Un pie en las islas y otro en el continente. Así vive el Reino Unido desde que en 1975, sus ciudadanos decidieran en referéndum integrarse en la entonces Comunidad Económica Europea.
La Unión Europea pierde apoyo entre la ciudadanía que observa cómo sus líderes nacionales juegan con la idea de Europa cuando y como les parece.
Por Luis Rivas para Sputnik.
Regeneración, 6 de junio de 2016.- A pocos días del 23 de junio en el que los británicos deciden permanecer en la Unión Europea o abandonarla (Brexit), los sondeos no ayudan a hacerse una idea del resultado, tal es la igualdad entre las opiniones consultadas.
El referéndum sobre el Brexit se ha convertido ya en un ejemplo de la manipulación política hacia unos ciudadanos, tratados como ignorantes por todos los actores en juego.
El premier David Cameron, líder del Partido Conservador, llegó al poder en 2015 apoyándose, entre otros factores, en la promesa de celebrar una consulta para dejar el club europeo de los 28. Su terror ante el avance del eurófobo UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) y el aumento del euroescepticismo dentro de su propio partido le llevó a comprometerse con la consulta.
La UE divide a izquierda y derecha
Cameron, un euroescéptico moderado, se ve ahora líder de una campaña pro-Unión Europea que ha conseguido dividir también a los miembros de su propio gobierno, pues una docena de ministros hacen campaña por el Brexit.
El exalcalde de Londres y la principal figura de los tories, Boris Johnson, es el rival más popular de Cameron y la cara más visible de los partidarios del Brexit. Algunos comentaristas británicos hablan incluso de una ‘guerra civil’ dentro del Partido Conservador.
La confusión aumenta cuando Cameron se ofrece a hacer campaña acompañado del nuevo alcalde de Londres, el laborista Sadiq Kahn, partidario furibundo del mantenimiento de Londres en la UE. Los militantes y votantes conservadores indecisos se asombran de los malabarismos de su jefe de partido para obtener el apoyo a la permanencia en la Unión Europea.
Las fuerzas del UKIP y de los conservadores pro-Brexit, explotan la imagen de Cameron apoyando con desesperación lo mismo que los pesos pesados laboristas, como Tony Blair, Ed Miliband o Gordon Brown.
En este festival de propaganda tremendista por uno y otro lado, también el actual jefe laborista, Jeremy Corbyn (otro euroescéptico), juega un papel cargado de ambigüedad. Miembro del ala más izquierdista de su partido, Corbyn no se ha implicado a fondo en contra del Brexit y acusa a los pro-europeos de exagerar en las consecuencias que tendría abandonar la UE.
Sindicatos, a favor de Europa
El laborismo cuenta también con una corriente anti-UE. Una parte de la izquierda británica, como también ocurre en otros países europeos, considera a la UE como un simple club liberal que beneficia solo a las grandes corporaciones, bajo una retórica social vacía. Lo cierto es que los sindicatos británicos no lo ven así y llaman a votar por mantener a Reino Unido dentro de la UE.
La división dentro de los partidos hace poco creíble el mensaje de las partes enfrentadas. El miedo a perder poder económico, —elemento explotado por los contrarios al Brexit— es contrarrestado con otras cifras de los antieuropeos que demostrarían lo contrario.
Y cuando los argumentos económicos se igualan o llevan simplemente a aumentar la confusión, otros miedos se ponen en la balanza. En especial la inmigración, el gran caballo de batalla de todo gobierno europeo, que en Reino Unido es agitado con histeria por los eurófobos.
El país es desde hace décadas «El Dorado» de los ciudadanos centroeuropeos en busca de un futuro mejor para sus familias. Es también el objetivo de muchos inmigrantes provenientes de Afganistán, Pakistán, Somalia o Sudán, que esperan al otro lado del Canal de la Mancha para optar por un trabajo o reunirse con sus familias.
Pero Reino Unido no es signatario del Tratado de Schengen, es decir, tiene ya barreras contra el libre paso de ciudadanos no pertenecientes a la UE. Además, obtuvo de sus socios europeos en diciembre, entre otras cosas, la posibilidad de no garantizar a los inmigrantes europeos ayudas sociales durante los primeros cuatro años de trabajo y estancia en el país.
Cameron: «El Estado Islámico y Putin, por el Brexit»
David Cameron ha recibido el respaldo del G7, del FMI, de China y de Barack Obama, que han hecho campaña por la permanencia de Londres en la UE. Todo ese apoyo exterior no ha hecho sino calentar los ánimos independentistas del británico medio, al que no le gusta que le dicten lo que debe hacer.
En esa campaña de terror propagada por el 10 de Downing Street (sede del Primer Ministro), se ha llegado a decir que «solo el líder del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, y Vladímir Putin son partidarios del Brexit».
En Francia y Alemania, que celebran elecciones en 2017, un voto contrario a la UE alentaría los ánimos de partidos como el Frente Nacional o Alternativa para Alemania, críticos con el «poder de la burocracia de Bruselas». Lo mismo ocurriría en otros países donde el europeísmo está de capa caída, ante el empuje del nacionalismo y el soberanismo.
En Londres no deben ocuparse mucho de lo que ocurra en el exterior, pues los primeros en avisar de que no están dispuestos a abandonar la UE son los escoceses. Los líderes independentistas de este territorio, que perdieron su referéndum sobre la separación del Reino Unido por un puñado de votos, ya han anunciado que celebrarían una nueva consulta si Londres se desliga de la UE.
Europa vive uno de sus habituales sicodramas más exacerbados de los últimos tiempos. Hay voces que intentan calmar los ánimos y subrayan las múltiples formas de estar ligados a sus vecinos europeos, sin necesidad de formar parte de la UE. El ejemplo más utilizado es el de Noruega, que disfruta del Espacio Económico Europeo, lo que le da acceso al mercado único sin verse obligado a seguir las normativas en servicios financieros, agricultura o pesca. Además, como muchos británicos eurófobos quieren, en Noruega no se aplica la legislación comunitaria.
Nunca un país miembro de la UE ha optado por salir del club. El artículo 50 previsto para tal situación es una carrera de obstáculos que más parece un castigo para quien se atreva a dar el paso. El proceso de divorcio llevaría más de dos años, en los que el país separatista seguiría siendo miembro de la UE pero sin beneficiarse de los derechos que disfrutan el resto.
Sea cual sea el resultado del referéndum británico, la idea de Europa saldrá debilitada. La Unión Europea pierde apoyo entre la ciudadanía que observa cómo sus líderes nacionales juegan con la idea de Europa cuando y como les parece. En Francia y Holanda la Constitución Europea fue rechazada en referéndum en 2005. En Irlanda, en 2008. Los gobiernos de esos países, sin embargo, aprobaron el proyecto saltándose la opinión de los votantes.
¿Quién es Jean-Claude Juncker?
Son muchas las razones que pueden explicar el aumento de la desafección ciudadana por la Unión Europea. Desde las reglas de austeridad poco comprendidas por una parte de la población, hasta la ausencia de democracia en la elección de los principales representantes de la institución. ¿Quién ha elegido a Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea? Es la pregunta que se hacen muchos. Aunque otros van más allá, ¿quién es Jean-Claude Juncker? Un déficit de información sobre la UE que millones de euros gastados desde hace años no han servido para familiarizar al ciudadano con el superpoder de Bruselas.