Las ganancias en si no superan los 30 dólares, pero aquello es compensado con el respeto y cariño de los habitantes de Guano, ciudad donde Baltazar tiene un empleo, nada más y nada menos que dentro de su propio museo, donde se recopilan sus hazañas en la cima del planeta.
Regeneración, 1 de junio del 2017.-El portal RT entrevistó a un hielero del Ecuador, es otra de las profesiones que pasan a la historia. Y este podría ser el caso del último ‘hielero’, último heredero de un antiguo oficio practicado durante siglos por indígenas ecuatorianos de la provincia de Chimborazo, región que lleva el mismo nombre que su punto más representativo y más alto: el volcán más alto del planeta.
La elevación volcánica inactiva alcanza una altura de 6.263 metros sobre el nivel del mar y es la más cercana al Sol del planeta.
El corresponsal de RT, Tyron Lino, ha conocido al último representante de este oficio, Baltazar Ushca, y ha experimentado a su lado las dificultades de su quehacer diario.
Desde que cumplió 15 años (hoy tiene 74) Ushca recorre la ruta desde su pueblo natal de Guano hasta un punto del volcán ubicado a unos 4.700 metros para recoger el hielo, que echan en los jugos del mercado central de la ciudad de Riobamba, la capital de la provincia.
A mitad de camino hacia la elevación, donde recoge el hielo, Baltazar junto con su yerno, socio y aprendiz de hielero, Juan Ushca, cortan paja para hacer cuerdas. Sin embargo, aquí el trayecto no termina y continúa hasta los 4.700 metros sobre el nivel del mar, donde el hielero corta con un hacha el hielo milenario, lo envuelve con las cuerdas, lo amarra al burro y vuelve con él a la ciudad de Riobamba.
«¿Tú vas a permitir que muera este oficio o vas a ser el último hielero?», pregunta el corresponsal de RT a Juan. «Claro que sí, porque cuando no pueda mi suegro, o cuando le pase algo a mi suegro…», contesta entre el llanto el aprendiz de Baltazar.
Las ganancias en si no superan los 30 dólares, pero aquello es compensado con el respeto y cariño de los habitantes de Guano, ciudad donde Baltazar tiene un empleo, nada más y nada menos que dentro de su propio museo, donde se recopilan sus hazañas en la cima del planeta.