Este hombre documentó así, entre otras gravísimas situaciones, la venta de esclavos yaquis en Sonora y mayas en Yucatán, la violenta represión de que fueron víctimas los trabajadores huelguistas de Cananea, de Río Blanco y del Ferrocarril Nacional Mexicano y el despojo continuo de las tierras de los campesinos e indígenas mexicanos, bajo el amago de los rurales de Porfirio Díaz. Lo más notable del texto, con todo, está en las dos profecías que anunciaba: la de que estaba a punto de iniciarse una revolución, y que los Estados Unidos llevarían a cabo una intervención armada para asegurar la estabilidad política y la protección de las inversiones norteamericanas.
Turner precisó informaciones sobre la alianza de Díaz con los capitalistas norteamericanos y las pretensiones de éstos de dominar a México. Hoy que nuestro país vuelve a estar acosado por poderosos intereses empresariales extranjeros, y que la fragilidad institucional está expuesta, conviene recordar sus sentencias:
El capital norteamericano no está, por ahora, a favor de la anexión política de México; la esclavitud que produce utilidad puede mantenerse con mayor seguridad bajo la bandera mexicana que bajo la bandera norteamericana. Mientras se pueda dominar a México –mientras se le pueda mantener como una colonia de esclavos– no hay necesidad de anexarlo, pues una vez anexado, la protesta del pueblo norteamericano sería tan grande, que se haría preciso abolir la esclavitud o disfrazarla bajo formas menos brutales y descaradas. La anexión vendrá sólo cuando no se pueda dominar al país por otros medios.
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