Por Babak Kia/ Alencontre*
En el contexto del caos regional que se profundiza en Medio Oriente, la República Islámica de Irán se ha convertido en un actor insoslayable de la región.
Más de 20 años después de la caída del bloque soviético que abrió la región a múltiples intervenciones imperialistas llevadas a cabo por los Estados Unidos y sus aliados y tras los levantamientos populares en el Magreb y en Oriente Medio, la región conoce una nueva aceleración histórica. La ofensiva neoliberal de los últimos decenios, la corrupción de las élites dirigentes, el carácter dictatorial de los estados de la región, la política destructiva del imperialismo y del estado sionista de Israel han degradado enormemente las condiciones de vida de las poblaciones.
Los elementos más destacables de esta situación son: la descomposición y el hundimiento de los estados iraquí y yemenita, la pérdida de control del régimen de Bachar el-Assad sobre una gran parte del territorio sirio frente al pueblo insurrecto desde marzo de 2011. Vienen a añadirse a la inestabilidad permanente de Líbano y a la prosecución de la colonización israelí en Palestina. Todo esto va acompañado del auge de nuevos actores como la emergencia de Daech (el llamado Estado Islámico) o el refuerzo en la región kurda autónoma de Irak de la dirección Barzani [Massud Barzani, hijo de Mustafá] enfeudada con el imperialismo y los estados reaccionarios de la región. En efecto, después de las intervenciones estadounidenses en Irak, el Kurdistán iraquí había adquirido ya un nivel de autonomía jamás igualado en su historia. Pero esta autonomía sale hoy reforzada gracias a la colaboración de Barzani con las potencias imperialistas, con la Turquía de Erdogan y con la República Islámica de Irán, dos estados que pisotean los derechos nacionales del pueblo kurdo.
Estados Unidos/Irán: nuevas alianzas contra los pueblos de Medio Oriente
Es en este contexto convulso que la República Islámica de Irán vuelve al centro del tablero medio oriental y representa para el imperialismo estadounidense una potencia regional en ascenso.
Desde 2001, tanto en Afganistán como en Irak, el régimen de Teherán ha sabido mostrarse conciliador con Washington. Los dos estados han encontrado intereses comunes, lo cual ha modificado los equilibrios y los juegos de alianzas en la región.
Por un cambio del que solo la historia tiene el secreto, Arabia Saudita, aliada tradicional de Washington, ha visto retroceder su influencia en Afganistán y en Irak. La caída del régimen de los talibanes y la llegada al poder de Maleki, aliado a la “mularquía” [de mulá, miembro del llamado clero chií ndt] de Teherán, han favorecido un reequilibrio de las correlaciones de fuerzas en la región, en detrimento de la monarquía saudita.
Las tensiones regulares que agitan a las monarquías reaccionarias del Golfo son también una fuente de tensiones importantes entre el reino saudita y el régimen de Teherán.
En efecto, con la ola de las revoluciones árabes, estos últimos años han visto aparecer una agitación permanente de las minorías políticas chiítas en las petromonarquías del Golfo. Así, en 2011, el levantamiento de la comunidad chiíta en Bahrein fue aplastado por la intervención conjunta de Arabia Saudita y de los Emiratos Arabes Unidos. Regularmente, las minorías chiítas apoyadas por Teherán son objeto de represión y de atentados. Esto va acompañado de una inestabilidad creciente ligada al ascenso de la contestación democrática interna en el seno mismo de las monarquías del Golfo. Por otra parte, los dirigentes sauditas ven con malos ojos la penetración económica y política iraní en la región. Como ejemplo se pueden señalar los múltiples proyectos de cooperación entre Teherán y Omán, que suscitan la reprobación de la monarquía saudita. Este es el caso del proyecto de un puente que una Omán con Irán, que debería ser construido en el estrecho de Ormuz concretando la alianza sellada con ocasión de la visita del presidente iraní Hassan Rohani a Mascata (capital del Sultanato de Omán) el 12 de marzo de 2014, y que es difícilmente aceptable para la monarquía de los Saud.
