La brevedad, el humor y la ironía son los fuertes de Dalton Trevisan, lo que puede comprobarse en libros como ‘Novelas nada ejemplares’, ‘El vampiro de almas’ y ‘La guerra conyugal’.
Por Armando Oviedo R.
RegeneraciónMx, 24 de febrero de 2022.- Con este nombre y apellido, nadie sospecharía que Dalton Trevisan es un escritor brasileño. Pero lo es, de la cabeza a los pies, y por dentro lo sostiene una imaginería frenética y poética, aunque por fuera parezca un profesor de ruso o de inglés. Nació en Curitiba en 1925 y, como Juanito el caminador, sigue tan campante.
Su obra se destaca por los variados libros de breve contenido, pues como él dice, la ruta natural del narrador no debería ser comenzando con el cuento, luego escribir una noveleta para después cuajar en la novela; sino que el camino debería ser: iniciar con el cuento, ir al soneto y llegar al haikú. Misma ley que el autor cumple al pie de la letra como puede leerse en sus textos que van de Novelas nada ejemplares (1969) a Ah ¿sí? Minihistorias (1992).
Además de la brevedad, el humor y la ironía son los fuertes de Trevisan, aunque sus fuentes sean la seria y cruda realidad, pues busca sus temas…en noticias policiales, frases por el aire, indicaciones de remedios, pequeños anuncios, cartas de suicidas… confidencias de amigos… (Mario da Silva Brito).
Ese humor y esa búsqueda las podemos constatar desde el título del libro Novelas nada ejemplares, que no es un libro choncho con varias novelas, como 2666, por ejemplo, sino que juega con el término que por sí mismo designaría una obra amplia y de larga ruta de lectura. Novelas nada ejemplares es como aquella interesante recopilación de textos breves titulada Il novelino. Las cien novelas antiguas, publicada por el Instituto Mexiquense de Cultura (2000) y traducida por el poeta Guillermo Fernández, y que en sus propias palabras afirma que Il novelino es un título…espurio del todo y agradablemente desorientador.
Debo a Felipe de Jesús Hernández Rubio el descubrimiento de este narrador y de otros de estirpe de la gran fantasía breve, como Moacyr Scliar y Luis Fernando Verissimo, hijo del extenso narrador Enrico. Y mientras que Felipe de Jesús se da a la tarea de traducir a estos y otros brasileños, yo me doy a la labor de pescar en librerías de ocasión a estos narradores en versión castellana. Y he aquí que me encuentro con el fabuloso y mal encuadernado libro La guerra conyugal (Monte Ávila Editores, 1972), traducido por Juan García Gayo. Libro de treinta cuentos que, como lo indica el título, el matrimonio deviene martirologio de esposas y esposos.
Crecí con mucha de la narrativa cinematográfica y televisiva que hacía apologías desmesuradas a las bodas. No había historia de los cuentos de hadas televisivos y cinematográficos, de Cachirulo a Walt Disney, que no me dijera que los finales felices debían culminar con un “feliz matrimonio donde fueron felices para siempre”.
No tuvo que llegar Shrek para contradecir estas edulcoradas historias, cómodas para unos e incómodas para otros, de cómo deberían culminar las historias de amor, pues en La guerra conyugal existen treinta maneras de acabar mal una relación que en apariencia debe ser buena para siempre, pues ya lo dijo el clásico: la causa central de todo divorcio es el matrimonio.
Quien guste de una larga historia de matrimonio grotesco, puede remitirse a la caída de la vida no debida de los esposos Jacqueline Cascorro y Nicolás Lobato (hay película), personajes de la novela La vida conyugal, de Sergio Pitol. Pero quien desee breves historias contantes y sonantes (el lenguaje así lo hace) puede buscar en las vidas de José y María de La guerra conyugal, de Dalton Trevisan. Y no porque María y José sean los mismos desplegando sus vicisitudes formando de manera tramposa una novela convoy, sino que cada historia se sostiene por los distintos Juanes y las diferentes Marías que en cada cuento se enfrentan para ser infelices. (Sobre este “homenaje” a los Juanes y Marías, recordemos que de 1946 a 1948 Trevisan fue director de una revista literaria llamada Joaquim, como un homenaje a todos los Joaquines de Brasil).
Cada historia de este “vampiro de almas” –que así llama Trevisan a los cuentistas y, de igual manera, El vampiro de almas, se titula la antología de cuentos publicada por Conaculta en 1999, traducido, prologado y seleccionado por Regina Crespo y Rodolfo Mata— es disfrutable en lo que al conflicto se refiere: una guerra de desamor. Porque para las batallas de amor, dice el poeta, campos de plumas. Sin embargo en esta guerra no hay tal comodidad. En ellos todo es agrio y bilis negra. Y en las tragedias, donde hubo amor, hay un humor (bueno y malo) que las sostiene.
Asistimos a treinta perfiles del (des)amor odioso de las parejas (im)pares donde el desencuentro, los malos entendidos, los conflictos, el machismo, el hembrismo, las pasiones y los sufrimientos de los Juanes y Marías acatan y atacan su historia como… batallas de la Iliada doméstica… O, como dice uno de sus personajes, las Mil y Una noches de discusiones, insomnios y crujir de dientes.
No cabe duda que el amor sale por la ventana cuando falta la comida o se necesita un espacio donde convivirán los amorosos en un mínimo paraíso compartido.
Y es que el amor acaba y no se está preparado para esa mutación. Y en ese cambio suceden los temas de Trevisan: infidelidades, celos, golpes, sometimiento físico y psicológico, chantajes; y que en los cuentos se esconde un final sorpresivo.
Con La guerra conyugal Trevisan muestra, primero, que el amor es de quien lo trabaja y, segundo, que el cuento inicia justo cuando alguien dice: “Y fueron felices para siempre”.
Sigue a Armando Oviedo R. en Twitter como @ArmandoSubsuelo