Andrés Avila Armella | Rebelión
La historia no puede repetirse exactamente de la misma forma, existen muchas variables que cambian permanentemente, sin embargo, la dialéctica nos enseña que en medio de las variables que cambian en periodos de tiempo cortos, actúan de manera más profunda y duradera, otras determinantes; de esta forma, podemos observar en la historia que en un período determinado, las acciones políticas tienen mucho de parecido y poco de diferente, dando así la impresión de que en lo general la historia se repite.
Así mismo, es claro también que nada ocurre por casualidad, cuando menos un estudioso o analista serio de la realidad social, no puede partir del supuesto de que un hecho ha ocurrido única ni principalmente por la fortuna, esto aún y cuando exista una porción azarosa en los acontecimientos. Es la captación de las tendencias históricas en sus elementos más constantes lo que nos permite prever, y lo ocurrido en Iguala con los estudiantes normalistas, es un hecho en el cual confluyen un sinnúmero de factores que la clase dominante y el Estado mexicano han venido alimentando en un período mediano de tiempo. [2]
Esta vez, el Estado mexicano ha cosechado la confluencia de dos trabajos perversos, por un lado, una campaña sistemática de criminalización de la protesta social, particularmente en los temas de educación, y por otro lado, el clima de terror y confusión que se ha promovido, alimentado y auspiciado, alrededor del contrabando, el narcotráfico y las matanzas cotidianas relacionadas a estos hechos. Desde hace años, un sinnúmero de organizaciones políticas y sociales han venido alertando sobre la probabilidad de que el Estado mexicano utilizara el clima generado por el supuesto combate al narcotráfico, con la finalidad de reprimir al movimiento social. No es la primera vez que ocurre, aunque ahora el hecho es particularmente grave.
La contrainsurgencia y confusión como antesala de la represión
La posibilidad de repetir lo esencial de un hecho represivo, consiste para el Estado, en la habilidad para modificar las variables superficiales y así presentarlo como “completamente diferente”, provocando de este modo confusión incluso entre las propias organizaciones sociales y retrasando su reacción. Lo ocurrido en Iguala el pasado 24 de septiembre no es esencialmente diferente a lo ocurrido en la Plaza de las Tres culturas de Tlatelolco en 1968, ni del Halconazo del 10 de Junio de 1971, tampoco de la masacre de Aguas Blancas en Guerrero en 1995 ni la de Acteal Chiapas en 1997; estamos ante uno de los hechos más sangrientos del Estado mexicano en contra de un grupo organizado simplemente para resistir a ciertas políticas del Estado.
Agrupo así estos hechos, pues en ninguno de ellos, el grupo agredido es en sí mismo una organización que pretenda con su accionar el derrocamiento del Estado burgués, tanto los estudiantes del 68 como los del 71, la comunidad de “las abejas”, como la Organización Campesina de la Sierra del Sur y los estudiantes normalistas, son simplemente opositores, no son ejércitos guerrilleros. Su accionar, si bien puede provocarle algunas heridas al Estado, es evidente que no pueden amenazarlo por sí mismos de muerte, aún y cuando en cada uno de esos movimientos actúen compañeros de convicción y acción revolucionaria, lo hacen desde una posición política en un movimiento amplio que por lo tanto no estaría en posición de desafiar al aparato represivo de Estado en su conjunto, aún cuando éste último sí cuenta con la infraestructura y logística suficiente para desarticularlos por la fuerza.
Si retomamos este tipo de hechos, nos daremos cuenta que en cada uno de ellos, la primera reacción del Estado mexicano y de los medios de comunicación escritos y electrónicos varía entre negar la participación del mismo, así como argumentar que los hechos han sido perpetrados por grupos que salen de su control, con el consiguiente compromiso de investigar los hechos, promesa que siempre termina por incumplirse o simularse. ¿Acaso no fue eso lo que dijeron en Acteal? ¿Acaso no fue eso lo que dijeron después aquel jueves de corpus en el 71? ¿Acaso en 1968, el Estado no intentó minimizar el hecho y trató de deslindarse de aquellos civiles con un guante blanco que actuaban en mancuerna con los militares? ¿En verdad alguien puede creer ahora que lo de Iguala es sustancialmente diferente?
