Luego del desalojo masivo por parte de la policía y el Ejército de Guatemala, los pobladores no tuvieron otra opción que huir por la noche, cargando lo poco que pudieron hacia la frontera con México, a la altura del municipio de La Candelaria, en Campeche y ahí permanecen varados.
Regeneración, 31 de julio de 2017.- Constantino Vázquez, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo y comisario ante 106 familias que viven ahí, narró: Vivimos en la calamidad, sin dinero, sin trabajo. Las autoridades federales no nos dejan pasar ni hacia México, ni hacia Guatemala”.
También dijo que las condiciones a las que se enfrentan son deplorables, pues se encuentran en chozas improvisadas de madera, las mujeres tejen y refuerzan la palma de los techos que sus parejas van construyendo; pero estas chozas no evitan que todo se moje, pues las lluvias en esta región selvática son constantes, además el calor es extremo.
El agua es poca, luz no hay, drenaje tampoco. Los niños sólo lo conocen como “el lugar donde estamos”; para ellos este sitio significa el desarraigo, la separación, la pérdida. Piden leche, comida, escritorios, camas (duermen en el piso o en hamacas).
Quieren pizarrones, sacapuntas, pelotas para jugar, crayolas, muñecas, pero no son niños que sufran, aún están interesados en aprender, tienen esperanza; parece que a pesar de todo, aquí los niños tuvieran soberanía sobre su destino.
Diname Daris, una niña guatemalteca de siete años, comenta: “Vamos a regresar a nuestra escuela de antes, en Laguna Larga. Ahí está el pozo donde nos bañábamos y teníamos agua; dice mi mamá que aquí la laguna está contaminada”.
FUERON AMENAZADOS DESDE EL 2013
Hace 17 años, llegaron al Parque Nacional y Constantino Vázquez el comisario y presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo, dice que las 106 familias que fueron desplazadas, vivían en una área de usos múltiples, no en una zona natural protegida.
El comisario, aunque no muestra documentos, dice que cuenta con pruebas que avalan que les dieron los terrenos.
“Nos amenazaron desde 2013; hicimos todo lo posible por detenerlo, pero no pudimos. El desalojo venía muy violento, y se fundamentó en una orden emitida por un juzgado de Petén, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas argumenta como pretexto la conservación de la biosfera, pero no nos ofrecen ninguna alternativa.
“Deben saber que llegamos ahí por la necesidad de tener un pedazo de tierra. La CONAN (la misma que nos echó de Guatemala) nos otorgó este terreno”, defiende Constantino Vázquez.
IMPROVISAN ESCUELA
Synthia fue contratada para dar clases durante 22 días por UNICEF-Guatemala, ella dice que: “Los niños necesitan escritorios, cuadernos, lápices, sacapuntas y sobre todo escritorios”, asegura. Ahora, cada padre construye un escritorio de madera para cada uno de sus hijos. Hoy el “proyecto” está puesto en que cada hijo-alumno tenga su banca donde estudiar. Los jóvenes hacen realmente poco; no estudian, no hay maestros para ellos.
Marisol, madre de dos hijos narra: “Mis hijos, de 19 y 17 años, pasan muchas horas sin hacer nada. Son campesinos y no tienen tierra para labrar como teníamos en Guatemala. Se la pasan aseando el piso, que como ve es de tierra”.
Hay que destacar que la población cayó en crisis alimentaria y además médico-humanitaria, se han presentado casos de enfermedades respiratorias y gastrointestinales, como es el caso de José Adolfo, un bebé de nueve meses que en días recientes tuvo que ser trasladado al hospital más cercano de la región, en La Candelaria, por el grupo BETA de Protección a Migrantes del Instituto Nacional de Migración (INM), son ellos quienes asisten diariamente a esta población con alimentos y medicamentos.
En este momento, a decir de los pobladores expulsados, las autoridades federales, tanto guatemaltecas como mexicanas, les impiden acudir al poblado más próximo.
Desde el campamento, vieron a lo lejos, aquel 2 de junio, como sus casas de San Andrés en Laguna Larga eran quemadas y sus animales “colgados y quemados, como les amenazaron quedarían ellos en caso de que se les ocurriera regresar a Laguna Larga”, sostiene Ramón Márquez, director del albergue La 72, en Tabasco.
“No nos interesa obtener la condición de refugiados en México, sino regresar a nuestras tierras en Guatemala y continuar trabajando como campe- sinos”, comenta Vazquez.
EN EL ABANDONO
La primera condición para poder llegar al lugar es que no lloviera; de ser así, sería imposible alcanzar la comunidad. Un camino inundado lo haría imposible. La recomendación de Ramón Márquez era no llegar a esta comunidad sin guías y sin alguna persona que tuviera con- tacto con Constantino Vázquez.
Luego de tres días de trayecto, uno en plena selva, el diario El Heraldo de México logró ingresar con el apoyo de una camioneta 4×4. Al llegar, un grupo de mujeres cargaba agua arriba de sus hombros. El agua purificada llega sólo una vez a la semana. Aquí la vida está en un limbo, en pausa, a la intemperie.
La coordinadora de Comunicación Social del INM. Adriana Ángeles comenta que a pesar de que se
encuentran en Campeche: “como gobierno mexicano no nos podemos pronunciar sobre el tema, porque estas personas no viven en territorio mexicano, y por lo tanto es un tema de competencia del gobierno de Guatemala, no del gobierno de México. Por parte del gobierno mexicano sólo les ha brindado ayuda humanitaria a través del grupo Beta”, aseveró.
El Heraldo de México buscó al cónsul de Guatemala para Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, Eduardo Montenegro Singer, para escuchar su postura, ante lo que argumentó no poder “opinar por el momento”.
Con información de: El Heraldo