Poeta lírico, periodista y uno de los escritores más reconocidos del siglo XX, Efraín Huerta es conmemorado en 2014 en el centenario de su nacimiento con actividades entre las que se encuentran rediciones, nuevos libros sobre su obra, mesas y conferencias, organizadas por el Fondo de Cultura Económica (FCE) e instituciones culturales.

Efrain huerta

La efeméride del poeta nacido en Silao, Guanajuato, se realizó el miércoles 18 de junio en conjunto con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), El Colegio de México y las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM) y Autónoma de la Ciudad de México (UACM), entre otras entidades culturales.

“Efraín Huerta es fundamentalmente un poeta lírico, es decir, un poeta que se ocupa de lo que ve en el mundo, con su personal y muy subjetivo punto de vista. Esto ocurre en la mayor parte de su obra, pero hay otra vertiente que llamaré civil o épica, de algún modo, con un sentido histórico, político de que nunca se apartó. No es la más importante, para mí lo es la vertiente de la poesía lírica. Su libro central, que en 2014 va a cumplir 70 años, es Los hombres del alba (…) Es un poemario de su primera juventud. Lo escribió a lo largo de 10 años.” expuso su hijo, David Huert quien destaca que la hechura de “una tesis muy hermosa, lo más inteligente y lo mejor que se ha escrito sobre Los hombres del alba, se acaba de concluir en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hecha por el estudiante Emiliano Delgadillo, se titula La fragua de los hombres del alba, una lectura fascinante de historia literaria, de crítica y de la situación de la literatura en los años 30 y 40 (…) Me encantaría que se publicara porque es una obra hecha con mucha seriedad.”

David Huerta refiere que su padre militó en el Partido Comunista Mexicano, del que fue expulsado a principios de los años 40, porque entonces las estructuras de los partidos comunistas estaban sometidas a una dictadura férrea que se ejercía desde Moscú, historia que compartió con Revueltas, mi joven hermano, que todo lo señalaba con sus ojos de diamante.

–¿La poesía de su padre está valorada con justicia?

–A veces la valoración, la intervención de la crítica orienta la lectura, pero otras crea ciertos estereotipos, juicios sintéticos que no siendo verdaderos empiezan a circular en detrimento de la comprensión cabal de las obras. En ese sentido, como dijo José Emilio Pacheco, la falta de crítica o de crítica suficiente sobre la obra poética de Efraín Huerta no necesariamente la lastima o la perjudica, probablemente incluso en una época la favorezca porque los lectores se acercan a esa obra sin anteojeras, sin prejuicios…

Curiosamente una parte de su poesía se popularizó más allá de los libros, se ha volcado en la oralidad y memoria verbal de la gente que tal vez nunca ha abierto un libro de Efraín Huerta pero lo conoce porque se ha transmitido de boca en boca. Con Poemínimos, alcanzó el mejor destino de un poeta: su trabajo pasó a la memoria colectiva incluso con el olvido del nombre del autor.

Le llamaban ‘El Gran Cocodrilo’ Efraín Huerta Romo, el autor de “Los Hombres del Alba”, el poeta y periodista, el autonombrado como marginado y proscrito, el constante rompedor de moldes, el vanguardista De fina sensibilidad y evidente conciencia social, Huerta escribió profusamente, y principalmente, sobre el amor; pero también se convirtió en un estandarte literario de la rebeldía, y manejó con maestría el humor y la ironía. Poeta de exquisito manejo de su arte y de una vitalidad expresiva, se convirtió en uno de los protagonistas literarios de su brillante generación.

De ideas de izquierda, fue un periodista respetado, combatiente eterno de las injusticias y defensor de las causas raciales y de los vericuetos de la ciudad de México, urbe a la que dedicó buena parte de su obra y donde murió en 1982. Perteneció también a la generación de aquella mítica revista Taller, que agrupó a escritores de las dimensiones de Octavio Paz, de quien fue amigo entrañable, y Rafael Solana.