Omán y la República Islámica de Irán intentan aumentar sus intercambios comerciales, que alcanzaron en 2014 un millardo de dólares. Para 2014 sus inversiones en los dos países debía llegar a 10 millardos de dólares.
La República Islámica de Irán desea invertir 4 millardos de dólares en diversos proyectos en el puerto de Duqm, en el mar de Omán, entre los que se encuentran la construcción de 100 depósitos de petróleo y de gas iraníes, y un proyecto siderúrgico; también hay 2 millardos de dólares previstos para proyectos en los puertos de Salalah y Sohar.
Por su parte, Omán quiere invertir 4 millardos de dólares en Irán, en particular en la petroquímica y la explotación petrolera. Porfin, el proyecto de construcción de un gaseoducto submarino entre los dos países para la exportación de gas iraní, que había sido objetivo de un protocolo de acuerdo cuando se produjo la visita del sultán Qabus a Teherán, será realizado en los dos próximos años.
Inestabilidad regional y confrontación entre Riad y Teherán
Desde el Yemen, pasando por las monarquías del Golfo, Irak, Siria e incluso Líbano y Palestina, sin olvidar Afganistán, se ha desatado una guerra de influencia entre Riad y Teherán. Sobre el conjunto de estos territorios, sin que sea éste el factor único de inestabilidad y de guerra y sin limitar la situación a una confrontación entre los regímenes teocráticos de Teherán y de Riad, la guerra de influencia de estos dos estados se convierte en guerra verdadera llevada a cabo por actores locales interpuestos.
Para el reino de los Saud, una derrota frente a la República Islámica de Irán es vivida como una amenaza existencial para la familia reinante. A este respecto, los telegramas diplomáticos estadounidenses revelados por Wikileaks son muy interesantes, pues sacan a la luz del día la aversión y los temores de la familia reinante saudí hacia la «mularquía».
Para hacer frente a la influencia de Teherán y para proteger sus enormes intereses financieros y políticos en la región, el reino wahabita utiliza el único verdadero medio a su disposición: su considerable poder financiero, que le permite apoyar y armar a las corrientes extremistas sunitas y a las dictaduras. Paralelamente a esto, Riad intenta oponer a Teherán un eje con Turquía y asegurarse el apoyo duradero de las grandes potencias imperialistas. Sin embargo, el apoyo decisivo de los Estados Unidos está cada vez más comprometido pues el reino de los Saud no tiene ya, para los imperialistas, la misma funcionalidad política en la región. Incluso desde un punto de vista energético Washington se ha lanzado a un vasto plan de explotación del petróleo y el gas de esquisto, reduciendo su dependencia del petróleo de los países del Golfo. Según la Agencia Internacional de Energía (AEI), los Estados Unidos superan desde septiembre pasado a Arabia Saudita en la producción de petróleo y de gas licuado. Esta política energética conduce a una modificación de las relaciones económicas, políticas y comerciales con los países del Golfo.
En fin, el poder financiero de Riad no basta ya a Arabia Saudita para asegurarse una influencia política, ideológica y simbólica fuerte sobre los pueblos árabes. Cada vez más, el apoyo de Riad a los regímenes más reaccionarios y a las corrientes integristas sunitas se enfrenta con las aspiraciones democráticas y sociales que se expresan con fuerza desde el comienzo de la ola de levantamientos populares.
Las dinámicas en marcha en Medio Oriente escapan en parte al control de las potencias imperialistas, que deben igualmente hacer frente a una crisis violenta del sistema capitalista y a una competencia exacerbada. Washington debe hacer frente a los múltiples fracasos de su política en la región. En Afganistán, igual que en Irak, las intervenciones estadounidenses no han permitido al imperialismo estabilizar la región y sacar ventajas de ello. Al contrario, cuando el sistema capitalista está en crisis, el coste financiero y militar es cada vez más grande políticamente.
