Hacer patria es proteger al maíz mexicano, ícono nacional, que da vida al pozole, las tortillas y cientos de platillos que identifican a la cocina mexicana como patrimonio cultural de la humanidad.
Nuestro maíz está en riesgo por una sencilla razón: empresas trasnacionales quieren apoderarse de él para modificarlo genéticamente en nombre de la ciencia y el supuesto objetivo de acabar con el hambre en el mundo.
Es mentira que quienes nos oponemos a los transgénicos estemos en contra de la tecnología y el desarrollo, se trata más bien de cómo y para qué se utilizan estas herramientas del conocimiento.
Nosotros reconocemos los avances y beneficios de la ciencia, la biotecnología, por ejemplo, ha sido vital para la medicina.
Sin embargo, nuestra opinión difiere cuando hablamos de usar la ciencia para crear monopolios, dañar el medio ambiente y someter a los campesinos a la dependencia de semillas y paquetes tecnológicos.
La verdad es que el interés detrás de las compañías de transgénicos está lejos de ser humanitario, en la realidad buscan tener beneficios económicos a costa de la independencia de los pueblos y comunidades que durante años han sido dueñas de las semillas.
Los productores que compran las semillas de empresas transnacionales están obligados a firmar un acuerdo, poco claro, sobre el uso que darán a esta tecnología, lo cual les impide guardarlas o intercambiarlas en los ciclos agrícolas siguientes. Estos acuerdos, por lo general, propician que las empresas inspeccionen de manera arbitraria las tierras de los agricultores y en caso de que se “compruebe” un uso indebido de las semillas, los productores son víctimas de demandas millonarias.
El maíz genéticamente modificado pone en riesgo también la biodiversidad natural de este grano, de la cual, los mexicanos somos poseedores y en consecuencia tenemos la responsabilidad de proteger. México tiene 59 razas de maíz nativo, que lo colocan, probablemente, como la nación del mundo con mayor diversidad de esta semilla, que en caso de ser contaminada con transgénicos sería considerada semilla pirata.
Así que, es momento de hacer patria y terminar con la desinformación y proteger nuestra identidad cultural y culinaria contenida en el maíz. Celebremos y mantengamos nuestra independencia alimentaria, digamos NO a los organismos genéticamente modificados.
Juntos podemos conseguir que en nuestra mesa haya Comida Sana al mismo tiempo que conservamos la Tierra Sana para seguir produciendo nuestros alimentos con base en la agricultura ecológica, justa para el medio ambiente, para los campesinos y para tu bolsillo como consumidor final.
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