Por Luz Nieto.
Hace cien años, el 28 de noviembre de 1911, un grupo de campesinos pobres del estado de Morelos se reunieron para discutir un programa político que salvara a México del desastre provocado por el tránsito de la dictadura a la democracia. A los pocos meses que Francisco I. Madero dirigiriera el país, la falta de medidas acertadas para resolver las profundas injusticias legadas por el régimen dictatorial, causaba inconformidad entre los ciudadanos, esperanzados en el nuevo gobierno.
Los 59 firmantes del Plan de Ayala manifestaban su indignación por el incumplimiento de las promesas de los dirigentes de la Revolución. Cuestionaban que mientras los políticos desacreditaban y perseguían a sus opositores, los campesinos mexicanos sufrían la injusticia perenne de carecer de los derechos más elementales para ser considerados ciudadanos. En el
Plan se establecía:
7º. En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no son más dueños que del terreno que pisan sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos, las tierras, montes y aguas; por esta causa, se expropiarán previa indemnización, de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellos a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos.
El Plan de Ayala se convirtió en bandera de lucha de los campesinos del sur de México, y, a partir de la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes, en 1914, en el programa de los revolucionarios mexicanos. Su espíritu y su letra resuenan hoy con fuerza, recordando que la justicia y la democracia verdadera sólo puede partir de la realización de las exigencias del pueblo.
La mayoría de los mexicanos está inconforme con la situación que vive el país. Sin embargo, no muchos saben o no se convencen de que hay una alternativa para sacar a México adelante y mejorar las condiciones de vida de todos.
En las elecciones presidenciales de 2012 sólo habrá dos opciones: por un lado el PRI y los mismos de siempre que nos han llevado al desastre; y por el otro, un cambio verdadero, encabezado por Andrés Manuel López Obrador. En estas condiciones, abstenerse o anular el voto, objetivamente significará apoyar a la derecha.
El cambio es posible con la organización y con la movilización ciudadana. El proyecto de nación surgirá de un Nuevo Pacto Social que incluya a todos los sectores del país. La reconciliación nacional sólo podrá hacerse realidad con la participación democrática de todos los mexicanos.
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