Por Jenaro Villamil | Homozapping
Regeneración, 1 de febrero de 2015.-¿A qué ciudadano le puede convencer escuchar hasta el hartazgo al joven Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN, arengar en contra de la corrupción cuando su partido ha consentido y protegido a los reyes de los “moches”?
¿En qué ayudará a la comunicación política escuchar a dos actores simulando que son simpatizantes del Partido Verde con su demagogia en contra de los secuestradores y su silencio frente a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa?
¿Quién le creerá ahora a la dirigencia nacional del PRD que se envuelve en una disputa por un spot censurado por el Instituto Nacional de Educación ante la hipersensibilidad de Joaquín López Dóriga que considera un linchamiento la utilización de su imagen?
¿Realmente disminuirá el abstencionismo las desesperadas campañas del PRI para lavar su imagen ante el desastroso segundo año de su retorno a la presidencia de la República?
Todas estas preguntas surgirán en este 2015 cuando veremos inundados los medios de comunicación electrónica, los impresos y algunos digitales con cerca de 11.5 millones de spots que nos van a recetar los partidos políticos y las autoridades electorales en este año de elecciones federales, 9 estatales y delegacionales.
Tan sólo entre el 10 de enero y el 18 de febrero –periodo de las precampañas-, los partidos tienen derecho a utilizar 30 minutos diarios, equivalentes a 60 spots a repartirse entre los 10 organismos con registro a nivel nacional. Tan sólo en las precampañas veremos o escucharemos un diluvio de 7 millones 200 mil mensajes.
Los organismos electorales –el INE, el Tribunal Electoral y la FEPADE- podrán contar con 36 spots diarios por canal de televisión o estación de radio, lo cual agregará un total de 4 millones 320 mil spots durante los 40 días del proceso.
El desgaste de este modelo de propaganda que reduce el proceso de comunicación política a un anuncio de 30 segundos, sin capacidad de interlocución con los ciudadanos, en lugar de “seducir” al electorado se ha convertido en uno de los elementos fundamentales de molestia ciudadana.
Para la mayoría de los mexicanos lo que se observa es un dispendio que no conduce a mejorar la calidad de la vida democrática sino a despilfarrar recursos públicos que convertirán al voto mexicano en 2015 en uno de los más caros, más mediatizados y menos respetados.
Tan sólo este año, los partidos recibirán la friolera de 5 mil 365 millones de pesos, de los cuales, el 25.7 por ciento le corresponderán al PRI; el 21.6 por ciento al PAN; el 16.5 por ciento al PRD; el 8.3 por ciento al PVEM; el 7.2 por ciento al PT; el 6.9 por ciento al Panal; el 6.9 por ciento al Movimiento Ciudadano; y a los tres partidos nuevos (Morena, Partido Humanista y Encuentro Social) les corresponderá 2.3 por ciento a cada uno.
Esta cantidad de recursos representa un incremento de 48 por ciento en relación con las elecciones federales de 2009, su antecedente más inmediato. En ese año, se destinaron 3 mil 613 millones de pesos para los comicios intermedios.
Gracias al proyecto de prerrogativas para este año y con el consentimiento de los partidos, se servirán con la cuchara grande en medio de un panorama de recesión económica. Los 5,300 millones de pesos que se les darán a los partidos equivalen a varios programas de empleo o de desarrollo social.
Más del 40 por ciento de esta bolsa de recursos se destinarán a la producción de esos spots que no incitarán a la participación ciudadana sino a la polarización del ánimo social frente a un régimen de partidos que está en su peor momento de credibilidad.
En lugar de volvernos una Dictadura del Spot multipartidista, bien podríamos empezar por ahorrarnos las toneladas de demagogia que escucharemos empaquetados en 30 segundos.
Ojalá las autoridades electorales elaboren, mínimo, un balance de qué impacto real tendrá en la calidad del voto la baja calidad de nuestra propaganda electoral.