Milpa Alta es un ejemplo de los denominados pueblos originarios que, pese a formar parte de una geografía urbana moderna, no sólo ha sabido conservar su cultura tradicional alimentaria, también ha generado una agroindustria exitosa con reminiscencias prehispánicas.
Y con el propósito de conocer la variedad de la alimentación y sus raíces, y de la manera en que se ha transformado, el equipo del doctor Luis Alberto Vargas Guadarrama, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, se plantean trazar la geografía alimentaria de Milpa Alta, una de las 16 delegaciones del Distrito Federal que se localiza en el suroriente de la misma entidad federativa y cuya población es de 135 mil habitantes.
Como parte de la metodología, para dicha investigación se han construido una serie de mapas para conocer la evolución de la alimentación tradicional en esta región, en los que se observa la geografía de la delegación, los centros de producción, pasada y actual, además de la información que se va recabando en las investigaciones de campo. “Estos mapas permitieron identificar el nacimiento y el desarrollo de una agroindustria con raíces locales. Lo que indica que la evolución no sólo ha sido en la alimentación, sino también en los métodos de producción”, precisó Vargas Guadarrama.
El especialista en antropología física y nutrición indicó que en esta investigación se ha observado que en un inicio algunos pueblos originarios como Milpa Alta, en respuesta a la presión urbana, desatendieron algunos cultivos tradicionales como el maíz, sin embargo, durante las tres últimas décadas del siglo pasado, los milpaltenses encontraron que la producción del nopal era un cultivo mucho más rentable, y desplazó a otros como el maguey pulquero, frijol, haba, chícharo y avena forrajera.
Este cambio propició que se convirtiera en una región productora y abastecedora de nopal como materia prima para el Distrito Federal, Estado de México y Morelos -estos dos últimos los estados con los que colinda la demarcación. Milpa Alta tiene una superficie total de 28 mil 375 hectáreas (283.75 kilómetros cuadrados), de las cuales 9 mil están dedicadas a la agricultura y de éstas en 4 mil 327 se produce nopal.
El investigador consideró que el ingenio de los habitantes permitió tomar el nopal como materia prima, y diversificar sus presentaciones, convirtiéndose así en exportadores de hojuelas de nopal que tienen como destino China. A la par se desencadenó la elaboración de productos manufacturados como la nieve, el mole y los dulces tradicionales. Estos productos son reminiscencias prehispánicas que se han venido conservando y transformando a la vez, como la nieve, un producto que, según el doctor Vargas, consumimos desde la época prehispánica, solo que en aquél tiempo era nieve traída de los volcanes.
“Hay comunidades en México que siguen aprovechando recursos que vienen desde la época prehispánica. Comunidades que han encontrado la manera de resistir los embates de la modernidad, se defienden y adoptan los productos a su manera”, explicó el integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
Por esta diversidad de presentaciones y el ingenio de los milpaltenses, asegura el científico social, es que no existe alguna empresa multinacional que compita con los productos hechos en la región, ya que son tan singulares como la tortilla de nopal o la pizza de nopal. “Es una región con raíces muy antiguas, que producen y procesan alimentos a partir de tradiciones que vienen desde la época prehispánica”, comentó.
En esta investigación también se ha descubierto que existen algunas costumbres mesoamericanas que se han conservado como lo es la fiesta del Señor Leñerito, festividad que los habitantes llevan a cabo “para pedir permiso para cortar la leña que necesitarán durante el año, como signo de respeto a la naturaleza”.
Esta actividad, consideró el investigador, adquiere trascendencia para la sustentabilidad ambiental de la ciudad de México, pues al reproducir esta tradición los lugareños protegen los bosques, y con ello algunos aspectos ecológicos como la recarga de los mantos freáticos y la generación de oxígeno; además de su impacto en la cultura al promover la cohesión social.
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