Por: Víctor M. Toledo
El petróleo es hoy por hoy el principal agente natural que conduce al suicidio de la especie. Si el oro negro fue la plataforma que permitió la consolidación del mundo industrial, hoy en cambio es la causa principal, junto al capitalismo, de la crisis de la civilización moderna, la que se ha convertido además en un peligro real para la supervivencia de la especie humana, de la vida y del planeta entero. El petróleo no sólo es la causa central del calentamiento global por la contaminación industrial, sino la que acciona el transporte y los modelos agroindustriales que han provocado contaminación por pesticidas, agotamiento de acuíferos, pérdida de suelos, erosión y polución genética, desaparición de abejas y otros insectos benéficos, etcétera. Por ello toda decisión sensata, de simple supervivencia, debe buscar aprovechar su altísima rentabilidad como mercancía para incentivar y garantizar la llamada transición energética, el cambio hacia energías renovables (biomasa, eólica, geotérmica, hidráulica, solar directa, etcétera).
Que estamos en el umbral de una transformación energética radical lo confirma no sólo la crisis ecológica, sino el hecho de que la era de los combustibles fósiles ha entrado a su fase final. Desde el surgimiento del primer pozo petrolero en 1859 a la fecha, la mitad de las reservas probadas de crudo del mundo ha sido consumida. El llamado pico petrolero ( oil peak) se alcanzó entre 2010 y 2012. Es decir, la civilización actual ya está utilizando la segunda mitad de las reservas petroleras, y las predicciones apuntan hacia 2050 como el final. De los 98 países con este combustible, 64 ya rebasaron ese punto. México sólo posee petróleo para diez años.
Quienes cuestionan este panorama del fin del petróleo son los optimistas tecnológicos o tecnócratas. Sin embargo, el aumento de la población humana (9 mil millones para 2050), la adopción del modelo depredador capitalista industrial en los países emergentes (China, India, Brasil, Rusia y Sudáfrica, entre otros) y la creciente gravedad de los impactos del cambio climático, ponen en duda los escenarios optimistas. Una cosa son las reservas probadas, otras las posibles y otras más las probables. Las dos últimas serán cada vez menos factibles por sus altísimos costos económicos y, sobre todo, ambientales.
Un caso emblemático es el del gas esquisto ( shale gas) cuya técnica de extracción, la fractura hidráulica, provoca enormes impactos ambientales. Esta tecnología inyecta agua, arena y productos químicos de alta toxicidad entre 2 mil y 6 mil metros de profundidad, utiliza enormes volúmenes de agua (hasta 20 mil metros cúbicos por pozo), y genera contaminación de suelos y acuíferos, además de inestabilidad sísmica y enfermedades. Ver en You Tube el premiado documental Gasland y el número de marzo de 2013 de la revista National Geographic.
La reforma energética es el nuevo intento del capitalismo corporativo, nacional e internacional por adueñarse de parte de la renta petrolera de México. Para justificarlo se ha creado la idea falsa de un Pemex ineficiente en lo tecnológico y lo administrativo, no obstante su altísima rentabilidad reconocida internacionalmente. Su objetivo es doblemente perverso: arrancar parte de la ganancia petrolera de la nación y continuar por el sendero de los combustibles fósiles a pesar de sus severos impactos sobre el equilibrio ecológico planetario y el futuro de la humanidad. Tomar la senda de más petróleo, carbón, gas y uranio, en vez de usar los yacimientos factibles y disponibles para trazar una transición suave, no dramática ni patética hacia las energías renovables. es sin duda una decisión suicida.
En el caso de México, esto es más grave porque es uno de los países con mayor riesgo ante al cambio climático. Tres fenómenos agudizados por el desequilibrio global golpearán fuerte a México: a) el incremento en el número y potencia de los huracanes; b) las recurrentes sequías que se agravarán en el centro y norte del país, y c) el incremento general de las temperaturas. El Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático de la Semarnat en su informe de julio pasado, advierte que existen mil 385 municipios en alto riesgo de desastres por su vulnerabilidad a los fenómenos del cambio climático. El mismo reporte indica que México se calienta aún más rápido: las temperaturas se incrementaron ¡al doble que en el resto del mundo!
Veamos que está sucediendo ya. La sequía de 2010-2012, considerada la peor en siete décadas, afectó mil 110 municipios de Chihuahua, Durango, Coahuila, Zacatecas, Tamaulipas y San Luís Potosí, porciones de Querétaro, Aguascalientes Sinaloa y Sonora; provocó la muerte de 1.3 millones de cabezas de ganado y afectó extensas superficies de maíz, trigo, sorgo y otros forrajes. Se trata de ¡40 por ciento del territorio de México! Según un detallado estudio realizado por investigadores de la UNAM, el incremento de las temperaturas en las zonas montañosas reducirá la producción de café en un 34% hacia 2020. Reportes internacionales indican que los países que más verán afectada su producción de alimentos son India, México, Estados Unidos y Australia.
La civilización industrial está en crisis, pero no se detiene, sino que se agrava. No es la estupidez humana, sino las decisiones tomadas por seres humanos de carne y hueso: capitalistas, políticos y funcionarios. Sus comportamientos parecen moldeados por la voracidad, la soberbia, el interés individual, la competencia y una obsesión por controlarlo todo. Más que de posiciones ideológicas, políticas o éticas, o de una falta de información, se trata de comportamientos sicopatológicos, toda vez que sus decisiones conducen al suicidio colectivo. Las elites que nos parasitan son sujetos profundamente enfermos. La defensa del petróleo como motor de una política de bienestar social es obligada, además de ser emblema de la independencia nacional. Sin embargo, esta debe contextualizarse en el devenir de la especie humana y de su supervivencia. Ello significa garantizar que la renta petrolera también sirva para acelerar la transición energética.
Frente a los instintos suicidas de los poderes fácticos, de la cínica complicidad de políticos y empresarios, la mayoría sensata debe salir a resistir. Hoy, luchar por la vida y el planeta es luchar por la nación, sus recursos y su historia.
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