Al mismo tiempo, la estrategia del imperialismo estadounidense y su confrontación con China imponen a la administración Obama reforzar su dispositivo militar en Asia-Pacífico en detrimento de Oriente Medio. En efecto, a pesar de los recortes presupuestarios que afectan al Pentágono, la orientación de la defensa estadounidense ha sido reafirmada en numerosas ocasiones por los responsables de la administración Obama. Así, el 60% de las fuerzas aéreas exteriores se encuentran a partir de ahora en la región Asia-Pacífico, y los Estados Unidos han decidido basar allí el 60% de sus fuerzas navales de aquí a 2020, es decir ocho navíos más que actualmente. Esta nueva estrategia, que se acelera con la retirada del imperialismo estadounidense de Afganistán, no deja de tener consecuencias en Medio Oriente.
Esta redefinición estratégica abre espacios a estados que aspiran a jugar un papel de potencias regionales, a saber, Turquía, República Islámica de Irán, Arabia Saudita o Qatar.
Por otra parte, el estado colonialista de Israel tiende a autonomizarse de la tutela de Washington y constituye para la Casa Blanca un factor de inestabilidad permanente en la región. De ahí las tomas de distancia y los problemas regulares entre la administración Obama y Netanyahu.
En este contexto de redefinición de las alianzas y de guerras permanentes, la República Islámica tiene en sus manos bazas importantes que jugar con las potencias imperialistas.
Con sus 79 millones de habitantes, su segunda reserva mundial de gas y tercera de petróleo, la dictadura de los mulás aparece como un estado estable y poderoso cuando muchos de sus vecinos directos están en medio de guerras y convulsiones importantes.
El cierre relativo del mercado iraní debido a las sanciones internacionales penaliza ciertamente a la República Islámica y sobre todo a los pueblos de Irán, pero suscita también la avaricia y la competencia entre las firmas occidentales. Así, según el diario iraní Eghtesad, la sociedad americana General Electric ha mostrado su disponibilidad a llevar a cabo, en caso de levantamiento de las sanciones, actividades económicas en Irán. “Nuevas oportunidades económicas están surgiendo en Medio Oriente e Irán es uno de los países más importantes en este terreno”, ha declarado John Rice, vicepresidente de la compañía americana. “Las sociedades americanas tienen un vivo interés por llevar a cabo actividades en Irán”.
La elección de Rohani a la presidencia de la república anunció la voluntad del Guía de la Revolución Ali Jamenei (en funciones desde junio de 1989),y de la dirección de los Guardianes de la Revolución de llegar a un compromiso importante con el imperialismo estadounidense. Este cambio de actitud responde también a la situación interna que atraviesa Irán.
Detrás de las negociaciones sobre el tema del sector nuclear iraní, el gran mercadeo
“Ya nadie puede hacer redoblar los tambores de guerra. La atmósfera hostil creada en nuestra contra ha desaparecido. El mundo ha comprobado que los intereses comunes pueden llevar a un acuerdo”.
Estas declaraciones de Mohammad Javad Zarif, jefe de la diplomacia iraní, se produjeron tras las negociaciones sobre el expediente nuclear iraní que terminaron el pasado 24 de noviembre. Se han prolongado hasta el 1 de julio de 2015.
Para Washington y Teherán el análisis es similar: tarde o temprano se firmará un acuerdo. Para la «mularquía», la posición de las potencias secundarias como Francia y la Unión Europea no es esencial. En cambio, detrás de un acuerdo nuclear lo que se dibuja es una estrategia de alianza entre la República Islámica y los Estados Unidos. Desde la caída del bloque soviético y las diferentes intervenciones imperialistas en Irak y en Afganistán, la dictadura de los mulás y el imperialismo estadounidense no han dejado de acercarse, encontrando numerosos intereses en común.
