Eckart Boege* |La Jornada
Regeneración, 28 de diciembre de 2014. ¿Pueden coexistir los organismos genéticamente modificados (OGM) con las especies de las cuales México es centro de origen, domesticación y diversificación genética, como pregonan las empresas biotecnológicas y los activistas tecnocientíficos pro ogm, incluyendo al asesor en ciencia y tecnología desde la Presidencia de la República?
Las respuestas precautorias de los países que se enfrentan con la misma problemática y que son centros de origen y diversificación de la agrodiversidad refutan sus dichos. En México se ha documentado la contaminación de los maíces y algodones nativos por ogm desde la década pasada. La dispersión incontrolada y de contaminación se ubican actualmente en la importación de OGM, transporte, repartición de maíces en toda la república por los programas oficiales, campos de experimentación y piloto y su introducción clandestina al país. Fuente mayor de contaminación sería la siembra a cielo abierto de OGM si el gobierno aprueba su siembra comercial.
Después de más de 30 años de producción con OGM en el mundo, no se vislumbran ventajas comparativas importantes entre ellos y las semillas convencionales, así que no conviene arriesgar nuestro alimento básico con el último “invento de la agricultura industrial de la revolución verde”.
La tecnología OGM es de alto impacto, de gran riesgo a la diversidad biológica y salud humana. Su producción es una estrategia para el control comercial del negocio de semillas y agroquímicos. Las trasnacionales y sus activistas tecnocientíficos y políticos exageran las bondades de esta tecnología resaltando sus cualidades alimenticias, inocuidad ambiental y a la salud, la coexistencia con otros cultivos mexicanos, mayor productividad, el combate al hambre, la autosuficiencia alimentaria, la reducción de los plaguicidas y gases invernadero, etcétera. Cada uno de estos temas ha sido refutado de manera sólida, con estudios científicos integrales sobre sus consecuencias irreversibles socioeconómicas, ambientales, a la salud animal y humana.
La biotecnología OGM como paradigma tecnológico es riesgosa y totalitaria, ya que va directamente en contra de un principio ético-científico de la reversibilidad y es cuestión de tiempo para que los acervos genéticos domesticados en México fueran contaminados. Debido al complicado proceso tecnocientífico, las semillas no pueden generarse en las parcelas de los campesinos, y en cambio se somete a los productores a la dependencia total a las empresas trasnacionales con el apoyo de los programas de la Sagarpa. Es irreversible porque una vez contaminadas las semillas mexicanas, sería prácticamente imposible limpiarlas. Es ineficiente, porque no contempla la evolución entre las llamadas plagas y las plantas útiles, en cuestión de tiempo, se generan superplagas.
Para construir la sustentabilidad socioambiental del sistema alimentario nacional hay opciones integrales distintas a la tecnología ogm y los riesgos que implica. La fuerza social del México profundo está en 1.7 millones de productores maiceros con menos de 10 hectáreas que son los custodios estratégicos de la diversidad maicera y en general de más de 200 especies del sistema alimentario mexicano. Lo que es contrario al paradigma de la competitividad, distante al patrimonio biocultural de los 199 pueblos indígenas, que son los domesticadores centrales de una riqueza invaluable de un país pluricultural.
La propuesta del actual secretario de Agricultura de modernización del campo es promover una ley que impulse la asociatividad en clusters productivos de 50-100 hectáreas con empresas que proporcionarían la tecnología necesaria. La “modernización tecnológica” del campo significaría sustituir los acervos campesinos e indígenas de semillas e introducir “la revolución verde” a este sector. La segunda propuesta del secretario es acelerar el cambio jurídico y transformar en forma acelerada el régimen ejidal hacia propiedad privada.(2) Esa ley propiciaría la desaparición de 2 millones de campesinos e indígenas ya sea que vendan sus tierras o se integren a los clusters “(¿bio?)tecnológicos” (¿trasnacionales?), con lo cual se desconocen las aportaciones y la gran riqueza, legado invaluable para México y la humanidad. Destruir este legado sería violar los derechos humanos al Patrimonio Biocultural de los pueblos indígenas y comunidades.
(1) Para leer más: Álvarez B y A. Piñeyro (coords). 2013. El maíz en peligro ante los transgénico s. UNAM, UCCS, UV.
(2) Sagarpa. Secretario Enrique Martínez Martínez de la Sagarpa. Boletín de prensa, 14 de enero de 2014.
* Profesor-investigador emérito del INAH, SNI desde 1988. Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad