«El PRI controlaba todas las organizaciones de masas y luego las convertía en votantes. Eso ya no es posible», explicó Martí Batres en entrevista para REGENERACIÓN
Por Juan Carlos Aguilar
Regeneración, 3 de julio de 2018.- Tras la histórica votación del pasado 1 de julio, en la que Andrés Manuel López Obrador arrasó con el 52.9 por ciento de los votos, es decir, 24.1 millones de sufragios, y se convirtió en el candidato más votado en la historia reciente de nuestro país, el PRI perdió no sólo la presidencia de México, sino también su hegemonía, poniendo punto final al sistema de partido de Estado.
Así lo consideró Martí Batres, fundador y ex dirigente de Morena, quien en esta elección ganó un escaño en el Senado. En entrevista para REGENERACIÓN, señaló que, ahora sí, a diferencia de las elecciones de 2000 y 2006, el PRI perdió toda su fuerza. «Ahora sí suena a que habrá una transición de terciopelo», dijo Batres.
«Todavía en el 2000 el PRI se mantuvo como una fuerza política indispensable para gobernar. Conservó el control de los gobiernos estatales y de otros órganos del Estado; también de órganos autónomos. Incluso podría decir que durante los dos gobiernos del PAN, con Vicente Fox y Felipe Calderón, el PRI mantuvo la hegemonía. Siguió siendo una pieza clave para realizar las reformas estructurales y tuvo el control suficiente para regresar a la presidencia de la República.
«Sin embargo, ahora son otros los resultados. Esta vez sí suena, tanto por el tamaño de la debacle del PRI, como por el tono con el que hablaron José Antonio Meade y el presidente Enrique Peña Nieto la noche del domingo, a que habrá una transición de terciopelo. Es el fin del sistema de partido de Estado».
—¿El PRI está muerto?
—Bueno, seguirá existiendo, pero la noción que teníamos del PRI ya no puede ser la misma. Ya no tiene el control corporativo de los sindicatos; ya no tiene el control corporativo de las organizaciones campesinas y populares; ya no tiene el control de los órganos formales del Estado. El PRI controlaba todas las organizaciones de masas y luego las convertía en votantes. Eso ya no es posible. No sólo por las transformaciones políticas, sino por la transformación de la ciudadanía; hay mucha más ciudadanía ahora.
Es decir, cambia completamente su naturaleza política. Ya no tiene la capacidad de convertir control clientelar en masa de votantes. Entonces sí hay un cambio significativo en torno a lo que pasa en el PRI, aunque éste siga existiendo como otra fuerza política. Ahora sí cambió la naturaleza del PRI.
—¿Qué opinas sobre cómo bastiones priistas, como el Estado de México e incluso Atlacomulco, de donde es originario Peña Nieto, los haya ganado la coalición «Juntos Haremos Historia», conformada por Morena, PT y el evangélico PES?.
—Se juntó todo. El voto en contra del régimen tiene un doble componente: es un voto contra el viejo autoritarismo del PRI, pero también es un voto contra el neoliberalismo. Se cierran dos ciclos.
De acuerdo con datos del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), en la próxima legislatura, el Revolucionario Institucional tendrá apenas 14 senadores (equivalentes a un 11 por ciento) 42 diputados (8 por ciento), menos incluso que el PT (61) y el PES (58). Oficialmente, se ha dicho, el PRI pasó de ser la primera fuerza política del país, a formar parte de la «chiquillada», como se les conoce a los partidos minoritarios.
De las nueve gubernaturas que se disputaron en esta elección, el PRI no ganó ni una. Así, mantiene su gobierno en apenas 13 entidades de 32.
Tan contundente como la elección fue la caricatura con la que Rafael Barajas «El Fisgón» representó la debacle del PRI. En ella se ve a un dinosaurio devastado en el suelo, con el cuerpo ensangrentado; López Obrador está arriba de él, como un buen cazador.
En palabras del propio Barajas, «el 53% de los mexicanos herimos de muerte al dinosaurio neoliberal. Ahora hay que cuidarse de los coletazos. Nunca una oligarquía ha cedido sus privilegios sin dar la pelea. Hay que defender el triunfo y no será fácil».