Por Juan José Mena Carrizales
Regeneración, 04 enero 2017.- La reforma energética que permite la participación del sector privado en la renta petrolera, y que también normalizó una mayor participación de ese sector, principalmente de capital extranjero en la venta de hidrocarburos, fue aprobada con contubernio en ese momento de los partidos mayoritarios que firmaron el Pacto por México, PRI, PAN y PRD, así como sus partidos satélites como Panal, Partido Verde, entre otros.
El paquete completo de reformas estructurales fue elaborado bajo influencia de organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por mencionar a los más conocidos.
Como resultado de estas reformas, el Paquete Económico 2017, aprobado por estos mismos partidos, con la sola oposición de Morena, se decretó el llamado Gasolinazo, que es el aumento del precio de la gasolina entre 15% y 20%, porque se pone a flotar su precio, según los neoliberales, «de acuerdo a la oferta y la demanda».
Lo cierto es que en la composición del alza de la gasolina se encuentran varios impuestos: el llamado IEPS federal, IEPS estatal, IEPS ambiental y el IVA, pero estos recursos se usarán principalmente para compensar el endeudamiento que ha llevado a cabo irresponsablemente el gobierno sobre todo desde el sexenio de Calderón y esta administración también, la de Enrique Peña Nieto. Además, el precio de la gasolina incluye beneficios para el sector privado, dado que desde la reforma energética, la renta petrolera y las utilidades de la venta de gasolina se comparten con el sector privado.
Como consecuencia de lo anterior, ya se han anunciado aumentos en productos de la canasta básica como pan, tortillas, maíz, transporte público y más, impactando la economía familiar y popular.
El presidente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, propone organizar a todos mexicanos para recuperar la soberanía energética, re-nacionalizando el petróleo y la industria eléctrica, pero sobre todo, impulsando la construcción de refinerías que evitemos que México sea un país que «vende naranjas y compra jugo de naranja», como ocurre actualmente con la importación de gasolina, ya que México, a pesar un país petrolero no produce toda la gasolina que necesita, sino que hay un jugoso negocio opacado por la corrupción en la importación de gasolina.
A esta agenda, además es necesario agregar que se requiere la diversificación de las fuentes de energía del país, restableciendo la generación de energía hidroeléctrica usando las presas subutilizadas, así como la construcción de nuevas; el aprovechamiento de fuentes tales como la geotérmica; y el desarrollo de nuevas plantas nucleares que proporcionan energía limpia tal y como lo están haciendo otros países en vías de desarrollo como lo son China, India, Bolivia, Argentina, Sudáfrica, por mencionar algunas cosas.
Hay que mencionar que las fuentes de alta densidad energética son las que pueden ayudar a re-industrializar el país y convertir el sector energético en palanca del desarrollo nacional.
México, por ejemplo, debe no solo construir refinerías para reactivar el empleo tan necesario con el retiro de inversiones y maquiladoras del TLCAN bajo las políticas en Estados Unidos de Donald Trump y un proteccionismo que avanza por el mundo, sino aprovecharlas para crear productos con valor agregado.
Necesitamos recuperar la petroquímica secundaria, para que volvamos a desarrollar polímeros, plásticos, así como fertilizantes, sector en el que bajo políticas del Estado de bienestar, una vez ya fuimos punteros.
Contrario a lo que plantean los economistas de las vertientes «neoliberales», cualquiera que sea el apodo de su corriente, no deben de temer las ideas del Estado de bienestar o proteccionismo.
Como lo diría el presidente de Ecuador, el Dr. Rafael Correa, parafraseando a Alexander Hamilton, a Henry Carey y a Federico List, los modelos proteccionistas son los que usaron las potencias para proteger su naciente industria y convertirse en lo que son: potencias.
Ya es tiempo de que México abra los ojos y observe lo que ocurre en otros continentes, como el asiático, donde la alianza de Rusia y China, está construyendo junto con el resto del bloque de los llamado BRICS, una nueva forma de ver la economía, donde los flujos de capital especulativo como los que lucra hoy con la volatilidad del precio de la gasolina en México, no son importantes, sino la construcción de infraestructura básica para el desarrollo de las naciones.
Y eso daría futuro a millones de jóvenes sin esperanza laboral o profesional en México. Un programa como el que ha planteado Andrés Manuel López Obrador: Jóvenes construyendo el futuro para salvar a la Nación.