Regeneración, 11 de noviembre del 2015.-La historia es absolutamente cierta. Estados Unidos es el país de las oportunidades. Yo he visto a gente muy pobre convertirse en millonaria.
Pero también es cierto que, poco a poco, eso está cambiando y este país se está transformando en el reino de los súper ricos.
Primero el billete. Estados Unidos tiene más billonarios, según la revista Forbes, que cualquier otro país del planeta. En Estados Unidos había más billonarios este año (536) que todos los que existen en China (213), Alemania (103) y Rusia (88). Y aquí estamos definiendo como billonario a cualquier que tenga más de mil millones de dólares en dinero, inversiones y propiedades.
Estados Unidos se creó bajo el principio –establecido en su Declaración de Independencia- de que todos los seres humanos son iguales y, por lo tanto, tienen los mismos derechos y oportunidades. La realidad es otra. Muchos aquí son maltratados y discriminados, y no todos tienen las mismas oportunidades educativas y financieras.
Quien más ha estado denunciando esta desigualdad económica en la campaña presidencial norteamericana es el senador demócrata Bernie Sanders, que se describe a sí mismo como socialista. “La décima parte del uno por ciento más rico del país”, dijo hace poco el senador Sanders, “tiene casi la misma riqueza que el 90 por ciento más pobre.”
Esto, definitivamente, no suena como una sociedad muy igualitaria. Y en eso coincide Ben Bernanke, ex director del banco central de Estados Unidos y quien acaba de publicar su libro “The Courage to Act” (El Valor de Actuar). “La economía de Estados Unidos no está sirviendo a toda la población de la manera en que quisiéramos”, me dijo Bernanke en una entrevista. “La desigualdad está empeorando y así ha ocurrido por mucho tiempo. En los últimos 40 años hemos visto que los salarios y las fortunas están distribuyéndose de manera muy desigual. Es un problema que necesita solución.”
De hecho, si comparamos a Estados Unidos con los países más desarrollados del mundo, no sale muy bien parado. La disparidad de ingreso entre los norteamericanos –coeficiente Gini, le llaman los economistas- es una de las peores dentro del grupo de las 34 naciones más ricas del mundo, según la comparación hecha por el centro Pew. En cambio, las sociedades más igualitarias son, en este orden, Corea del Sur, Suiza, Islandia, Noruega, Holanda y Dinamarca.
La desigualdad en Estados Unidos es algo que se siente y se ve cada vez más. En Nueva York, por ejemplo, me sorprende la enorme riqueza de los que viven y trabajan cerca de las nubes frente a la infinita pobreza de los que sobreviven en las calles y laboran en las cocinas de los restaurantes. Esto es algo que denunció el Papa Francisco hace poco y que es uno de los principales retos del alcalde neoyorquino Bill de Blasio. Pero el problema no es único de Nueva York y se nota en muchas areas.
Veamos el ejemplo de los estudiantes. Es cierto que muchas universidades, los estados y el gobierno de Estados Unidos ayudan con becas y préstamos a los alumnos más necesitados. Pero miles de estudiantes, junto con el diploma, se llevan una deuda gigantesca.
El año pasado la deuda por los préstamos estudiantiles superaba el 1.2 billlones de dólares, según la revista The Economist. Los recién egresados tienen, entonces, una doble responsabilidad: encontrar trabajo y pagar su préstamo universitario. Y no todos pueden. Siete millones de universitarios no han podido pagar lo que deben. Estamos creando, por lo tanto, una nación de universitarios deudores.
Estados Unidos es, todavía, una nación que da grandes oportunidades para reinventarse. Yo lo hice hace más de 30 años y he visto cómo miles se han creado aquí una nueva vida. Por eso tantos inmigrantes quieren venir.
Pero el peligro es que el mismo sistema que permite la creación de tantas fortunas se está cerrando para los que no son parte del club de los multimillonarios. Fácil sería pedirle a los más ricos que regresaran a la sociedad parte de lo que acumularon. Pero las cosas no funcionan así. Eso no va a ocurrir.
Los ricos en Estados Unidos están ganando muchísimo más dinero del que pueden gastar ellos y sus familias durante varias generaciones. ¿Cómo se puede gastar un individuo mil millones de dólares en 70 u 80 años? Eso es casi imposible. Por lo tanto, no tiene ningún sentido, como país, crear una nueva clase alta con más dinero del que pueda gastar e invertir socialmente. Es un desperdicio.
Y así, el país que surgió hace más de 200 años bajo la idea de igualdad de oportunidades está perdiendo la igualdad y las oportunidades. El reino de los súper ricos acecha.
(Noviembre 9, 2015)