Por supuesto las negociaciones sobre el expediente nuclear serán largas y revelan las divergencias de intereses entre las grandes potencias. Así, Francia hace todo lo que puede para impedir un acuerdo, con Fabius haciéndose portavoz de Netanyahu y de la monarquía saudita. Francia pretende beneficiarse del desamor entre Washington y Riad para reforzar su posición en la región. Esto va en detrimento del acceso al mercado interno iraní. Así, Francia ocupa el puesto 16, con menos de 500 millones de euros de intercambios anuales con al República Islámica de Irán. Se sitúa muy por detrás de sus concurrentes europeos y asiáticos e incluso detrás de los Estados Unidos. En el curso de los nueve últimos meses del año 2014, los intercambios comerciales entre Irán y Alemania han conocido una progresión del 33% alcanzando los 1,6 millardos de euros (contra 350 millones en el caso de Francia), por no hablar de la subida importante de las exportaciones americanas hacia el mercado iraní.
Pero la República Islámica no abandonará totalmente su programa nuclear. La dirección de los Guardianes de la Revolución y el Guía desean que la República Islámica de Irán sea un “país umbral”, es decir que tiene la capacidad de dotarse del arma nuclear si la necesita pero que no desarrolla un arsenal en estos momentos. En fin, la «mularquía» juega con la competencia interimperialista y prosigue, durante la negociaciones, su programa nuclear civil. Así, Rusia y la República Islámica acaban de firmar un acuerdo, el 11 de noviembre de 2014, para la construcción de dos nuevos reactores. En efecto, la empresa rusa Rosatom acaba de firmar con su homóloga iraní NPPD un contrato sobre la construcción de dos reactores con posibilidad de extensión a cuatro, para la central de Bushehr. Por el momento, las negociaciones entre la República Islámica de Irán y el grupo 5+1 tropiezan en esencialmente dos puntos: el calendario del levantamiento de las sanciones internacionales y la talla del programa de enriquecimiento de uranio de Irán. Por el momento, la «mularquía» afirma querer multiplicar por diez su programa actual de aquí a a siete años, en particular utilizando máquinas más modernas y más rápidas, mientras que las grandes potencias no desean hablar de levantamiento de las sanciones, sino simplemente de una suspensión. A pesar de estos bloqueos, un acuerdo entre el régimen dictatorial de Teherán y el imperialismo estadounidense es probable.
Tanto el caótico contexto regional, que plantea un problema a la Casa Blanca, como la situación social y económica catastrófica de Irán, empujan en dirección a un acercamiento. En efecto, la corrupción generalizada a los más altos niveles de la «mularquía», la explosión de la miseria y del paro, la inflación galopante (más del 40%), la caída de los precios del petróleo (el barril de bruto ha perdido el 50% de su valor en seis meses), y las sanciones económicas y financieras, pesan con fuerza sobre los pueblos de Irán. Por otra parte, la represión cotidiana de las aspiraciones democráticas y sociales, los ataques contra los militantes obreros que luchan por sus derechos, las “reformas” contra el código del trabajo y la puesta en marcha de legislaciones cada vez más ventajosas para la clase posesora y los clanes del poder, acentúan la separación entre el régimen y la inmensa mayoría de la población.
En este contexto, el Guía de la Revolución Jamenei y el Presidente de la Repúblcia Rohani quieren el levantamiento de las sanciones para recuperar márgenes en la redistribución clientelista a fin de dar un poco de aire al régimen.
Para Washington, la inestabilidad regional y el fracaso de todas sus intervenciones imperialistas pasadas empujan en favor de un “reequilibrio” de las alianzas. Se trata de tener en cuenta las correlaciones de fuerzas regionales y la influencia de la República Islámica. Esto inquieta a la monarquía saudita, cuyo apoyo a las diferentes corrientes reaccionarias y contrarrevolucionarias del islam político ha sido uno de los factores de acentuación de las guerras y del ascenso de Daech. Riad y Teherán libran una guerra indirecta por fuerzas interpuestas. Esto favorece las lógicas de enfrentamientos interreligiosos, aunque lo que se esconde detrás son claramente intereses capitalistas y de estados. Por supuesto, las formas que toman estos enfrentamientos y sus violencias sectarias se enraízan en las deterioradas realidades políticas, sociales y económicas de la región. Se apoyan en el vacío dejado por la derrota de los movimientos nacionalistas árabes y de la izquierda revolucionaria. Más globalmente, estos enfrentamientos remiten a los modos de inserción modificados en la mundialización capitalista y al abandono de países y poblaciones enteras a un modo de extracción de la plusvalía y de la riqueza que remite más a una economía de la predación que a un desarrollo capitalista clásico ligado a estados-nación.
