Por Jenaro Villamil | homozapping
Consumidoras de productos para el hogar, para la belleza, para ser delgadas, para mantenerse jóvenes. Consumidoras de chismes de farándula, de modas, de productos “milagro”, de mensajes de superación personal. Audiencias de melodramas, de teleseries románticas, de periodismo decorativo o de entretenimiento.
Esa es la realidad de la visión de las mujeres en los medios masivos de comunicación. Tanto en la televisión abierta como en las estaciones de radio. La mujer es “un producto” desde el cabello hasta las uñas –literalmente-, pero es un producto especial: el bombardeo para que sean consumidoras y no tomadoras y ejecutoras de decisiones es constante.
Desde La Rosa de Guadalupe hasta Sabadazo, pasando por Laura, las telenovelas, los realitys, los noticiarios, es claro que la presencia de las mujeres en los medios masivos se ha incrementado. Pero no se ha modificado el contenido y mucho menos los estereotipos.
El triángulo “juventud-belleza-delgadez” persiste en toda la publicidad que potencia los estereotipos dirigidos a las mujeres. Y, en el caso mexicano, a ese triángulo hay que agregarle un elemento de discriminación: la tez blanca. Las morenas sólo ocupan roles sumisos y menores. Si en un espacio se observa el racismo vinculado al sexismo es en los medios masivos. Ni en “la familia” Televisa ni en la comunidad Azteca las mujeres que no sean jóvenes, bellas, delgadas y blancas ocupan un lugar central.
En la Conferencia Mundial de Beijing, hace 20 años, se propuso la Plataforma J sobre Mujeres y Medios de Difusión. Los dos planteamientos centrales fueron los siguientes:
“a) Aumentar la participación y el acceso de las mujeres a expresarse y tomar decisiones en y a través de los medios y las nuevas tecnologías de comunicación” y
“b) Promover en los medios una imagen balanceada y libre de estereotipos de la mujer”.
Desde entonces, las mujeres sí han estado más en los medios y se expresan más, pero no toman decisiones en ellos y menos en materia de contenidos.
Los estudios de seguimiento de los acuerdos de Beijing revelan que la Plataforma J es la menos atendida por los gobiernos de América Latina y el Caribe.
En la televisión y en la radio ya dejaron de ser quienes se dedican al “periodismo decorativo”. Ya no sólo dan el clima, las “buenas noticias” o los segmentos de espectáculo. Cada vez son más y mejores las que compiten en términos de igualdad con los varones por la agenda informativa.
En México tenemos los casos de Carmen Aristegui, Denisse Mercker, Adela Micha, Fernanda Tapia, Adriana Pérez Cañedo, Estela Livera, por mencionar algunas de las más destacadas figuras femeninas, que están en los medios electrónicos de manera destacada.
Sin embargo, son escasas las mujeres propietarias de medios de comunicación, en puestos directivos o en los Consejos de Administración. Mucho menos, en la definición de los contenidos de televisión y radio.
Tan sólo por mencionar los casos más destacados: Televisa no tiene a ninguna mujer en los puestos de vicepresidente. Los Cuatro Fantásticos que dirigen la televisora son varones. Y su visión de las mujeres es patente todos los días.
En TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego también tiene a puestos directivos encabezados por varones. Y sólo su hija, la senadora Ninfa Salinas, tenía un papel preponderante.
En los 9 grupos radiofónicos más importantes del país no hay concesionarias ni directoras. Ni en Radio Fórmula, ni MVS, ni Grupo Radio Centro, ACIR, Grupo Imagen, Radio Capital y menos Televisa Radio.
En los medios impresos, sólo una mujer dirige un periódico: Carmen Lira, en La Jornada. Y sólo en algunas revistas de vida social o de “periodismo decorativo” aparecen mujeres en puestos directivos.
En otras palabras, mientras las decisiones empresariales y editoriales y los contenidos no sean modificados por miradas femeninas con visión de género y que transforme el patrón de los estereotipos, el Día de la Mujer será un acto celebratorio y no un proceso de transformación en los medios mexicanos.