Por Pablo Alarcón-Cháires
Regeneración, 24 de marzo de 2015.-La oscura venda que cubrió los ojos de J. Manuel Mireles Valverde fue una apuesta a la negación de su ser. Quienes presumieron en horario estelar al hombre violentado en sus derechos, supusieron su rendición completa. Pero se equivocaron. El oscuro calabozo, la soledad y la posibilidad de enfrentar sus propios demonios, sin duda alguna han sido un trance iniciático verdadero que está forjando y madurando al ser humano. Las diferentes cartas que ha enviado a familiares y amigos permiten conocer al hombre como padre, hijo, hermano, amigo, masón y ciudadano.
Sus misivas son pequeños trozos de un corazón palpitante y rebelde; conjuntan ramilletes de flores que se abren desde lo profundo de su ser y dan cauce a su sentir y pensar en apretadas cartas que, por falta de papel, le llevan a reciclar sobres o a robarle algún espacio a otra carta enviada por algún solidario mexicano que le recuerda que está vivo.
Las cartas no son remitidas por “Zapata”, como insisten nombrarle desde que era adolescente por su parecido físico con este revolucionario o por sus andanzas en su lucha por la justicia agraria. Son enviadas bajo el pseudónimo de “Gerónimo” (El Apache). Como domicilio: “Avenida Libertad”; Colonia: “De la Justicia”; Ciudad: “Constitución Mexicana”.
Recibidas con más de un mes de retraso, en estas cartas da cuenta de su desesperanza por lo injusto de su situación y por sentirse utilizado y traicionado. Le pesa la soledad principalmente después de que sus primeros abogados renunciaran y perdiera parcialmente contacto con el mundo exterior, sin saber de su caso y muy poco de su familia. Con relación al famoso pacto con la Secretaría de Gobernación -molesto- niega rotundamente haberlo efectuado, como dijeron sus abogados. De puño y letra, señala que a José Manuel Mireles Valverde “…jamás ha venido nadie a verlo ni a hacer ningún trato ni pacto…”, aunque no desecha la posibilidad de tenerlo.
También manda un mensaje a quienes cuestionan dicha posibilidad: “…antes que nada quiero pedir perdón a todas las personas que he decepcionado por buscar mi libertad. Principalmente a aquellos autodefensas de tinta y papel; o aquellos autodefensas de escritorio. Perdonen por su frustración pero comprendan que soy autodefensa real, hecho en las trincheras y barricadas de mi pueblo. Forjado bajo el plomo y el acero del crimen organizado y bautizado con la sangre, sudor y lágrimas de mis hermanos y compañeros caídos en los combates…”. Estas palabras justifican la búsqueda de la libertad de un águila acostumbrada al vuelo libre de las convicciones y de los actos congruentes.
Mireles, bajo el lema de “Libertad, Paz, Dignidad y Justicia para todos”, el 15 de diciembre del 2014 convocaba a universitarios, estudiantes del Politécnico, normalistas de Ayotzinapa, a los padres de los desaparecidos, a organismos internacionales y a todos los mexicanos, a lograr el cambio social “…que nos genere libertad, paz y tranquilidad para recuperar la dignidad como nación libre, soberana, productiva e independiente.” Su llamado no es a la violencia, sino a la refundación de un país en crisis que urge la participación de todos para rescatarlo.
También Mireles da cuenta de su futuro político. En un intercambio epistolar desde su encierro con Dante Delgado, Coordinador Nacional de Movimiento Ciudadano, ambos dan cuenta de la importancia de luchar juntos por el bienestar de los michoacanos y los mexicanos despertando conciencias y “…enfrentando nuestros temores para darnos cuenta de nuestra grandeza”, diría Mireles. Antes de su detención, ya existía acercamiento para que a través de esta plataforma política Manuel Mireles fuera postulado como candidato ciudadano al gobierno de Michoacán. La misma gente de los pueblos le había propuesto la opción de Movimiento Ciudadano, según comentó él mismo, lo que coincidió con sus expectativas políticas. Pero ocurrió su arresto días antes de concretarse y todo cambió.
En sus misivas, la solución a los problemas que vivimos se resumen en dos puntos, meollo principal de su lucha: 1. Seguridad pública eficiente; y, 2. Justa impartición de justicia en su amplio sentido, teniendo como meta “vivir con dignidad y en santa paz”. Nada que ver con las febriles aseveraciones que juran que quería levantar en armas a Michoacán, a México y a América Latina, o que estaba enfrentando al Estado mexicano.
Sobre lo acontecido en Apatzingán, el 15 de diciembre escribiría: “Quiero decirle a todo el pueblo de México que hoy un héroe está de luto. Hoy nos enteramos que han asesinado al hijo de mi amigo, mi hermano, mi héroe de las autodefensas Hipólito Mora, y que nos ha dolido en el alma a este humilde servidor y a todos lo que traemos la misma camiseta de la paz, la dignidad y la justicia en nuestros corazones”. Su carácter solidario con el hermano en pena se hizo presente, importándole poco que no siempre fuera correspondido.
El signo de socorro del masón en problemas también fue enviado: solicita ayuda para obtener su libertad rematando con la frase “no me dejen solo…”. Un “los quiero mucho” acompañado de “un abrazo para todos” o “Por la Constitución y la Justicia”, suelen ser el colofón de sus misivas.
Este es el ser humano detenido injustamente. Por mucho menos que por lo que fueron acusados Hipólito Mora, “El Americano” y sus gentes -ahora libres-, el “Zapata” terracalenteño continúa detenido. Su desatino fue querer transformar la penuria y desasosiego en esperanza para su gente, en un sistema cuya moneda de cambio sigue siendo la traición, la impunidad y la corrupción. José Manuel Mireles Valverde, aún con la pesada carga de vivir encerrado en una cárcel de máxima seguridad, tiene presentes sus ideales de justicia, libertad, igualdad, democracia, solidaridad y respeto. No lo olvidemos y creemos los canales jurídicos adecuados para que él, junto con sus autodefensas legítimos, puedan recuperar su libertad. Mireles nos necesita y nosotros necesitamos a Mireles.