Por Carlos Fermin*
Ya todos sabemos que beber una Coca Cola, produce graves alteraciones en el funcionamiento del cuerpo humano, que van mucho más allá de las 10 cucharaditas de azúcar que contiene un vaso de la mencionada bebida estadounidense.
Recordemos que la presencia activa de ingredientes tóxicos en la Coca Cola, abarcan al ácido fosfórico, al color caramelo, a la cafeína y al agua carbonatada. Todos esos compuestos químicos producen desmineralización ósea que debilita los huesos y pudre el esmalte dental, disminuyen la absorción de hierro, agudizan los problemas gastrointestinales, aumentan los niveles de insulina en el torrente sanguíneo, incrementan la presión arterial, dilatan las pupilas, y producen cuadros de ansiedad, nerviosismo e hiperactividad en los consumidores. Por desgracia, los alegres consumidores de la Coca Cola terminan convirtiéndose en enfermos pacientes que son proclives a sufrir obesidad, depresión, anemia, diabetes, osteoporosis, taquicardia, acidez estomacal, insomnio y dolores de cabeza.
Nuestro organismo NO puede defenderse ante los efectos secundarios de ingerir las bebidas gaseosas, siendo inevitable la inflamación del hígado, de los riñones, del páncreas y finalmente el fulminante ataque al corazón. Sin embargo, los peligros de las bebidas gaseosas para la salud de las personas, superan la receta original que envuelve a la Coca Cola, pues el resto de los engendros comerciales de la mencionada transnacional, también se encargan de destruir la paz del cuerpo humano. Es consabido que entre la Coca Cola Light y la Coca Cola Zero se utilizan una serie de sustancias químicas inestables y potencialmente cancerígenas, como el aspartamo, el ciclamato sódico, el acesulfame de potasio, el ácido ortofosfórico, el benzoato de sodio, la fenilalanina y el metanol, que malogran de forma permanente el sistema cardiovascular, acrecientan el daño cerebral y pueden provocar tumores pulmonares, pérdida de la memoria, confusión mental, reducción de la fertilidad, ceguera temporal, flatulencia, migraña y cirrosis. De hecho, por culpa de todos esos ingredientes mezclados en la Coca Cola, las personas corren el riesgo de desarrollar enfermedades degenerativas desde edades tempranas, como el Alzheimer o el Párkinson.
En tiempos recientes, la Coca Cola manipula las bondades de la Naturaleza para impulsar las ventas de su Coca Cola Life, que dice ser 100% natural por utilizar la planta Stevia rebaudiana, siendo el edulcorante predilecto para seguir engañando a los consumidores, quienes no saben que el refresco cuenta con otros endulzantes, como el jarabe de maíz transgénico y del eritritol, que aumentan los niveles de glucosa en la sangre, y son muy perjudiciales para la salud de los diabéticos y de los pacientes con triglicéridos altos. Ambos compuestos pueden fermentarse al ser combinados, por lo que la Coca Cola decidió agregarle más estabilizadores artificiales, en aras de evitar una amarga reacción química que afecte la compra de la bebida.
La cantidad de Stevia en la Coca Cola Life, ni siquiera llega al 15% de la composición total del refresco, por lo que es una completa irresponsabilidad que sea vendida como una sana opción dietética para cuidar el cuerpo. Hasta la fecha, todas las bebidas elaboradas por la transnacional Coca Cola, son recomendadas para usarlas en complejos automotores, metalúrgicos y agroquímicos. Además, los refrescos de Coca Cola sirven como agresivos detergentes para quitar las manchas de la ropa, para limpiar el motor de los carros, para eliminar la plaga de los pastizales, para desinfectar las salas sanitarias, para remover el óxido de las joyas, para fabricar aparatos explosivos caseros, para pulir los espejos y desaceitar los terminales de las baterías de los vehículos, para remover la grasa de las pailas o el sucio de las alfombras, y para aflojar los viejos tornillos y clavos en tareas domésticas. Ya existen casos verídicos de personas que perdieron el milagro fortuito de la vida, por la continua ingesta de litros y más litros de Coca Cola.
Es un secreto a voces que la multinacional estadounidense intenta silenciar con desesperación, practicando la clásica desinformación masiva que oculta el trágico destino de los consumidores.
Tenemos las historias de Natasha Harris en Nueva Zelanda o de Paul Inman en Reino Unido, que son parte de una escalofriante tendencia a escala mundial. Los exámenes forenses revelaron que la causa principal del fallecimiento de ambos ciudadanos, fue debido al abuso de beber Coca Cola por tiempo prolongado, lo que generó la arritmia cardíaca, los espasmos musculares y la hinchazón de los pulmones.
