Las medidas que deben tomarse para transformar en profundidad la ciudad ante la contaminación deben ser drásticas y no necesariamente serán populares entre la población.
Pemex tiene ocho años de retraso en la introducción de combustibles menos contaminantes.
Regeneración, 19 de marzo de 2016.- La situación de extrema contaminación que vive la Ciudad de México, (en lo que va del año sólo hemos tenido 11 días limpios) requiere de cambios estructurales, señalan expertos, incluso a pesar de que estas medidas drásticas no sean muy populares entre los habitantes de la capital, señaló el Centro Mario Molina.
La institución hizo un pronunciamiento público ante la crisis de movilidad y calidad del aire de la zona.
Enfatizó que las acciones deben dirigirse a privilegiar por encima de todo, el transporte público, y restringir de manera significativa el uso del automóvil particular, “deben ser conmensurables al costo ambiental y de salud pública que para la sociedad tienen la contaminación y el congestionamiento vial”.
Por su parte, el CEMDA (Centro Mexicano de Derecho Ambiental) y Greenpeace México indicaron que el gran problema de contaminación en la Ciudad de México no puede resolverse con acciones paliativas ni de “bote pronto”.
Las medidas, además, no deben centrarse en endurecer exclusivamente la verificación de los automóviles particulares, porque son los vehículos pesados, de carga y de pasajeros, los emisores del 80% de las partículas PM 2.5 y del 90% del carbono negro, debido al diésel que utilizan es alto en azufre.
Contrariamente a lo que sostienen quienes defienden el derecho indiscriminado de circulación por encima de la consideración del costo ambiental, el Centro Mario Molina explicó que existen casos exitosos de regulaciones del automóvil, por ejemplo en Tookyo y Singapur, donde el precio de venta de un automóvil refleja el costo real que éste tiene para la sociedad, y llega a alcanzar más del doble de su valor comercial.
Para el organismo fundado por el premio Nobel de Química, una transformación profunda de la ciudad debe ir acompañada de políticas para contener la expansión de la mancha urbana y rescatar el espacio público, incluida la creación de áreas verdes y mejora de ofertas laborales que ataquen el problema de la centralización.
Si se continúa con medidas puramente inerciales, se puede provocar un considerable deterioro de la situación actual, hasta asemejarnos a la realidad que se vive en ciudades como Manila, Filipinas, y Lagos, donde el tiempo promedio de traslados diarios es incluso superior al que tenemos en la ciudad de México, que frecuentemente supera dos horas de viaje.
El diésel que usan estos transportes, comentó Margarita Campuzano, del Cemda, es de “500 partes por millón de azufre”, cuando en países desarrollados es de 15, y detalló que Pemex tiene ocho años de retraso en la introducción de combustible ultra bajo en azufre”.
Gustavo Ampugnani, coordinador de la campaña Megaciudades de Greenpeace México, indicó que mientras no se cambie el sistema de movilidad de la capital y de sus zonas conurbadas, los días con alta contaminación ambiental seguirán ocurriendo. Expuso que decretar una contingencia, aunque es una medida positiva para salir de esta crisis, es sólo un paliativo.
Remarcó que las que fallan son las políticas para desincentivar el uso individual del automóvil, éstas no son suficientes. Se debe invertir en garantizar opciones de movilidad no motorizada y basada en transporte público masivo y eficiente para que la gente se traslade de manera rápida, cómoda y a un costo relativamente bajo. Eso significaría atacar de raíz el problema que vivimos.
Con esto coincidió Campuzano, quien refirió que mientras exista un transporte público indigno e insuficiente, no están dadas las condiciones para que la gente se baje del coche.
Fuente: La Jornada.