Morena y su coalición ganaron casi la mitad de los 125 municipios y 52 de las 75 diputaciones. Triunfo en bastiones de PRI y PAN como Toluca, Ecatepec, Naucalpan, Tlalnepantla, Atlacomulco y Acambay.
Por Juan Carlos Aguilar/Reportaje especial
Toluca, Méx., Regeneración, 10 de julio de 2018. “No hay nada malo que no pueda ser peor”, dice un viejo refrán, que ahora, una vez terminados los últimos cómputos municipales en el Estado de México, la noche del domingo 8 de julio, y ya con los ajustes derivados del recuento de votos, define con exactitud la tragedia que vive en estos días el PRI. Morena y su coalición ganaron 45% de los 125 municipios y 70% de las diputaciones.
Dicha entidad ejemplifica la derrota y deja en claro que no fue sólo que el Revolucionario Institucional perdiera dramáticamente la presidencia del país, sino que se trató de una estocada mortal contra el sistema de partido de Estado.
Además de que José Antonio Meade no logró ganar en ninguno de los 300 distritos del país, la coalición que representaba, Todos por México (PRI, PVEM y Nueva Alianza), fracasó en las nueve gubernaturas que estaban en juego.
Cinco las ganó la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PES): Tabasco, Chiapas, Morelos, Veracruz y la Ciudad de México; tres la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y MC): Guanajuato, Puebla (en proceso judicial) y Yucatán; mientras que Movimiento Ciudadano se quedó con Jalisco.
Por si no fuera suficiente, el PRI ya no será mayoría ni en la Cámara de Diputados ni en la de Senadores. Ahora experimentará la oposición y cargará con el estigma de formar parte de “la chiquillada”, como se les llama a los partidos que son minoría.
Caída libre y focos rojos
En las elecciones del 2000, cuando de la mano de Jaime Labastida el PRI perdió por primera vez la Presidencia, tras 71 años de ejercer hegemónicamente el poder, la derrota no fue tan abrumadora.
En aquel proceso, el partido ganó 11 entidades y logró mantener un buen equilibrio en el Congreso. Era tal su poder que unió fuerzas con el PAN para aprobar reformas en conjunto. Andrés Manuel López Obrador denominó a esa complicidad “el PRIAN”, pues “son la misma cosa”, acusaría reiteradamente.
Sin embargo, ahora la caída del PRI fue mucho mayor, casi sin freno.
Para dimensionar lo profundo de la actual derrota, es necesario tomar como referencia lo que ha sucedido en los últimos años en el Estado de México, que desde 1929, cuando Plutarco Elías Calles fundó el partido, se convirtió en el bastión más importante del PRI.
Se trata de la joya de la corona, porque es la entidad con mayor número de votantes del país: casi 11 millones. Si bien antaño los electores eran como un muro impenetrable, que votaban en bloque, ahora ese muro mostró grandes fracturas.
En este siglo, ante el desempleo, la falta de educación, de un buen servicio de salud y, sobre todo, ante la creciente violencia -en 2017 se registraron 301 feminicidios, lo que lo ubicó en el primer lugar a nivel nacional en este delito, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública-, los votantes mostraron hartazgo y deseo de buscar otras opciones políticas.
El declive era evidente. En el periodo 2012-2015, el PRI gobernó 94 de los 125 municipios (75 por ciento), que ganó gracias a la coalición que hizo con el Verde Ecologista y Nueva Alianza. Para 2015-2018, hubo una pequeña pero significativa disminución: obtuvo 83 municipios (66 por ciento). De éstos, 58 los ganó con la ayuda del Verde Ecologista y Nueva Alianza, y tan sólo 25 los consiguió en solitario.
Pese a esto, el desdén del gobierno encabezado por Eruviel Ávila (2011-2017) continuaron. Los focos rojos se encendieron en agosto de 2017, cuando se llevó a cabo el proceso para elegir nuevo gobernador.
La disputa se dio entre la candidata de Morena, Delfina Gómez, y el del PRI, Alfredo del Mazo. Tras denuncias de Morena, PAN y PRD de que se trató de una “elección de Estado” y pese a que hubo pruebas por “compra descarada” de votos y robo de urnas, el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) validó la victoria de Del Mazo.
