(Besançon, Francia, 1802 – París, 1885) Escritor francés. La infancia de Victor Hugo transcurrió en Besançon, salvo dos años (1811-1812) en que residió con su familia en Madrid, donde su padre había sido nombrado comandante general. De temprana vocación literaria, ya en 1816 escribió en un cuaderno escolar: «Quiero ser Chateaubriand o nada».
Muy joven, destacó en los Juegos Florales de Toulouse y fundó el Conservateur littéraire, junto con sus hermanos Abel y Eugène, pero su verdadera introducción en el mundo literario se produjo en 1822, con su primera obra poética: Odas y poesías diversas. En el prefacio de su drama Cromwell (1827), proclamó el principio de la «libertad en el arte», y definió su tiempo a partir del conflicto entre la tendencia espiritual y el apresamiento en lo carnal del hombre.
El pensador Víctor Hugo y el caso México
Por Héctor Tajonar
El pensamiento político moderno es hijo de la Revolución Francesa, y en ese sentido somos herederos de Víctor Hugo, el más alto representante del espíritu de ese acontecimiento histórico que cimbró los fundamentos de la humanidad. La obra y la personalidad de Víctor Hugo (1802-1885) abarcan todo el siglo XIX francés; su influencia se hizo sentir en Europa y América, a través de las dos grandes revoluciones que representó: la artística, vinculada al romanticismo, y la política, asociada a la democracia.
Del romanticismo nació la modernidad en el arte y la literatura; de ahí bebió el movimiento modernista hispanoamericano de Darío y Gutiérrez Nájera. Las ideas de Hugo sobre la educación nutrieron a Justo Sierra y a José Vasconcelos. La grandeza de su obra poética y narrativa es imperecedera, al igual que sus ideales políticos en defensa de la libertad de pensamiento y expresión, de los derechos de la mujer, la gratuidad y laicidad de la educación pública, la amnistía, la clemencia, la abolición de la pena de muerte, la paz universal y la unidad de Europa.
Convencido de que el pensamiento es poder, el autor de Los miserables borró las fronteras entre política y literatura, impregnando a éstas de sensibilidad humana y conciencia ética, no de dogmatismo ideológico. “La palabra política siempre me ha parecido mal definida. Yo he intentado introducir en ella la cuestión moral y la cuestión humana a favor de los oprimidos de todos los países y todos los partidos”, escribe en Actos y palabras.
Su capacidad para juzgar y tomar decisiones de acuerdo con su conciencia condujo a Víctor Hugo a un exilio de 19 años, de 1851 a 1870, tras oponerse al golpe de Estado de Luis Bonaparte para proclamarse emperador con el nombre de Napoleón III. Fueron años de intensa producción literaria en los que escribió obras de crítica política en prosa y poesía (Historia de un crimen, Napoleón el pequeño y Los castigos), terminó el poemario Las contemplaciones, creó la trilogía de poesía épica que lo sitúa en la cima de la epopeya decimonónica (La leyenda de los siglos, El fin de Satán y Dios), y publicó tres grandes novelas: Los miserables (1862), Los trabajadores del mar (1866) y El hombre que ríe (1869).
Rastreando la fuente original de una frase de Hugo que sintetiza su pensamiento político, Tout pouvoir est devoir (Todo poder es deber), encontré que dicha máxima pertenece a uno de los textos escritos durante su exilio en las islas británicas de Jersey y Guernesey en el Canal de la Mancha, titulado William Shakespeare y que inicialmente concibió como prólogo para una antología del dramaturgo y poeta inglés traducida al francés por un hijo de Víctor Hugo. Dicho escrito se convirtió en uno de sus ensayos fundamentales.
Obra original y compleja, considerada por el propio autor como un “manifiesto literario del siglo XIX” destinado a “continuar el estremecimiento filosófico y social producido por Los miserables”, William Shakespeare es una mezcla de poética y política, en la que Hugo expresa su teoría del genio poético, así como su concepto del ideal político. El pensamiento político del autor está expresado en el libro V de la segunda parte, titulado Las mentes y las masas.
Víctor Hugo pensaba que la genuina democracia se opone al gobierno de la muchedumbre. Las masas requieren ser educadas para crear ciudadanos que formen el pueblo soberano. “¡Transformar el populacho en pueblo, profunda labor!”, exclama Hugo. Ello sólo puede lograrse mediante la educación, única forma de convertir a la plebe en ciudadanía y de construir así una auténtica democracia. (En ello coincide con Marx, quien en El 18 brumario de Luis Bonaparte llama lumpenproletariado a esa “masa informe, difusa y errante”, y fácil de manipular.)
De acuerdo con Hugo, la construcción del pueblo debe hacerse acorde con las leyes del progreso y de la luz del conocimiento. La mente humana requiere de un ideal, aún más que de lo real. “Existimos gracias a lo real, pero el ideal es lo que nos hace vivir. Los animales existen, el hombre vive. Vivir es comprender, es distinguir entre el bien y el mal, es tener justicia, verdad, razón, devoción, probidad, sinceridad, sentido común, derecho y deber unidos al corazón. Vivir es conocer nuestro valor, saber lo que podemos hacer y lo que debemos hacer. La vida es conciencia”.
Así entendida, la idea de la dignidad humana constituye la base del pensamiento político de Víctor Hugo. Por ello estaba convencido de la necesidad de elevar la moral pública para alcanzar lo que él concebía como el verdadero socialismo, capaz de conducir a las masas a la dignidad cívica a través del cultivo de las facultades morales e intelectuales del ser humano. “La ignorancia es la peor de las miserias. Por ello el socialismo quiere, ante todo, educar”.
En ese propósito civilizador, los poetas son los encargados de dar luz a la sociedad para sacarla de la penumbra de la ignorancia. “La servidumbre es la ceguera del alma”, y “la libertad es el órgano visual del progreso”. La función del poeta es ser faro y vanguardia de la sociedad en la construcción de una humanidad capaz de alcanzar el ideal de libertad, igualdad y fraternidad. Imbuido del espíritu de la Revolución Francesa, Víctor Hugo vivió y murió convencido de que la fraternidad es el más alto estadio del género humano como ente social.
El romanticismo profético de Hugo está basado en la idea de la universalidad de la cultura y de su poder transformador de mentes, sociedades y países. “Es por ello que todos los poetas, todos los filósofos, todos los pensadores, todos los creadores de la grandeza de la mente, deben ser traducidos, comentados, publicados, distribuidos, explicados, recitados, divulgados, puestos al alcance de todos, a precios bajos, al costo, regalados”.
He ahí algunas ideas que pudieron haber inspirado a Vasconcelos, quien se propuso iniciar “un verdadero y grandioso renacimiento espiritual de México”, como lo dijo Cosío Villegas. La realidad social y educativa de México nos obliga a reflexionar sobre el ideal expresado con genio y pasión por Víctor Hugo.