Ante miles de fieles congregadas en la Basílica de San Pedro del Vaticano, recordó la sencillez de la Navidad: Una joven, María, dio a luz a su hijo y lo acostó en el pesebre porque no había espacio para ellos en la posada.
Regeneración, 25 diciembre 2017.- Al celebrar la misa de Nochebuena, el Papa Francisco imploró que el niño Dios “despierte nuestra indiferencia” y “abra nuestros ojos ante el que sufre”, cuando aseguró que la familia de Jesús recuerda hoy a tantas familias migrantes o refugiadas obligadas a dejar su tierra.
Ante miles de fieles congregadas en la Basílica de San Pedro del Vaticano, recordó la sencillez de la Navidad: Una joven, María, dio a luz a su hijo y lo acostó en el pesebre porque no había espacio para ellos en la posada.
“Una travesía nada cómoda ni fácil para una joven pareja en situación de dar a luz: Estaban obligados a dejar su tierra. En su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría; sus pasos en cambio iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar”, dijo.
“Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil: Llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar”
Abundó que en medio de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para el forastero que viene de lejos, o una ciudad que quiere construirse de espaldas a los otros, justamente allí “se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios”.
Para el pontífice, en los pasos de José y María se pueden ver las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas a marchar, de millones de personas que no eligen irse, sino que son obligadas a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra.
En muchos de los casos, sostuvo, esa marcha está cargada de esperanza y de futuro; pero en muchos otros tiene sólo un nombre: Sobrevivencia. “Sobrevivir a los Herodes de turno que, para imponer su poder y acrecentar sus riquezas, no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente”, graficó.
Luego el Papa Francisco recordó que esa noche en Belén el anuncio llegó primero a quienes no tenían lugar ni en las mesas ni en las calles de la ciudad: Los pastores, hombres y mujeres que vivían al margen de la sociedad.
Eran considerados impuros; su piel, sus vestimentas, su olor, su manera de hablar y su origen los delataba. Todo en ellos generaba desconfianza, eran paganos entre los creyentes, pecadores entre los justos, extranjeros entre los ciudadanos, constató.
Aseguró que la Navidad es el tiempo para transformar la fuerza del miedo en fuerza de caridad, la que no se conforma ni naturaliza la injusticia, sino que se anima, en medio de tensiones y conflictos, a ser casa del pan, tierra de hospitalidad.
Por eso, el Papa señaló que el niño de Belén empuja a todos a convertirse en protagonistas de la vida que les rodea y no tener miedo de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo y al preso.
“Que tu ternura despierte nuestra sensibilidad y nos mueva a sabernos invitados a reconocerte en todos aquellos que llegan a nuestras ciudades, a nuestras historias, a nuestras vidas”, afirmó Francisco.
Con información de Reuters y Agencias