Por Víctor Esparza | victor.mx |
Regeneración. Julio 24, 2014 México.- Debido a asuntos profesionales tengo varios años monitoreando noticias españolas, por lo que me enteré el pasado septiembre del lanzamiento de una campaña de Coca Cola con latas personalizadas con los nombres más comunes en la madre patria. Aparte de la nota periodística, un par de alusiones de gente que sigo en Twitter y fin del tema.
De ahí que me tomara por sorpresa la efusividad con la que ha sido tomada en nuestro país tal iniciativa, replicada apenas la segunda semana de este mes, y que parece hace unos días alcanzó su punto más álgido con dependientes de establecimientos hastiados por el desacomodo en los anaqueles provocado por consumidores en busca de su personalizado refresco.
No se puede dejar de lado para comprender tal fenómeno la predilección que hay en México por las aguas negras del imperialismo yanqui, como en su momento llegó a bautizarlas Rius. Por varios años hemos ocupado el numero uno a nivel mundial en consumo de este refresco, llegando a estimarse la escalofriante cifra de 183 litros al año por persona.
Pero de ahí a la cacería despiadada de una lata o envase con taparrosca etiquetado con tu nombre hay distancia, y las redes sociales convertidas en el conducto ideal para canalizar tal enjundia, presumiéndose sin recato la victoria alcanzada, o, para aquellos de nombre complejo, el fracaso y -no en pocas ocasiones- la real indignación. Súmese la variedad de memes surgidos con la campaña, que por donde se le vea, puede considerarse exitosa.
Comentando mi perplejidad con alguien relacionado con la industria refresquera, me señala que, por encima de la repercusión en ventas que puede tener, la personalización del envase tiene su lado positivo en la tácita invitación a que te tomes un solo refresco, el que tiene tu nombre, impactando por ende en el hábito de consumo. Solo uno y ya.
Sin tener elementos a la mano para objetarlo, tomo con reservas que llegase a resultar así, que de serlo, enhorabuena. Más por encima de las implicaciones comerciales y cotidianas que tenga, me interpela el evidente sentido de despersonalización que destila la ansiedad circundante a la búsqueda del refresco con tu nombre, el de tu pareja, padres, hermanos y hasta la mascota.
¿Tan faltos de ‘sabernos nombrados’ estamos socialmente que un envase adquiere plusvalía al llevar impreso la palabra con la que nos identificamos desde recién nacidos? Ahora sí que como dice el meme tuitero, quizá sólo queremos un abrazo.
Coronen esta reflexión al aire las siempre acertadas palabras -este caso, figurada y literalmente- de Eduardo Galeano, incluidas en su Diccionario del Nuevo Orden Mundial: «Consumo, sociedad de»: Prodigioso envase lleno de nada. Invención de alto valor científico, que permite suprimir las necesidades reales, mediante la oportuna imposición de necesidades artificiales.
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