¿Y qué si se nos da la gana de hacer el ridículo?, ¿qué si podemos hacer una broma colectiva? ¿Cuál es el problema con ello?, se preguntó la columnista.
Por Tamara de Anda para El Universal
Hace unas semanas fue el “Viaje en metro sin pantalones”. Para quienes no lo ubican y tienen hueva de ir a Wikipedia, es una ocurrencia que empezó en Nueva York en 2002, que fue creciendo y extendiéndose por el mundo. En México se hace desde 2011, en coordinación con otras ciudades, y se trata de convocar a la gente a treparse al metro en calzones, actuar “como si nada” para ver cómo reaccionan los demás pasajeros. Luego cada quien se va a su casa y tan tan.
Es una acción organizada que no tiene un GRAAAAAAN objetivo más que divertirse. Es tan superficial como inocua. Pero eso, al parecer, le molesta muchísimo a los mexicanos. Las secciones de comentarios de las notas y estados de Facebook sobre el tema eran una galería de odio: desde el “Qué horror estos borregos” hasta el “Qué insalubridad, seguro andaban dejando por ahí sus enfermedades venéreas” (jajaja, juro que lo leí), y claro, muchísima misoginia porque “Qué asco andar enseñando la celulitis, pinches gordas”.
Entre más leía, más trababa los ojos.
Siempre me ha chocado que en la clase media de esta ciudad le tengamos aborrecimiento a cualquier cosa que coquetee con “hacer el ridículo”. Eso de que muy fiesteros y muy alegres y desinhibidos mis ovarios: entre los metiches y juzgones que critican lo que hacen los demás, y entre los tímidos que tienen ganas de ponerse una peluca y un traje de plumas y bailar sin control pero a quienes les gana la hueva y el miedo de enfrentarse a los del primer grupo y por lo tanto terminan mimetizándose con ellos, somos una hueva total. Salvo los que no. Como los que viajan en metro sin pantalones y desafían las leyes del aburrimiento chilango. Aplausos.
Este fin de semana ocurrió algo similar. Los chistes, memes y especulaciones sobre Leonardo DiCaprio ganando un Óscar culminaron con que eso mismo siempre sí pasó, y la broma descontrolada de “Vámonos al Ángel después de la premiación” se volvió realidad. Una bola de defeños se lanzó al monumento, mientras que en Guadalajara se reunieron en la Minerva. Gritaron porras bobas, llevaron osos de peluche que aludían a The Revenant, improvisaron carteles, bebieron Tonayan.
Y entonces: ESCÁNDALO.
Leí de todo: que sus mamás debieron abortarlos, que eran una bola de microcéfalos (un “chiste” de no muy buen gusto ante la epidemia de Zika), que eran una vergüenza para la nación. Que qué estupidez, que qué oso, que qué corrientes, que por eso estamos como estamos.
¿Era una tontería? Definitivamente. ¿Alguno de los presentes tenía vela en el entierro del triunfo del güero gringo ese? Para nada. ¿Dañó a alguien, directa o indirectamente, que la banda saliera al Ángel a celebrar una babosada? Eeeem, no. Si acaso podríamos enojarnos porque bebieron en la vía pública. Fuera de eso, fue un acto completamente inofensivo.
Además, a ver: DiCaprio es un muy buen actor con el que los treintones hemos crecido (¿ya podemos confesar cuánto nos gustó Titanic en tercero de secun o seguimos en la pose de que única y exclusivamente disfrutábamos el ciclo de cine polaco experimental de la Filmoteca?), que ha salido en películas inolvidables, que es un chairo metido en activismo chido y que además anda en su Ecobici neoyorquina. Hay muchos motivos para admirarlo o para que por lo menos nos caiga chido. Como sea, ningún premio que ganara era como para ir a celebrar a la calle… y por eso mismo fue tan gracioso. Por descabellado. Por ilógico. Porque ni al caso.
PERO NO PINCHES NACOOOOOOOS AAARRRRGH MIS OJOS.
A lo largo del lunes, no vi mucha indignación en redes sociales por el nombramiento de Ernesto Nemer en Profeco, por el despido masivo de maestros, por la agresión lesbofóbica a un grupo de chavas en Santa María la Ribera, por el avance de Trump, por la manera en que están valiendo verga Pemex y la CFE, por el ataque a los padres de los 43 normalistas en Puebla. Ah, pero CÓMO SE ATREVEN A SALIR Y SER FRÍVOLOS EN PÚBLICO QUE LOS QUEMEN DE LA HOGUERA CON EL FUEGO DE MI SUPERIORIDAD MORAL.