Así, el priista obtuvo el primer lugar, con 2 millones 48,325 sufragios, por arriba de Delfina Gómez, que obtuvo 1 millón 879,426. Apenas 168,899 votos de diferencia (menos de 3%). Retuvo el PRI el poder pero no había nada que festejar.
Toluca, Ecatepec, Naucalpan, Atlacomulco
Y la debacle se materializó el 1 de julio de 2018. La coalición Juntos Haremos Historia arrasó en la elección. Ganó 50 municipios de los 125 que conforman la entidad. Debido a que Morena ganó sin coalición otros seis municipios, son en total 56 los que gobernará a partir del 1 de enero. Es decir, el partido fundado hace cuatro años por Andrés Manuel López Obrador ganó 44.8 por ciento de los municipios.
La coalición Por el Estado de México al Frente (PAN, PRD, MC) obtuvo el triunfo en 29 demarcaciones; el PRI obtuvo 20; el Partido Verde, 5; el PAN, 4; Nueva Alianza, 4; PRD, 2; Vía Radical, 2; PT, 1; Movimiento Ciudadano, 1.
El único municipio en el que el ganador no ha sido definido es Tonatitla, debido a que en el recuento de votos se obtuvo un empate entre los candidatos del PRI y Por el Estado de México al Frente, por lo que el resultado será resuelto en los tribunales.
De los 125 municipios que conforman el Estado de México, cinco son clave por el electorado que representan en conjunto: 4 millones; es decir, 35 por ciento de los casi 11 millones que pueden votar en la entidad. En cuatro de ellos ganó Morena: Toluca, la capital del estado; Ecatepec, tierra del ex gobernador Eruviel Ávila; Naucalpan y Tlalnepantla. El quinto municipio clave se lo llevó la coalición del PAN, PRD, MC: Nezahualcóyotl.
No es ninguna coincidencia que estos cinco importantes municipios, en donde la gente le dio la espalda al PRI, sean los mismos que en los últimos años han registrado más de la mitad de los feminicidios que se cometen en la entidad.
Otros municipios que Morena arrebató al PRI y cabe destacar son: Atlacomulco, tierra natal del presidente Enrique Peña Nieto, y Acambay, territorio priista por antonomasia. En el caso de Acambay, la derrota duele de manera especial. El candidato por el PRI fue Daniel Sámano, hijo del diputado local y presidente de la Junta de Coordinación Política en la legislatura mexiquense, Miguel Sámano.
Descrito como funcionario “reservado y fiel”, que se maneja con un bajo perfil, Miguel Sámano fue secretario particular del exgobernador Arturo Montiel, a quien reconoce como su mentor político.
“Queremos un cambio”, el mensaje
El IEEM aprobó el proyecto mediante el cual quedaron definidos los 30 diputados de representación proporcional, que, sumados a los 45 de mayoría relativa, integrarán las 75 curules en el Congreso local para el periodo 2018-2021. Los diputados electos asumirán el cargo por tres años el próximo 5 de septiembre.
Los diputados de representación proporcional quedaron así: Morena (10), PRI (10), PAN (5), PRD (3) y PVEM (2). A éstos se suman los 45 candidatos que hicieron campaña y que ganaron en las urnas: la coalición Juntos Haremos Historia obtuvo 41, Por el Estado de México al Frente 2, PRI, 1 y Morena 1. La coalición de Morena tendrá 52 de las 75 curules.
Ahora sólo quedan vestigios del PRI en el Estado de México. Calles ruinosas con el nombre de algún expresidente o exgobernador; bardas con el logotipo tricolor al lado de promesas sin cumplir; retratos de Alfredo del Mazo sonriente en espectaculares que ya nadie ve. O incluso, un mural en Atlacomulco, donde aparecen “priistas de renombre”, incluyendo al actual presidente Peña Nieto.
El mensaje fue claro: “No queremos más PRI”, “queremos un cambio”. Con esas consignas en mente, la gente se despojó de una historia que en esta entidad cumpliría 90 años en 2019.
“¡Ya nos tocaba, ya nos tocaba!”, gritaba emocionada una mujer en Ecatepec. “Hoy nos tocará llorar”, dijo ya con los ojos hechos agua. Había motivos. El PRI era parte ya de su oscuro pasado.