Lanza desechos líquidos en el sitio de reproducción de ballenas gris y azul, foca del puerto, león marino de California y tortugas en riesgo de extinción.
Regeneración, 7 de marzo de 2016.- En la laguna de Ojo de Liebre, parte de la Reserva de la Biósfera de El Vizcaíno, en Baja California Sur, se teme que se esté cocinando un desastre ambiental por el vertido durante años de los residuos de la explotación de la salina más grande del mundo por una empresa mixta.
Exportadora de Sal, SA (ESSA), propiedad en 51 por ciento del estatal Fideicomiso al Fomento Minero y el resto de la corporación japonesa Mitsubishi, lanza los desechos líquidos en un depósito en esa laguna, sitio de invernada y reproducción de las ballenas gris y azul, la foca del puerto, el león marino de California y cuatro especies de tortugas marinas en riesgo de extinción.
“Nos preocupa, porque es una gran afectación. Puede ocurrir un desastre por lluvias o temblores. Pero las autoridades niegan que eso afecte; dicen que todo lo hacen bien”, señala Juvenal Muñoz, presidente del Comisariado de Bienes Comunales del Ejido Benito Juárez, en diálogo con IPS desde su localidad.
Ese ejido, un esquema de propiedad basado en la tenencia y explotación comunal de tierras públicas, es uno de los cuatro que arriendan terrenos a ESSA, fundada en 1954 y localizada en la costa del municipio de Guerrero Negro, a unos 4 mil 400 kilómetros al Noroeste de la Ciudad de México, en el estado de Baja California Sur.
En Benito Juárez, una comunidad de 700 habitantes que alquila unos 440 kilómetros cuadrados a la empresa, hay unos 90 ejidatarios. La población local vive de la siembra de hortalizas, la pesca y la cría de ganado.
Actualmente la salina ocupa 330 kilómetros cuadrados de todo el terreno arrendado. La compañía, una de las mayores empresas mundiales del sector, produce la sal marina obtenida mediante la evaporación solar del agua de mar.
A lo largo de 281 kilómetros cuadrados de vasos de evaporación y 30 kilómetros cuadrados de vasos de cristalización, la compañía concentra el agua marina a través de la acción de los rayos solares y el viento hasta obtener una salmuera llena de cloruro de sodio, que se cristaliza, se cosecha y se lava.
ESSA produce anualmente unos 8 millones de toneladas netas de sal destinados a la exportación, principalmente a Japón, Estados Unidos, Corea del Sur, América Central, Nueva Zelanda, Canadá y Taiwán, en ese orden.
El área de operaciones de la compañía, incluyendo las pozas de desechos sólidos y líquidos, es uno de los cuatro sitios más contaminados de Baja California Sur, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Los depósitos poseen una concentración de 40 por ciento de cloruro de magnesio, que convierte sus sales más densas que las del Mar Muerto, lago bajo el nivel del mar y altamente salado, situado entre Israel y Jordania y rico en minerales como calcio, magnesio, potasio y bromo.
Esa agua con gran concentración de sal, conocida como salmuera, es rica también en sulfato de magnesio y cloruro de potasio, con lucrativos usos industriales y comerciales.
Desde 1996, ESSA ha acumulado 300 millones de toneladas métricas de salmuera en una zona de 40 kilómetros cuadrados, a las que se suman los 10 millones anuales que genera su producción, según documentos de la compañía consultados por IPS.
Esos documentos reconocen que el volumen de cloruro de magnesio almacenado representa un riesgo de severo daño ambiental, incluyendo la destrucción del santuario ballenero, en el caso de un derrame sobre la laguna a causa de un huracán u otro fenómeno meteorológico.
Antes de aquel año, ESSA lanzaba la salmuera al océano, pero ante posibles sanciones por violar las normas ambientales optó por guardarla en depósitos próximos a la laguna de Ojo de Liebre, una albufera costera localizada en el municipio de Mulegé.
Esa laguna es una de las tres que forman parte de la Reserva de la Biósfera de El Vizcaíno, cuya superficie ronda los 25 mil kilómetros cuadrados y que también incluye un desierto, manglares y bosques.
El gobierno decretó esa reserva en 1988 y desde 1993 el santuario ballenero forma parte de los sitios de México declarados como Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
La ballena gris (Eschrictius robustus) se desplaza desde el Océano Ártico para arribar al Noroeste mexicano, en las costas del Océano Pacífico, entre enero y abril de cada año, cuando se reproduce.
“Siempre hay un riesgo, aunque no ha sucedido en estos años. En sí, las operaciones de ESSA no parece que afecten a las ballenas. El área también se ha convertido en área de descanso de aves migratorias”, indica a IPS el investigador Jorge Urbán, responsable del Programa de Mamíferos Marinos de la estatal Universidad Autónoma de Baja California Sur.
Entre sus tareas, Urbán y sus colegas monitorean cada año el arribo y repoblación de los cetáceos.
El manejo de los residuos salinos hizo saltar las alarmas por vez primera en diciembre de 1997, cuando aparecieron 94 tortugas muertas dentro y fuera de Ojo de Liebre. Un comité científico designado para investigar sus causas concluyó en julio de 1998 que un derrame de salmuera provocó el deceso de los quelónidos.
Luego de su propia investigación, la Procuraduría (fiscalía) Federal de Protección al Ambiente (Profepa) optó por no perseguir penalmente a ESSA.
No obstante, el rechazo social activado por el deceso masivo de las tortugas y la posibilidad de amenazar a las ballenas grises desembocó en la cancelación del proyecto de expansión de sus operaciones en la laguna San Ignacio.
El 13 de enero pasado, la Profepa informó del hallazgo de siete ballenas grises, seis ballenatos y un espécimen juvenil, varados muertos en diferentes puntos de Ojo de Liebre.
El 31 de ese mes el organismo reportó la localización de nueve ballenas grises muertas en esa misma laguna, de las que una era adulta y los demás ballenatos.
La Procuraduría catalogó esas apariciones dentro de los rangos normales de varamientos registrados en 2014 y 2015.
El censo de la ballena gris en Ojo de Liebre, levantado el 12 de enero por la Dirección de la Reserva de la Biósfera El Vizcaíno, junto con la Profepa y ESSA, registró 208 ballenatos y 376 ejemplares adultos.
“Es necesario que haya un control de todo eso. Conviene que hagan las cosas bien y que resuelvan los problemas que son evidentes para que no suceda una tragedia ambiental”, piden el ejidatario Muñoz.
Urbán también insta a investigar más profundamente la presencia de los residuos y su impacto sobre el ecosistema. “Habría que analizar las tasas de recambio de agua por mareas. La autoridad debe indagar esos temas”, lo que ahora no sucede, plantea.
Con información de Contralínea.