Una funcionaria del organismo norteamericano encargado de monitorear el sistema bancario, y que fue despedida por objetar una operación fraudulenta de Goldman Sachs, prueba la complicidad de la Casa Blanca con las corporaciones financieras.
6 de octubre de 2014.-Carmen Segarra intuía que su trabajo como inspectora de los grandes bancos en la Reserva Federal de Nueva York (FED) era una puesta en escena, tan poco veraz como un billete de tres dólares. Oficialmente, ella y un equipo de especialistas en legalidad financiera se habían sumado al principal organismo norteamericano encargado de monitorear el sistema bancario luego de la gran crisis del 2008 en un intento de reforzar el monitoreo y la autonomía política del poder público por sobre las corporaciones privadas. Desde el principio de su contratación Segarra observaba demasiadas anomalías en los informes que los bancos de inversión presentaban a la FED y transmitía estas impresiones a sus jefes. Pero, sus superiores hacían caso omiso a las objeciones planteadas. Ante esta situación de vulnerabilidad, Carmen Segarra decidió reconvertirse en una espía y comenzó a grabar de forma secreta las conversaciones con sus responsables de área para registrar la connivencia entre la FED y los peces gordos de Wall Street. “Debes tener paciencia y cuidar el uso de tus palabras. La próxima vez que critiques en una reunión de directorio una operación de (Goldman Sachs) muérdete la lengua. La FED está intentando cambiar pero los tiempos de este gigante Titanic son muy lentos”, fue el consejo lapidario del jefe de Carmen cuando ella insistió en desestimar una dudosa asociación de capitales entre Goldman Sachs y el Banco Santander Río. Finalmente, a sólo siete meses de su contratación, Segarra fue despedida de la FED por “motivos de rendimiento”. Para probar su competencia profesional, y la fuerte complicidad pactada entre la FED y los actores más influyentes del mundo bancario, Segarra entregó esta semana a la Justicia local y al portal de investigación periodística Pro Pública cuarenta y seis horas de grabaciones secretas efectuadas en el corazón de la institución que se supone controladora de los buitres financieros.
El caso de Segarra tiene algunos paralelismos con la historia de Edward Snowden, el ex técnico de la Agencia Nacional de Seguridad que filtró a la prensa el gigantesco aparato de intromisión gubernamental en las comunicaciones diarias de los ciudadanos norteamericanos. Segarra como Snowden, o el ex marine Bradley Manning –principal fuente de WikiLeaks para demostrar la guerra sucia llevada adelante por el Pentágono en Medio Oriente, reciben diferentes nombres en la prensa mundial: “arrepentidos”, “alertadores”, “filtradores”. Lo cierto es que sus historias constituyen testimonios periodísticos significativos, ya que sus miradas del dispositivo militar, de inteligencia, y financiero norteamericano, en el caso de Segarra, se basan en contar con información sensible por haber trabajado “en las entrañas del monstruo”. Por otro lado, la denuncia de Carmen Segarra desmitifica la supuesta inmaculada división de poderes del sistema republicano estadounidense. Apenas se gatilló el litigio de Argentina con los holdouts tras el polémico fallo del juez distrital Thomas Griesa, una gran parte de los medios de comunicación argentinos y latinoamericanos advertían que era incongruente culpar al presidente Barack Obama de la situación porque, recalcaban, la intromisión de la Casa Blanca en otros compartimentos de la esfera gubernamental es prácticamente nula. Sin embargo, la revelación de Carmen Segarra, y unos meses antes del escritor Roverto Saviano (autor del best seller Gomorra) en su libro CeroCeroCero –Cómo la cocaína gobierna al mundo–, desnudan la fuerte complicidad del gobierno norteamericano con las corporaciones financieras. Saviano entrevistó a varios técnicos de grandes bancos norteamericanos expulsados de sus oficinas luego de advertir como el dinero narco engrosaba la caja fuerte de las entidades con el visto bueno de la FED. Carmen Segarra, por otro lado, intentó amonestar una asociación de Goldman Sachs con el Banco Santander Río que, en principio, fue caracterizada por su propio jefe como “muy sospechosa”, así quedó documentado en los audios secretos en la Justicia. Segarra, al igual que las fuentes reporteadas por Saviano, fue expulsada de la FED. Unos meses antes de su despido, relata la extensa nota publicada por Pro Pública, un supervisor de Segarra le advirtió lo siguiente: “Yo estoy aquí para cambiar la definición de lo que es un buen trabajo”.
Las declaraciones de Segarra no sólo han tenido repercusión en la prensa norteamericana, su testimonio también ha tenido rebote en los medios españoles ya que el Banco Santander es uno de los actores bancarios implicados en la maniobra denunciada por la ex técnica de la FED. “Corría el viernes 6 de enero de 2012, y Goldman Sachs remitió un mail a los reguladores de la FED, incluidos Carmen Segarra, una examinadora en la autoridad de Nueva York, para notificar una rápida transacción con Banco Santander. Por aquel entonces, Banco Santander se enfrentaba a los exámenes de capital de la Autoridad Bancaria Europea y la transferencia de acciones de su filial en Brasil a Goldman Sachs reducía sus necesidades de capital. El acuerdo consistía en que por cuarenta millones de dólares Banco Santander dejaba en custodia a Goldman acciones brasileñas durante unos años, y después las recuperaba”, reconstruye el portal electrónico español Público. En su momento, tanto Segarra como su responsable, Michael Silva, advirtieron sobre esta operación a sus superiores de la FED. Según la transcripción de las grabaciones, Michael Silva advirtió a Carmen Segarra que la operación era “legal pero muy sospechosa”. “Si metemos nuestro dedo ahí, quizás consigamos algo, incluso, más que sospechoso”, agregó el jefe de Carmen. Pero, según las grabaciones entregadas a la Justicia, esas dudas no fueron claramente expresadas durante la reunión con Goldman Sachs y la transacción fue aprobada sin problemas. Incluso, ante la presión de la primera línea de la FED, Michael Silva se encargó personalmente de despedir a Segarra.
Pro Pública intentó varias veces comunicarse con los responsables políticos de la FED para aclarar lo sucedido con el despido de Carmen Segarra. Como respuesta, el reconocido portal norteamericano obtuvo un escueto y anodino comunicado: “La decisión de efectuar el despido de la señora Segarra con la FED de Nueva York se basa totalmente en motivos de rendimiento, no porque ella planteó inquietudes como miembro de cualquier equipo de examen acerca de cualquier institución”.