Según la narrativa de los hechos, en Iguala, al momento de la agresión, estaban presentes elementos de la policía estatal, estaban cerca agentes de la policía federal y atestiguaban los acontecimientos elementos del Ejército Mexicano, unos persiguen, otros se comunican por radio, otros disparan, unos vestidos de civil, otros uniformados, unos observan, otros actúan. ¿Acaso no son así los operativos? ¿Es necesario que sea el elemento uniformado del Ejército mexicano quien dispare para atribuirle responsabilidad al gobierno federal? Para qué tendría el soldado que usar su arma cuando los mercenarios pueden bañarse con la sangre de inocentes mientras el mantiene limpio el uniforme.
El asunto es más preocupante aún, el día de ayer, el procurador de justicia de Guerrero, agradecía la acción del Ejército y de la Marina ¿Qué pretende con ello? Vivimos momentos muy delicados, la burocracia política en México está sumamente desgastada y no faltan voces dentro de la oligarquía quienes de forma más velada o descarada, claman porque los militares tomen el control del país, contribuyendo simultáneamente al descrédito de la política y a la acreditación de los métodos castrenses. Por un lado, el aparato represivo actúa asesinando inocentes, y por otro aparece otra parte del mismo como salvador de la situación, un verdadero teatro en donde el que tira al niño por la ventana es el mismo que lo rescata, pero que se vale del hecho de que en la memoria aparece más vivo el recuerdo de la última imagen, produciendo la confusión de ver al héroe en el villano.
LA CONFUSIÓN EN LA “GUERRA CONTRA EL NARCOTRÁFICO”
Estamos ante un fenómeno como el que acabamos de mencionar, ha sido la burguesía y el Estado en México quienes han promovido, solapado y alimentado el fenómeno del paramilitarismo, del crecimiento de las mafias de contrabandistas y del matar como forma de ganarse la vida; pero simultáneamente se valen de dicha situación para presentarse como héroes que combaten el desorden, la droga y el crimen; ¡Una tremenda farsa!
En los últimos años, México se ha convertido en el país donde se “mata por error”, pero se mata mucho. Tan solo el año pasado, se cometieron en el país cerca de veintitrés mil asesinatos, 62 por día en promedio. [3] Supuestamente un porcentaje corresponde a mismos contrabandistas, delincuentes, sicarios o similares, pero se sabe que un porcentaje también corresponde a inocentes; muertos que supuestamente murieron por error, por parecerse a alguien, por estar comiendo en el lugar equivocado, por cruzar por la carretera equivocada, por enamorarse de la persona equivocada o por defenderse de una agresión ante las personas equivocadas. Entre tanta violencia, tanto grupo armado, entre tanta confusión, se ha acostumbrado a la población mexicana, particularmente en algunos estados, a no prestarle demasiada atención a los asesinatos o a considerarlo simplemente como algo normal.
Como siempre, el Estado mexicano argumenta ser la solución y no la causa del problema, aún cuando es un claro beneficiario de la violencia, claro, sin estar el proceso exento de contradicciones [4]. Un ejemplo paradigmático fue la masacre en San Fernando Tamaulipas, en donde un grupo, presuntamente los Zetas, asesinaron a más de 193 personas, dentro de las cuales predominaban migrantes centroamericanos, justo en un momento en que el gobierno norteamericano urgía al mexicano para que controlara (ojo, no que detuviera), el flujo de trabajadores centroamericanos hacia Estados Unidos. El Estado ha prometido investigar el caso, pero como siempre ofrece respuestas cortas y claramente deficientes.
Como vemos México es el país donde el Estado mata por error, o deja que se maten por error a personas a las que convenientemente prefiere que no vivan.