Queda claro que las bebidas carbonatadas son una maldición para la salud de la Humanidad, y lo peor, es que la industria farmacéutica internacional trabaja en mancomunidad con las transnacionales, para lucrarse de billetes jugando con la enfermedad ajena. Mientras la gente beba más Coca Cola, habrán más pacientes diabéticos, obesos e infartados, por lo que habrá mayor demanda de medicamentos, que a su vez, garantizan mayores ingresos económicos para las clínicas privadas, los centros hospitalarios y sus codiciosos doctores. Vemos que el gran negocio de Coca Cola es enfermar a los consumidores, y se aprovechan de un constante bombardeo publicitario en la TV, para que los individuos sigan ciegos, sordos y mudos ante la terrible realidad manifiesta.
No dejan que las personas piensen, cuestionen o rechacen la compra de sus productos, por lo que terminan esclavizados a beber el insaciable manantial de azufre. Es notorio que los consumidores de la Coca Cola son dominados con vehemencia por la empresa, pudiendo ser un síntoma del comportamiento autodestructivo que visualizan muchos de sus fanáticos, al tener que enfrentar los problemas devenidos en la vida diaria. Ante la duda, decidimos salir a las calles de Caracas, y recoger la opinión de 500 venezolanos que participaron en una Encuesta Analítica de Respuesta Abierta, para recopilar datos mediante un conjunto de preguntas, que evaluarán las apreciaciones de los encuestados y serán interpretados por el investigador. La intención era que las personas respondieran de viva voz a las tres grandes interrogantes relacionadas directamente con la ingesta de la Coca Cola, y así entender los motivos que justifican su alto consumo por la ciudadanía. Si bien la consulta se hizo en la capital venezolana, estamos seguros que los testimonios engloban la realidad provista en el resto de las naciones latinoamericanas, ya que América Latina es la subregión con mayor consumo de Coca Cola a nivel mundial, lo que permite extrapolar las respuestas de los consumidores venezolanos fuera de nuestras fronteras.
La primera pregunta fue ¿Qué prefieres beber, un vaso de agua o una Coca Cola? El 80% de las respuestas fueron a favor de la Coca Cola, pues los encuestados dijeron que tiene mejor sabor que el agua, que es más refrescante en época de calor y que siempre estaba de moda. Allí se evidencia la alienación mediática y la presión social que genera el marketing de Coca Cola para mantener enganchados a los consumidores.
Un 15% de los encuestados, reconocieron que el agua era mucho más saludable que el refresco, pero afirmaron que no tenían la fuerza de voluntad para dejar de consumir las gaseosas, demostrando la consecuente adicción psicológica que crean esos productos en la mente colectiva. Tan sólo el 5% de las personas, aceptaron beber más agua que Coca-Cola, ya que por sus propias experiencias aprendieron a distinguir entre lo beneficioso del agua y lo perjudicial de los refrescos. Una vez obtenida la respuesta de los encuestados, dimos paso a la segunda pregunta que fue la siguiente ¿Cree usted que la Coca Cola pone en riesgo su salud? Para nuestra sorpresa, el 70% de los encuestados dijeron no estar informados de los peligros que acarrea la ingesta de la Coca Cola a corto y a largo plazo, por lo que el refresco no representaba ninguna amenaza para el bienestar de su organismo. Allí se aprecia la clásica ignorancia de los consumidores y el conformismo de beber a ciegas el mencionado refresco, sin conocer la toxicidad de los ingredientes que lo componen. En paralelo, un 20% de los individuos argumentaron que aunque bebían a diario Coca Cola, se sentían muy sanos para cumplir a cabalidad con las actividades diarias, reflejando la aparente inocuidad del producto. Mientras que un 10% de los encuestados evitaron responder la interrogante, huyendo con prisa del lugar o quedándose en absoluto silencio.
La tercera pregunta fue ¿Cómo sería tu vida si no existiera la Coca Cola? Vimos que el 75% de los encuestados, se mostraron incrédulos ante la última interrogante formulada. Con muecas en sus rostros, risas nerviosas y la mirada perdida en el cielo, las personas dijeron frases como “¡WOW! creo que me moriría”, “no lo sé amigo” y “sería todo un desastre”. En cambio, un 20% afirmó que sus vidas no cambiarían en nada, porque seguirían teniendo otras bebidas carbonatadas a su disposición para calmar la sed, como la Pepsi-Cola o la Big-Cola, lo que expresa la falta de pensamiento crítico en las decisiones que toman los consumidores. Y apenas el 5% de los encuestados, admitieron que sin la ingesta de la Coca Cola, podrían llevar una vida más saludable y acabar con la viciosa dependencia que generan los refrescos. Tras analizar los resultados de la encuesta, pudimos comprobar que la magna artillería comercial de la transnacional Coca-Cola, viene destruyendo el discernimiento de los consumidores y la capacidad reflexiva de la Sociedad Moderna. Es insólito apreciar el grado de pasividad y complicidad de la gente, cuando se pone en tela de juicio las supuestas ventajas para la salud que conlleva la ingesta de la Coca Cola.