Actualmente, la monarquía saudí defiende no solo su lugar en la geopolítica regional sino también sus intereses financieros. Ahora bien, para la Casa Blanca es importante contener las ambiciones transfronterizas de Daech, que sacuden profundamente los equilibrios regionales y amenazan a las petromonarquías del Golfo y a los intereses del imperialismo estadounidense. Más allá de su violencia sectaria y de la barbarie de sus actos, una de las principales características y singularidades de Daech es haber modificado las “reglas del juego” y proclamar la voluntad de ignorar las fronteras históricas, al menos entre Jordania, Líbano, Siria, Palestina e Irak. Este espacio es percibido como una estructura geográfica y política única.
Imperialismo estadounidense y dictadura de los mulás
Teherán y Washington han sostenido juntos al gobierno de Maliki y apoyan a su sucesor Haidar Al-Abadi. El avance de Daech ha reforzado la comunidad de intereses entre la administración estadounidense y el régimen de los mulás. Es sabido que los Guardianes de la Revolución intervienen desde hace meses en el territorio iraquí.
Por otra parte, la colaboración entre el imperialismo estadounidense y la dictadura de los mulás es cada vez menos discreta. Así, el Pentágono ha revelado, el pasado martes 2 de diciembre, que la aviación iraní había bombardeado posiciones de Daech en Irak. Ataques saludados inmediatamente por John Kerry.
En Siria, el reparto de papeles entre el imperialismo estadounidense y la “mularquía” es tácito pero real. La aviación estadounidense realiza ataques contra Daech, pero son los Guardianes de la Revolución quienes, sobre el terreno, combaten a los revolucionarios sirios por un lado y por el otro a las fuerzas del “Estado Islámico” allí donde éstas molestan al régimen de Bachar el-Assad.
Por su parte, el poder sirio apoyado por el Hezbolá libanés y por la República Islámica, prosigue la masacre cotidiana de civiles. Bachar el-Assad, que acaba de renovar el ofrecimiento de sus servicios al imperialismo estadounidense para “luchar contra el terrorismo”, tiene las manos libres para aplastar la revolución siria.
Incluso en el Kurdistán de Irak, los enfoques de la administración Obama y Teherán son comunes. Sostienen y arman a Barzani a la vez que impiden a las componentes de la izquierda kurda armarse y se oponen a los derechos democráticos y aspiraciones de los kurdos de Turquía y de Irán. Así, los kurdos de Irán que han intentado expresar su solidaridad con la batalla de Kobane han sido duramente reprimidos por los Guardianes de la Revolución sin que las grandes potencias se hayan conmovido lo más mínimo. Para las corrientes de la izquierda revolucionaria kurda que habían gozado hasta ahora de la autonomía del Kurdistán de Irak y, en particular, para las organizaciones de la izquierda revolucionaria de los kurdos de Irán, que han encontrado refugio en el Kurdistán de Irak tras la caída de Saddam Hussein, la situación es por lo menos peligrosa. Se encuentran hoy, más que ayer, dependientes de los acuerdos y acercamientos entre la República Islámica de Irán, el imperialismo estadounidense y la dirección Barzani. El peligro para estas organizaciones es encontrarse en una especie de “libertad vigilada”.
Resistir a todas las fuerzas contrarrevolucionarias
En Oriente Medio, como en todo el mundo árabe, los pueblos se enfrentan a las fuerzas contrarrevolucionarias que son los estados, las corrientes del islam político y las potencias imperialistas.
La situación necesita la reactivación a escala internacional de un campo antiimperialista, socialista y laico que plantee la necesidad de la solidaridad concreta con las fuerzas progresistas en lucha contra las barbaries, por la democracia y la justicia social en Oriente Medio. Es responsabilidad de las corrientes revolucionarias y anticapitalistas ayudar a la emergencia de este combate por la emancipación.
12/2014
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR