Dolor y la tristeza, impunidad a 19 años de la matanza de Acteal: Obispo

 

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El obispo de San Cristobal de las Casas, Felipe Arizmendi, ofició una misa por la justicia en el caso Acteal donde fueron asesinadas 45 personas, mujeres, niños y ancianos.

Regeneración, 22 diciembre 2016.- El obispo de San Cristobal de las Casas, Felipe Arizmendi, criticó que a 19 años de la matanza de Acteal,  aún no se haya hecho justicia en este caso en que fueron asesinadas 45 personas y destacó que los sobrevivientes de la masacre «no están solos».

En una misa realizada en Acteal él obispos indicó que «cuando nos acercamos a la Navidad, que es una fiesta de luz, de alegría y de esperanza para todos, en especial para los olvidados y despreciados, seguimos experimentando el dolor y la tristeza de que no se ha hecho justicia en el caso de los 45 asesinados aquí en Acteal, hace ya 19 años».

En la homilía comentó que ante esta situación «la llamada Suprema Corte de Justicia del país, que debería llamarse más bien Suprema Corte de Legalidad, no de Justicia», pues ordenó «la libertad de los acusados por ese crimen, no porque sean inocentes, sino sólo porque hubo fallas en el proceso penal que los llevó a la cárcel». Acotó que esta acción ha aumentado la «desconfianza que tantos mexicanos tienen hacia las instituciones de procuración de justicia, provocando que muchos se organicen para buscar la justicia por sus propios medios».

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Arizmendi remarcó que «nos reunimos en esta celebración, no sólo para insistir en las denuncias contra los asesinos, no sólo para emitir duros comunicados, no sólo para no perder la memoria de lo que pasó hace 19 años, sino también para orar, para pedirle al Niño Jesús que esté cerca de nosotros, que nos consuele y que anime nuestro corazón en la lucha por la justicia».

Pidió también al Niño Dios que «nos conceda autoridades que en verdad defiendan al pueblo, que haya jueces que de veras procuren la justicia, y no sólo la legalidad».

El obispo aseguró que «ellos no tomaron las armas contra sus enemigos, sino que se refugiaron en la oración. La mayoría eran mujeres, como Ana, Isabel y María. Unos niños todavía estaban en el seno de su madre. Su oración y su sangre no han quedado sin dar fruto. Uno de los frutos es la gran solidaridad que muchos corazones de todo el mundo han expresado a los sobrevivientes de Acteal. No están solos». Indicó que aunque «los poderosos no les hagan caso, su lucha no ha sido estéril. Se han removido conciencias. La lucha por la justicia sigue adelante».

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Acotó que la oración brinda la «fuerza de Dios» para así «denunciar las injusticias y luchar por la paz. Sin la fuerza de la oración, nos cansamos y desistimos de luchar. Sin Dios, nos corrompemos y nos contagiamos de odio y de resentimiento. Sin Dios, podemos caer en la tentación de la violencia y la venganza», finalizó.

 

Con información de Proceso y La Jornada