La guerra contra los que se oponen al ajuste educativo
Aquí nos encontramos con un elemento que ha sido tan sistemático que sólo de manera ingenua nos hará ver la masacre de Iguala como una casualidad. En los últimos años, el Estado mexicano, ayudado por instrumentos ideológicos como la Iglesia y los medios masivos de comunicación, han emprendido una campaña en contra de maestros y estudiantes que se oponen a las políticas educativas de ajuste neoliberal en México. Desde el movimiento estudiantil del 1999 hasta la fecha, los medios de comunicación se han empeñado por crear la impresión en el conjunto de la población con avanzado grado de ignorancia, que un estudiante rebelde es un delincuente y merece ser castigado.
En los últimos años, desde el noticiero matutino de Televisa, el presentador y vocero de dicho grupo empresarial, Carlos Loret de Mola, cuenta con una sección especial destinada a promover un clima de linchamiento en contra del magisterio democrático y de los estudiantes normalistas ¿Se tratará de una casualidad? Difícilmente un grupo empresarial tan experimentado en política y comercio, invertirá tanto dinero en una casualidad.
Pero además las cifras son claras, el siguiente cuadro, nos da una idea del trato que han recibido los estudiantes normalistas por parte del Estado mexicano desde el año 2000
Escuela | Año | Cantidad de detenidos |
ENR Luis Villarreal Mexe Hidalgo | 2000 | 272 |
ENR Benito Juárez, Tlaxcala | 2000-2001 | 600 |
ENR Carmén Serdán, Teteles Puebla | 2000 | 362 |
ENR Mactumatzá, Chiapas | 2003 | 207 |
ENR Isidro Burgos, Ayotzinapa Gro. | 200-2011 | 248 |
ENR Vasco de Quiroga, Tiripetío Mich. | 200-2011 | 346 |
ENR Vasco de Quiroga, Tiripetío Michoacán, junto con estudiantes de la Escuela Normal Indígena de Michoacán | 2012 | 120 |
TOTAL | 2195 |
Como vemos, difícilmente será sostenible la versión de que en los últimos años, el Estado mexicano, por error ha encarcelado a casi 2200 estudiantes normalistas, en operativos donde no sólo se ha detenido a los mismos, sino también se les ha golpeado, disparado y torturado en distintas modalidades, incluso, el 12 de diciembre de 2011, dos estudiantes de Ayotzinapa habían sido asesinados en un operativo.
A estas cifras podríamos agregar los casi 1000 estudiantes detenidos tras la huelga de la UNAM en 2000, y los 204 detenidos en 2012 tras los operativos en las Casas del Estudiante “2 de Octubre” “Estudiante Nicolaita” y “Lucio Cabañas” en Morelia Michoacán el 28 y 29 de abril de ese año. [6] Pero además estas cifras sólo contemplan la represión a estudiantes en movilizaciones propiamente estudiantiles, por lo que también podríamos agregar cientos más si contemplamos a los estudiantes reprimidos en movilizaciones con otro carácter, por ejemplo en los hechos represivos de Cancún y Guadalajara, durante las protestas antiglobalización, o bien los estudiantes, heridos, muertos, torturados y detenidos durante el año 2006 en San Salvador Atenco.
Me parece que no es necesario seguir abundando en el punto, el asunto es muy claro, la creciente represión contra los opositores, particularmente estudiantes de origen proletario-campesino, y particularmente contra los normalistas rurales, es contundente. A estas alturas no es creíble que el Estado se equivoque tantas veces en su favor.
La síntesis de la violencia de Estado
Estamos ante un hecho gravísimo, independientemente de la confirmación de cifras entre desaparecidos y ejecutados, el Estado mexicano promueve que se prolongue el período de confusión para así evadir su responsabilidad en los hechos. Por ahora, la postura oficial, secundada por Televisa y medios afines, es la “teoría de la confusión”, en donde se dice que tal vez los normalistas fueron confundidos con sicarios de un cártel rival [7]. Esta argumentación es una falsedad de la más baja calidad, cualquiera que viva en Guerrero o en Michoacán, donde el activismo normalista es muy frecuente, y donde la actividad de los contrabandistas y sicarios es también cotidiana, puede distinguir perfectamente una cosa de la otra, estos grupos no son siquiera parecidos. Los normalistas rurales son inconfundibles, y aún cuando hubiera habido una confusión inicial, esta se hubiera disipado con facilidad. Los sicarios no llegan con ropa sencilla y desarmados en autobuses escolares a pedir colectas para ir a una marcha el dos de octubre a la Ciudad de México.
