Corporaciones y un puñado de multimillonarios, aplican de manera obsesiva un sinfín de mecanismos para comprar y cooptar gobiernos, medios de comunicación, universidades, centros de investigación científica y tecnológica, personalidades.
Por Víctor M. Toledo
(21 de noviembre del 2017).-Estamos ya viviendo tiempos álgidos, donde un proceso de total mercantilización de los individuos, de la vida social y de la naturaleza alcanza su máxima expresión. El mundo dominado por unas cuantas decenas de corporaciones y bancos, y un puñado de multimillonarios, aplican de manera obsesiva un sinfín de mecanismos para comprar y cooptar gobiernos, medios de comunicación, universidades, centros de investigación científica y tecnológica, personalidades. Para ello utilizan sus descomunales fondos (miles de millones de dólares), y junto a esos, gigantescas campañas publicitarias basadas en verdades a medias, manipulación de la información científica y mentiras descarnadas.
Hoy la batalla más cruenta se da, sin embargo, contra el conjunto de las gigantescas corporaciones agroquímicas (Monsanto, Bayer, Syngenta, Pioneer y Dow Agroscience) que tratan de controlar la agricultura mundial, y en particular al maíz, mediante la promoción de variedades de semillas transgénicas y de científicos financiados por ellos. Este es hoy el conflicto estelar porque atañe a la vida misma: las semillas, los alimentos y la supervivencia de los productores rurales y sus culturas. Por ello, desde 2013, millones de ciudadanos conscientes (la inteligencia de la humanidad) salen en el verano a las calles a denunciar los proyectos de muerte de Monsanto y otras corporaciones en unas 450 ciudades del planeta.
Es dentro de este contexto que numerosos universitarios registramos con asombro la nota publicada en La Gaceta Universitaria (Lourdes Durán 16/11/17) sobre la presentación del libro Transgénicos: grandes beneficios, ausencia de daños y mitos, publicado en coautoría y coordinado por F. Bolívar-Zapata, investigador emérito del Instituto de Biotecnología. El reportaje encomia esta técnica, enfatizando que se han utilizado durante más de 35 años en varios países sin haber causado daño a la salud, el ambiente y la diversidad. Además: “Es un reporte técnico científico, donde se analizan los muchos beneficios de los organismos transgénicos y la ausencia de daño por su consumo y utilización […] Los transgénicos representan una oportunidad y una herramienta muy poderosa para dar valor agregado a los productos naturales y, de esa manera, apoyan la conservación y el uso sustentable de la biodiversidad mexicana […] Son muchos los señalamientos en contra de los transgénicos por sus supuestos daños a la salud y al ambiente, como declaran algunos grupos de activistas y radicales que incluyen mentiras por ignorancia y visiones limitadas […] Por eso, uno de los propósitos de este libro es proporcionar de manera sistematizada y de acceso libre la información científica y técnica que sustenta la ausencia de daños y también los amplios beneficios de los organismos transgénicos”.
Las afirmaciones anteriores quedan de inmediato cuestionadas por las siguientes evidencias: a) una vez más se utiliza la idea falsa de que los cultivos transgénicos han sido diseñados para abatir la falta de alimentos suficientes, es decir, que son un medio de salvación contra el hambre. Esta ha sido una afirmación utilizada en la propaganda de las corporaciones. Este dogma se rebate porque ni el arroz, ni la soya ni el maíz transgénicos aumentan los rendimientos de los agricultores, sino las ganancias de las compañías; b) el mayor acto de destrucción de la biodiversidad del planeta conocido proviene de la soya transgénica. Se trata de los 40 millones de hectáreas sembradas en Sudamérica, una superficie similar a Alemania o a España, en la cual fueron arrasadas selvas tropicales, bosques de varios tipos, y matorrales con una alta biodiversidad para dejar una sola especie. ¡Se trata de la mayor deforestación provocada en el menor tiempo registrada en la historia!; c) los transgénicos, sembrados, cosechados, transportados y transformados de manera agroindustrial, es decir, usando petróleo, contribuyen al calentamiento global porque producen abundantes gases invernadero; d) están además las dudosas virtudes del arroz transgénico, la efectividad del Golden Rice (GR), propiedad de la compañía Syngenta, pues es necesario comer kilos y kilos de esta variedad transgénica para alcanzar las dosis diarias de vitamina A que requiere un individuo. Resulta mejor comer zanahorias, espinacas o quelites. Por otra parte, la provitamina del GR se oxida fácilmente, lo que disminuye sustancialmente (hasta 90 por ciento) su riqueza vitamínica; e) tras décadas de denuncias, finalmente el 20 de marzo de 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) aceptó que el glifosato, el herbicida estrella de Monsanto que acompaña a los transgénicos, es cancerígeno para animales de laboratorio y con pruebas de carcinogenicidad en humanos. Existen cientos de casos documentados de cáncer, abortos espontáneos o malformaciones en poblaciones cercanas a la soya y el maíz transgénico en Sudamérica. En Argentina más de mil millones de litros de plaguicidas han sido rociados en los 10 años recientes, y en la provincia de Entre Ríos, en emergencia sanitaria, la fumigación ha sido realizada sobre pueblos, escuelas y hospitales, y f) no pueden pasarse por alto los experimentos del científico francés Gilles E. Séralini y su equipo, quien demostró que ratas de laboratorio alimentados por dos años con maíz transgénico NK603 y glifosato generaron tumores cancerosos. Ese es el maíz que se busca introducir masivamente en México.
Ante tremendas evidencias, pregunto ya no a los autores de esa obra, sino a quienes presentaron el libro en la UNAM, el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, el de El Colegio Nacional y el rector de nuestra casa de estudios, que avalaron con sus palabras el libro citado, si ¿es de mínima ética en un científico de verdad soslayar toda esa información que se encuentra ampliamente documentada y difundida por todo el mundo?
Quienes por más de 10 años hemos realizado una crítica rigurosamente fundamentada contra los transgénicos y que incluyen a notables universitarios, ampliamente reconocidos por la máxima casa de estudios, como Elena Álvarez-Buylla, Gian Carlo Delgado, Enrique Leff, Omar Masera, Luis de la Peña, José Sarukhán, Patricia Ávila o Alfredo López Austin (todos premios UNAM y/o premios nacionales de Ciencias), seguimos esperando la oportunidad de debatir con los biotecnólogos de la UNAM (y del país) sobre estos temas. Me atrevo, entonces, a solicitar al rector convocar a un foro de discusión, amplio y libre sobre el tema, que sea difundido por la radio y televisión universitarias. Ello enaltecerá tanto a nuestras autoridades como a la institución misma, lanzando un mensaje al país entero en favor de la tolerancia, el conocimiento y la inteligencia, en favor de una ciencia con ética y conciencia.