Recibió por su trabajo literario el premio Xavier Villaurrutia, en 1975, pero también el Nacional de Lingüística y Literatura, al año siguiente, y las Palmas Académicas del gobierno francés en 1945. También merecería la distinción del Premio Nacional de Periodismo, en su vertiente de divulgación cultural, por su trabajo profesional en el suplemento El Gallo Ilustrado, del periódico El Día.

CANTO AL PETRÓLEO MEXICANO

En un crisol de muerte, sepultada,
prisionera marea,
insomnio de la tierra, acumulada,
gigantesca tarea
de los siglos sin fin.
La desgarrada,
la dulce tierra nuestra
siente cómo gotea
la magistral palpitación siniestra,
la venenosa llama azul,
el poder y la sangre,
la ígnea sangre doliente
de la guerra y el crimen.

No es la plata ni el oro detonante,
sencillos minerales,
no es la leche llameante
de las robustas plantas tropicales,
ni el río poderoso
ni la esbelta cascada
productora de fluido misterioso.

Ni tuvo calidades de moneda
como el cobrizo grano de cacao
en manos de las tribus primitivas.
Es algo más que eso:
es mucho más que todo.

Son extendidas venas abismales,
redes de piedra ardida,
suave manto geológico
cuyas maduras llamas colosales
se alzan en encendida
figuración de monstruo mitológico,
inmensa bestia herida
por finos instrumentos espectrales.

Nunca el hombre lo viera,
jamás la llama azul nos alumbrara.
Más al indio valiera
quemada sementera
que la ruin ambición; no se compara
el noble campo abierto
con la entraña brutal
por donde bulle incierto
el negro y codiciado mineral.

Y aquella maldición vista en el mundo:
trigales devastados
y hombres asesinados,
es tan sólo un destello del profundo,
del espantoso crimen cometido.
Los antiguos imperios habían sido
un sueño doloroso,
pero sueño,
cuando llegó el petróleo, el escondido
mineral prodigioso,
volvió a nacer el llanto:
y sobre nuestra tierra, en los playones
del viejo Golfo, un canto
de esclavitud se alzó.

Aves de presa con el pico ardiendo
cayeron sobre el suelo
de un México humillado
por la Guerra Civil, y en ese vuelo
venía todo rumor de un desgarrado
sollozar de tragedia.
Largos años de lenta pesadumbre
siguieron al asalto:
el petróleo corría, la gran riqueza
fabricábase en vano, pues el indio,
de libertades falto,
sólo tenía su pan:
escaso pan de odio y de tristeza.

Años y años pasaron,
el petróleo corría… Sus viejas venas
estallaban en fuego,
el gas iluminaba las serenas
e inquietas selvas.
Años y años pasaron…
Bajo un lóbrego cielo
se efectuaba el pillaje:
cualquiera podía ver cómo crecía
una mancha de sangre en el paisaje.

Pero un buen día, un gran día,
un día que es la bondad del patriotismo,
un día joven como éste, luminoso,
un día genial de gloria,
se oyó un sordo rumor de cataclismo,
de inminente victoria
y jubiloso
resurgir del abismo.
Un alto día como éste
una mano certera señaló
la verdadera ruta de la Patria:
con orgullo que dio
una impresión de fuego sobrehumano,
el michoacano ilustre incorporó
el oro negro al seno mexicano.

En su crisol de muerte, sepultada,
prisionera marea,
la mineral riqueza recobrada
se enciende como tea
iluminando el colosal paisaje.

México es como un árbol
de angustioso follaje:
pero es un árbol libre,
dueño de su destino.

Por eso cuando clama,
cuando la Patria grita toda entera:
“Este es nuestro petróleo”,
la venenosa llama
se funde como cera.
Porque ha llegado el día
y ha llegado la hora
de la grave oración:
el 18 de marzo es como una
campana de sonora
y vibrante llamada al corazón.

Marzo de 1942