Además, suponiendo que los sicarios actuaran contra ellos por tener algo particular en contra de los normalistas ¿Qué podrían tener contra ellos, que no sea lo mismo que tiene el resto de la burguesía y el Estado contra el normalismo rural? Es claro que de una forma u otra lo provocaron, ya sea que desde arriba dieron la orden de actuar así, o bien que desde arriba generaron las condiciones para que estos grupos se sintieran en su total libertad de usar su armamento en contra de quienes el Estado considera sus enemigos, y contra quienes los medios de comunicación pretenden presentar como enemigos públicos. ¿Será esto lo que Oscar Naranjo ex director de la Policía Nacional de Colombia vino a enseñar a México?
Podríamos preguntar ¿Quién hizo esto? Y existen muchos nombres, algunos más teatrales y otros más reales, fue Enrique Peña Nieto, fue el PRI, fue Felipe Calderón, fue el PAN, fue Angel Aguirre, fue el PRD, fue Televisa, fue Emilio Azcárraga, fue Carlos Loret, fue Tv. Azteca, fueron los Zetas, los Caballeros Templarios, el cártel de Sinaloa, Tijuana, del Golfo o del Milenio, fue el Ejército, la Policía Federal, la municipal, la estatal y la privada, fue la burguesía legal y la ilegal, en pocas palabras, fue El Estado y la clase dominante, pero también tenemos que reconocer que una parte es culpa de quienes por desidia, cobardía o lentitud, han dejado a los luchadores sociales solos a su suerte, permitiendo que esto ocurra.
No, en la historia no hay casualidades y esta tampoco lo es, son los grandes intereses que gobiernan y dominan nuestro país quienes han actuado en contra de la juventud rebelde, proletaria y campesina, es claro que para el Estado mexicano ese es un enemigo a vencer.
A los demás, a la izquierda, a las organizaciones sociales del pueblo trabajador, a los explotados de México y el mundo, nos queda simplemente tomar cartas en el asunto, es muy peligroso que permitamos esto, le estaríamos dando un cheque en blanco al Estado mexicano, le estaríamos dando permiso de matarnos. Sin duda es tiempo de decir ¡Ni uno más! Es tiempo de exigir justicia para los caídos y presentación de los desaparecidos, pero también es tiempo de comprender que si no hacemos lo que tenemos que hacer por nuestra condición histórica, estaremos anulados en más de un sentido.
Notas:
[2] Tesis defendida por Marx en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
También hago referencia al texto de A. Gramsci Previsión y expectativa. Dentro de: Antonio Gramsci. Pequeña antología política. Libros de confrontación. Serie filosófica 5. Barcelona 1974. Pág. 70.
[3] La Jornada 23 julio 2014. http://www.jornada.unam.mx/
[4] Es obvio que en esta situación, el Estado también ha sufrido algunas consecuencias como pérdida de la legitimidad, y la desconfianza de algunos empresarios extranjeros, pero en la historia, las tendencias son así, contradictorias, lo cual no la priva de su carácter tendencial.
[5] Datos de una investigación ordenada por la SEP a la UPN. http://anuario.upn.mx/2012/
Completada con información periodística reciente:
http://www.jornada.unam.mx/
http://www.eluniversal.com.mx/
[6] http://www.zocalo.com.mx/
[7] El pasado miércoles en el programa editorial de Televisa, llamado “Tercer Grado”, los participantes apuntalaban a dicha hipótesis.
Andrés Avila Armella. Miembro del Buró Político del Partido Comunista de México (PCdeM). www.partidocomunistademexico.org También es Sociólogo y Dr. En Estudios Latinoamericanos por la UNAM.