“Es que la situación del país es gravísima”. Ah, chocolate por la noticia. No, híjole, de haberlo sabido antes mejor ni poníamos los Óscares (sí, ÓSCARES, así se les dice, aunque les dé un soponcio) y nos encerrábamos a leer los últimos quince números de Proceso. “¡El dólar a veinte pesos y estos pendejos celebrando!”. Qué escándalo, cuando todos sabemos que si el dólar sube hay que guardar estricto luto y no salir de casa hasta que a todos se aprendan al dedillo las tablas de conversión peso-frasco gigante de Tums de la Walgreens.
Una cosa es la terrible situación de la ciudad, del país, del continente, del mundo, del universo. Y otra es que la vida sigue. Se puede estar adolorido, horrorizado, indignado por toda la mierda e intentar cambiar las cosas, y por otro lado seguir disfrutando de las cosas simples, porque si no, en serio qué jodido. (Habrá gente que sólo haga lo segundo y lo primero lo tenga sin cuidado, pero bueno, esa gente también podría ser indiferente y apática y además aburrirse). Si no hay muchas buenas noticias a tu alrededor, se vale apropiarse de una celebración lejana, qué tiene. Y si te da la gana festejar disparatadamente el Óscar de un desconocido, pues qué y qué y qué.
Por otro lado, de todo lo que publicaron los “medios masivos de comunicación”, disfruté especialmente las fotos de Vice. Se nota que hubo una mezcla de “tribus urbanas” (jaja): mirreyes, ñoños, reguetoneros, hipsters. No es una masa uniforme. Y las imágenes me dan mucha risa, pero no de “AHAHAHA KE OSO ME BURLO DE USTEDES”, sino una risa contagiosa, porque se ve que se están divirtiendo un chingo. Es algo muy silly, que a mí me gusta traducir como “vacilador”. Es el gusto por el absurdo, la alegría de hacer el ridículo voluntariamente. Y me pareció muy chingón. En un país donde la comedia se basa en burlarnos del otro, del desfavorecido, hace falta aprender a hacer el ridículo y reírnos de nosotros mismos. Ayer ocurrió (puede que de forma burda y primitiva, pero ocurrió) y eso ya es un avance. Así que #TeamFansDeDiCaprioEnElÁngelForever.
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Como siempre, otras personas dijeron lo que pensaba mejor que yo. Aquí Sof Téllez:
Yo todo el día:
Sí estuvo bien tonto lo de Leo y el Ángel.
O tal vez no tanto, fue cotorro.
Seguro si viviera cerca habría ido jaja.
Bueno, pero sí está de oso.
Lo que sí es que hay problemas más apremiantes. Cuando hay que salir a marchar por causas relevantes nadie va y para estas tonterías sí están dispuestos a hacerlo.
Jiji aunque es el fin de una broma muy larga, la más larga de nuestra generación; tal vez en realidad sí deberíamos conmemorar su fin.
Qué del nabo estar en un país en el que hay que sentirnos mal por sentirnos bien.
O Andrea Ivich:
Me pedorreo en dirección de la gente intelijjjjente que está muuuy molesta porque a unos cuantos se les ocurrió agarrar el pretexto de un premio para celebrar en público un rato.
Como si ustedes hubieran dedicado su domingo a salvar a México. Qué enfadosos, me cae, qué ganas de auditarle la felicidad a la banda.
Si descalificas a quienes celebraron en la Minerva o el Ángel porque «qué ridículo», a lo mejor (en mi humilde y pobre opinión) te hace falta hacer más ridículos. Se la pasa uno muy bien…
O Chema Solari:
Seguro todos los que se andan quejando amargamente por los que fueron a celebrar el oscar de Leonardo DiCaprio en el Ángel se quedaron en su casa memorizando la constitución, haciendo ejercicio, enseñando a adultos a leer, sembrando árboles y muchas otras cosas que necesita este país y esos pendejos no hicieron.
O la gran Manchita, ¡que además sí fue al Ángel!:
hace más falta gente con ganas de participar de un chiste colectivo que gente que malmire a otros divirtiéndose porque quéosogoooeeeeeeee.
Fui al ángel porque hacía muchos años que no salía a jugar. Resulta muy refrescante un grupo de extraños siendo buen pedo entre ellos.
Todos los que estábamos ahí nos estábamos burlando de nosotros. siento que reírse de uno mismo en conjunto es rebueno para la salud mental.
«Somos unos pinches nacos» «es muy mexicano atribuirse el triunfo ajeno» …también se escuchaba anoche y me dio gusto. de eso se trataba.
Ash, hubiera ido.