La mayoría de los encuestados demostraron un claro desconocimiento sobre la peligrosidad de las bebidas gaseosas, porque jamás leen la etiqueta que se halla al dorso de los envases, lo cual agudiza la terquedad, la omisión y la costumbre de seguir atados en el abismo de los refrescos, sin tener la menor idea de lo que están ingiriendo. Una gran cantidad de personas, evita a toda costa el debate, la discusión y el choque de argumentos que con facilidad demuestran el veneno líquido que esconden las burbujeantes bebidas carbonatadas. Para la gente, tomarse una Coca Cola es la cosa más normal del Mundo. Es una necesidad, un derecho y un deber.
De generación en generación, se repiten los mismos patrones de consumo, y a medida que aumenta la población mundial, se agrandan las enfermedades heredadas por la continua ingesta de la corrosiva droga. No hay duda que beber una Coca Cola es un suicidio asistido, que se fragua lentamente desde la infancia y que cuando llegamos a la etapa de la adultez, nuestro cuerpo empieza a sentirlo con mayor fuerza por la exagerada acumulación de latas, botellas y chapitas que habitan en su interior. El problema se agudiza debido a la carencia de una oportuna Educación Ambiental en el seno de las comunidades, que no entienden las consecuencias negativas de ingerir raticidas diluidos.
Un inconveniente latente se sitúa en los comedores y cantinas escolares, donde los muchachos tienen libre acceso a los refrescos que deterioran su sano crecimiento.
Es común que los padres no tengan tiempo suficiente para preocuparse por la correcta alimentación de sus hijos, y prefieran darles dinero que será malgastado en bebidas carbonatadas, golosinas y frituras. Allí nace la adicción a la mortífera Coca Cola, a la comida chatarra y a las gomas de mascar, que después se va estimulando en las casas de familia, en los cafetines universitarios, en los estadios deportivos, en los centros comerciales y demás lugares públicos.
Es por tanta apatía de los consumidores, que Coca Cola volvió a distribuir en el año 2014 una terrible bebida energética llamada “Surge”, que había sido prohibida en gran parte de las escuelas norteamericanas durante la década de los noventa, debido a la desmedida cantidad de cafeína y azúcar que tenía en su composición, lo cual era muy desfavorable para la salud integral de los infantes.
Bastó que un grupo de entusiastas a la perversa bebida, solicitaran públicamente el regreso del refresco mediante la red social Facebook, para que la codicia olfateada por el omnipresente Tío Sam, no dudara en ponerlo de vuelta en el mercado a través del portal de Amazon, sin importarle en absoluto los daños que ocasionó en el pasado, y demostrando que no siente respeto por la integridad física de sus propios clientes.
De igual manera, Coca Cola presentó su nueva leche de alta gama y sin lactosa llamada “Fairlife”, que según la transnacional ostenta más proteína, menos azúcar y mejor sabor. Su nuevo experimento de laboratorio pretende conquistar el desayuno de nuestras familias, lo cual seguirá aniquilando la salud de la gente, gracias a las sexistas campañas publicitarias, a los orquestados engaños nutricionales y a una indiferente sociedad civil que nunca abre los ojos de la verdad.
No olvidemos que la Coca Cola se vio forzada a retirar el aceite vegetal bromado en sus famosas bebidas, siendo un producto químico usado para retardar las llamas del fuego, y que en los Seres Humanos es capaz de bioacumularse en los tejidos del organismo, e incluso, puede ser transferido de madre a hijo por medio de la leche materna.
Es una lástima que muchísimos hermanos latinoamericanos, no puedan salir del callejón provisto por la Coca Cola, y dar paso a un estilo de vida saludable lleno de jugos naturales, ensaladas frescas y recetas veganas.
Es como si fuera una adicción a lo feo, a lo dañino, a lo que castiga al cuerpo, a lo que crea culpa y a lo que nos deja inmersos en una asfixiante pesadilla. Tal parece que la mayoría de los consumidores del orbe, beberán Coca Cola hasta que la muerte los separe. La eterna inconciencia de la gente es rentabilizada por la astuta conciencia de las transnacionales.
A lo largo del artículo, se comprobó el efecto colateral que las bebidas gaseosas producen en el organismo.
Si queremos vivir para ver la luz del Sol, habrá que dejar la oscuridad en el fondo de la botella.
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