Otro de aquellos términos hirientes que es utilizado de forma peyorativa es “puto”. Se usa con sentido homófobo, machista, discriminador, denigrante y ofensivo; y su emisión y recepción no está sujeta a alguna clase social en específico.
Por Diego Alanís Aguilar
Regeneración, 18 noviembre 2017.- Hace algunos años Enrique Serna escribió el texto “El naco en el país de las castas” para describir el uso de la palabra “naco” como uno de los calificativos más hirientes del español mexicano. Otro de aquellos términos hirientes que es utilizado de forma peyorativa es “puto”. Se usa con sentido homófobo, machista, discriminador, denigrante y ofensivo; y su emisión y recepción no está sujeta a alguna clase social en específico.
La discriminación y sus expresiones evolucionan sobre los procesos sociales. Antes, y con el puto, han convivido otros vocabularios como “joto” “maricón” “mariposas” “mariposón” “ninfas” “locas” “raritos” y otros de sus derivados. Estas palabras antes mencionadas devienen del joteo, caracterizado por Serna como “aquello que contrarresta la exageración histriónica de lo masculino”.[1]
Por ejemplo, Monsivaís detecta en el siglo XX el uso común del “rarito” en México, como la persona “que transforma lo amenazador en lo banal, en lo graciosamente inofensivo y patético” y que se aleja de toda la representación de lo masculino. En el núcleo del puto se inscribe la homosexualidad, como aquello que asimila a lo femenino, a la mujer, a un papel histórico subalterno como lo ha señalado Bourdieu al decir que “los homosexuales han pasado a una posición marginal porque se parecen o actúan a las mujeres, seres de condición “inferior”[2];
Ahora bien, con el carácter dinámico de las expresiones, las connotaciones del puto son diferenciadas, entre los que asimilan la palabra con la homosexualidad y los que la asimilan con la cobardía. Sin embargo, la cobardía surge del núcleo de la primera connotación, ya que si el homosexual intenta “imitar a la mujer”, este “se adjudica características propias de las mujeres” como lo son, la “timidez, la cobardía, la debilidad”; contrario a la representación de la masculinidad como “lo fuerte y lo valiente”.
El contenido de la palabra es ambivalente y cambia de sentido desde la condición del emisor y con la condición del receptor. Por ejemplo entre los sexos hay variaciones. De tal suerte que no es lo mismo puto que puta; el primero tiene un contenido ambivalente que parte de un núcleo que tiene que ver con la homosexualidad; el segundo tienen más estabilidad a la hora de la fijación de su contenido, puesto que puta es aquella mujer que se dedica a la prostitución o aquella que vive de forma libre su vida sexual.
Diferentes derivaciones del puto como hijos de puta, puta madre, no seas puto, vienen del núcleo de la libertad sexual de la mujer, vista como una actividad desagradable y poco digna en una sociedad patriarcal-machista como la mexicana. En otras palabras la actividad con mayor carga valorativa negativa y con mayor estigma es la sexual, pero mayormente si es realizada por mujeres.
El puto también se ha utilizado como palabra auxiliar para acompañar frases como eres un “puto genio” o “que “puta suerte tienes”; lo cual en este sentido aleja de su núcleo a la palabra, puesto que no tiene una intención de inferiorizar al sujeto, más bien, cuando se utiliza como auxiliar el concepto queda vacío y se absuelve de contenido, pero cuando se trata de un adjetivo calificativo recobra su sentido y el núcleo vuelve a su centro.
El contexto mexicano en el que se inscribe la palabra puto no es favorable para seguir utilizándola como adjetivo; ya que México es el segundo lugar en Latinoamérica por crímenes de odio por homofobia, así como uno de los países con mayor discriminación hacia la comunidad LGBTTI. Por ejemplo en la encuesta sobre Homofobia y Mundo Laboral realizada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos: uno de cada tres homosexuales ha señalado que sufre discriminación en el trabajo, el 35% ha manifestado que han sido hostigado, -seguramente se ha hecho presente la palabra puto-, y el 42% no cree que pueda expresar su identidad y/o orientación sexual sin tener alguna represalia. El seguir utilizando, puto, reproduce de manera simbólica los machismos y la homofobia que se ve materializada en los datos antes mencionados.
[1] Enrique Serna en Las caricaturas me hacen llorar, Terracota, 2012, p. 29
[2] Rodrigo Laguarda en Gay en México: lucha de representaciones e identidad, Alteridades vol.17 no.33 México ene./jun. 2007