Tampoco olvidamos que dos de estos sexenios negativos fueron del PAN, que sólo ha servido de relevo para estos dominantes del país.
Por Antonio Gershenson
Ya empezamos a ver el domingo pasado que es mucho más importante el ritmo de crecimiento del nivel de vida, de la producción nacional, de la seguridad del trabajo y del grado de conocimiento de la realidad, así como de la forma de transformarla, que la construcción retrasada de un aeropuerto por un sistema político y económico, ineficiente e injusto.
Vamos a tratar de hablar más de la alternativa, de lo que debe sustituir a este sistema, que la absoluta mayoría de la población ha rechazado en las encuestas.
Nuestra historia, especialmente la de los últimos 80 años, nos da algunas ideas al respecto. Se acaba de cumplir ese tiempo, el de la Expropiación Petrolera, hace poco más de un mes. Y aunque no fue la única medida que transformó nuestra historia, fue muy importante ese cambio.
A partir de ese proceso, la economía tuvo un crecimiento sostenido, y mayor al de otros periodos de nuestro país. Hemos visto que de 1940 a 1982, la producción nacional en términos reales, de poder adquisitivo, aumentó en promedio en 6.3 por ciento anual. Y también hemos señalado que desde 1982 hasta la fecha, el crecimiento real tuvo un promedio de apenas 1.3 por ciento anual.
Los discursos oficiales a veces le echan la culpa a una crisis mundial o cosas así. Pero, lo hemos dicho, el aumento de su producción real en los recientes 11 años completos, de 2007 a 2017, ha sido mucho mayor en varias naciones, principalmente de Asia.
Destacan China, con 8.8 por ciento de promedio en estos mismos años, India con 7.3, y Vietnam, Mongolia, Indonesia, Uzbekistán y Tadzhikistán, con niveles de producción mayores de 5 por ciento. Los dos primeros tienen, alrededor de mil 400 millones de habitantes, China, India, cerca de mil 300 millones, que sumados son más de 36 por ciento del total en el mundo.
El conjunto de países asiáticos mencionados se acerca a la mitad de la población mundial. Así que no hay tal crisis internacional a la cual echarle la culpa. Ya pudimos durante siete sexenios tener aumentos del orden de 6 por ciento, y deberíamos de poderlos tener de nuevo.
También debemos considerar el ingreso en general y, en especial, el mínimo.
En el salario mínimo, tomamos como 100 por ciento el de 1934. Tuvo uno mejor en 1938, 130 por ciento, con un evidente aumento en el año de la Expropiación Petrolera. Bajó un poco en la crisis de 1949 y luego volvió a subir. Se mantuvo por encima de 220 por ciento, y llegando a poco más de 300 por ciento, hasta la crisis de 1982.
Luego disminuyó hasta un nivel debajo de 80 por ciento desde poco antes del año 2000, con niveles por debajo de 80. En 2017, ya fue exacto el rango de 80 por ciento. Mucho peor que en 1938, ese nivel de salario mínimo fue 62 por ciento que el de hace 80 años.
Entonces, el salario mínimo actual es de menos de las dos terceras partes que el del año de la citada expropiación.
Obviamente, lo del aeropuerto es del interés de unos cuantos, y ni siquiera les urgía su terminación, que con semejante gobierno, se mostró que en este sexenio era imposible. Lo que les importaba a los contratados era el dinero que les pagan por esta obra.
El cambio de política económica debe ser en el sentido de mejorar el nivel de crecimiento de nuestra economía, de los empleos, del ingreso popular y, en general, lo ya mencionado. Éste sí tiene sentido para la gran mayoría, y por eso han sido así las encuestas.
Estos temas son los que se deberían discutir en los debates organizados oficialmente. Los funcionarios que coordinaron el reciente encuentro, inventaron a otros dos candidatos, además de los tres que sí habían reunido los requisitos originales.
Y, claro, de los cinco que resultan, cuatro se tienen que concentrar en atacar al que menos quieren en el gobierno y quienes están arriba de él.
Los siguientes debates deben incluir si se sigue con la actual política entreguista, que incluye al petróleo y a la electricidad, o si se debe revertir.
Además, más en general, si debemos recuperar la amplitud de nuestro Estado y sus áreas estratégicas, actualmente deshechas y entregadas. No olvidamos que las beneficiadas son principalmente empresas trasnacionales, y en segundo lugar multimillonarios locales, que han sido generosos con los grandes funcionarios y, tal vez, con algunos más.
Tampoco olvidamos que dos de estos sexenios negativos fueron del PAN, que sólo ha servido de relevo para estos dominantes del país.